Libro de extranjería

<p>Libro de extranjería</p>

TELÉSFORO ISAAC
“El pleno de la Junta Central Electoral (JCE) aprobó la creación de un libro de Extranjería que permitirá inscribir los nacimientos de los hijos e hijas de madres extranjeras que carecen de la documentación necesaria para residir en la República Dominicana». Muy bien, aparentemente, pero es primordial que la madre tenga algún tipo de identificación, documentación o certificación para luego asentar en «el libro» a la prole.

La madre debe existir para luego dar procedencia y vigencia (existencia) de su vástago. El proceso debe comenzar con la madre. Ante el procedimiento de este reglamento, debemos preguntar: ¿qué va primero, el huevo o la gallina?

¿Para qué servirá este Libro de Extranjería? ¿Será para poner una cortina de humo ante la Corte Internacional de los Derechos Humanos? Ojalá que este documento sirva para responder verdaderamente a la constante proclamación de individuos y organizaciones que claman como profetas en el desierto a favor de un forma concreta para la observancia de los derechos humanos de todos los nacidos en esta tierra.

El sábado 13 de enero del 2007 los medios de comunicación informaron que el doctor César Castaño Guzmán, presidente de la JCE, ha dicho que el pleno de la institución que preside actuó apegado al numeral «Y» del artículo 28 del la Ley de Migración. Se sabe que la JCE y la Ley de Migración vigente están de acuerdo con el fallo dado por la Suprema Corte de Justicia de la República Dominicana el 14 de diciembre de 2005.

Así, tal como ha manifestado el doctor Castaño Guzmán, la Suprema Corte de Justicia de la República Dominicana ha copiado fielmente la decisión de la Suprema Corte norteamericana en el año 1857 sobre el caso del esclavo negro Dred Scott cuando llevó su reclamo a esa altura jurídica, y «colocó a la nación ante una disyuntiva ética irreductible a la concordia, la sensatez y la ética moral». Este hecho estremeció al pueblo de los Estados Unidos y las opiniones fueron divididas en la sociedad.

Ante esta disyuntiva la Suprema Corte de los Estados Unidos de Norte América emitió un fallo cuyo texto fue contundente y aparentemente ha servido de modelo a la Suprema Corte de Justicia de la República Dominicana. El texto decía: «las gentes descendientes de africanos no son y no pueden ser ciudadanos norteamericanos…» (Alponte, Juan María, Los Libertadores de la Conciencia, Aguilar, Pág. 80). Tomando lo anterior en cuenta, la Suprema Corte de la República Dominicana ha dicho lo mismo, sustituyendo «descendientes africanos» por «ilegales» en el país.

Las críticas de la Mesa de Migraciones que integran 20 o más instituciones, están en lo cierto cuando dicen que la aprobación del Libro de Extranjería es la oficialización de la discriminación en la nación dominicana. Esto nos hace pensar en el argumento de Abraham Lincoln en contra de los que querían negar los derechos plenos de los esclavos cuando dijo: «No veo ninguna razón en el mundo por el cual el negro no pueda obtener los derechos naturales enumerados en la Declaración de la Independencia».- (Ob. Cit., página 84).-

Ahora se puede decir: «No hay ninguna razón para no dar la nacionalidad a los hijos de inmigrantes en la República Dominicana». Esto es así, porque si bien los niños y niñas de haitianos viven ilegalmente en territorio dominicano, es porque sus progenitores son labradores traídos muchas veces por convenios entre los gobiernos de Haití y la República Dominicana, por hacendados, por empresarios de la industria azucarera, por constructores, por dejadez de los vigilantes y la autoridad fronteriza.

Debemos dejar atrás la hipocresía, el discrimen, la intolerancia y el sentir del temor de «que la nación dominicana será avasallada» por dar cumplimiento a un acto de reconocimiento del estado de «jus solis» de los hijos e hijas nacidos en el país de padres ilegales.

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