¡Líbrenos Señor de las sotanas! (1 de 2)

¡Líbrenos Señor de las sotanas! (1 de 2)

JOSÉ B. GAUTIER
Dios mío, cuanto sudar! ¡Que escabroso resulta discutir en democracia y libertad las relaciones entre el Estado dominicano y la Iglesia Católica! ¡El hecho de poder discernir entre la esfera política y el campo religioso de dos Estados diferentes, con intereses geopolíticos diferentes, con visiones sismográficas distintas! ¡Los dominicanos luchando por conservar su identidad como nación! ¡El Vaticano con una cruzada abierta para conquistar al mundo entero a nombre de la cristiandad, libre de infieles! ¡Que difícil hacer respetar el principio de la no intervención en los asuntos internos de cada Estado!

¡Qué incómodo se siente uno cuando es una misma persona, -el juez y la parte-, tal como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo! ¿Con quien argumentar? ¡Que tema más delicado! ¡Que miedo! ¡Cuanto peligro! ¡Que calor! ¡Me voy! ¡Que me agarren!

 ¡José, acuérdate de la Santa Inquisición, esos curas no juegan! ¡Te acusaran de herejía y te condenaran como brujo! ¡Te quemaran en una pira ceremonial con mentiras acumuladas por siglos ante una sociedad siempre manipulada, incrédula! (¡Ah, ah, no, no quiero terminar mi vida (por favor, perdónenme), solo por defender la “fallida” nacionalidad dominicana, estigmatizado y catalogado como Juana de Arco, la heroína guerrera y Santa francesa que termino sus días quemada en la hoguera!)

Observa. Pero de que hay que hacer algo, -hay que hacerlo-. ¿Quién es el guapo en este país que le va a poner el cascabel a la Iglesia Católica para que se calle y no intervenga más en la política dominicana? ¿Los diablillos de la chusma del Arzobispo? ¿Los que viven en Quinto Patio del Mirador Sur esperando ansiosos la llegada del situado del USAID o de la Unión Europea? ¿Quién? ¿Quién rezará el Padre Nuestro o la Ave María tirándole piedras a ese incordio religioso hablando ahora, de modificaciones constitucionales y de la delincuencia; de democracia y libertad? ¿Y con que calidad?

La separación del Estado dominicano y la Iglesia Católica se impone. La libertad de conciencia y de cultos, con sujeción al orden público y a las buenas costumbres están garantizadas constitucionalmente.

¿Visión nacionalista? No. ¿Amor patrio? No. Nada de eso. Solo soy un simple ciudadano preocupado. Un diminuto miembro en una sociedad en extinción que se erosiona en un país que se hunde y que no encuentra salida, ni nada ni nadie con credibilidad suficiente que le guíe. ¡Nos han defraudado tantas veces!

¡Quinientos años han transcurrido en Santo Domingo de predicas religiosas, éticas y morales (¿Tenía alma el indio?) (¿Cómo vieron los evangelizadores cristianos la esclavitud del negro africano y el sistema de La Encomienda?). Y no han enseñado nada en todo ese tiempo al pueblo que no sea una nación formada por amos y esclavos con un solo Dios! ¿Hasta cuando seguiremos oyendo los consejos paternalistas del Nuncio y los Agripinos en esta dantesca divina comedia?

-Vivimos en un desierto, yermo de orientaciones validas donde cada día se acumula el viejo y eterno drama de la criminalidad y la inseguridad ciudadana-, el mismo cuento que comenzó con Adán y Eva cuando comieron del árbol de la sabiduría.

¿Qué ha cambiado en la nación dominicana desde que los esclavos capturados en las sabanas africanas o en la amazonia brasileña eran traídos encadenados a los trabajos forzados por amos europeos y ahora traídos como ilegales haitianos para trabajar violando elementales derechos humanos en las industrias agrícolas y de la construcción y en los prostíbulos como putas por esos mismos que todos los domingos, dándose golpes en el pecho, piden perdón a Dios?

¿Es que los curas católicos y los misioneros cristianos son ciegos, sordos y mudos ante esta realidad palpable? Y solo quieren teorizar de política y democracia en un sistema ajeno porque en el propio no se conoce la democracia o la libertad y solo se tolera la obediencia y la irracionalidad ¿Cómo? Y todos vemos con espanto que sermones vienen y sermones van y se olvida toda la cátedra dominical a la salida en la misma puerta de la Iglesia.

La sociedad dominicana unida, toda la ciudadanía viviendo en un Estado de derecho, con un gobierno elegido por el pueblo a través del voto popular esta harta y cansada del apabullamiento y atropello continúo y permanente de los obispos y sacerdotes de la Iglesia Católica, de esos que quieren meter sus narices en todas las actividades gubernamentales y tomar las decisiones políticas, como si tuvieran derechos divinos y terrenales o fueran las personas legalmente elegidas para que decidan y actúen sobre determinados temas.

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