Libro de poemas de Elidenia Velásquez

Libro de poemas de Elidenia Velásquez

José Silié Ruiz

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Primero que todo, quiero felicitar a todos mis colegas galenos por la celebración en el día de ayer del Día del Médico.

Hace unos días asistimos a la puesta en circulación de la obra “Sur prohibido”, de la pluma de la doctora neuróloga Elidenia Velásquez.

Ella pertenece a una joven generación donde se combinan las neurociencias y el arte en una nueva versión, que en lo particular nos agrada.

Se ha señalado que todas las sociedades, no importa cuán tradicional o desarrollada esta sea, se necesita dentro de su seno a ese grupo de personas que hacen poesía, quienes con sensibilidad peculiar pueden expresar lo que nosotros, el hombre común no podemos lograr.

Este grupo de hombres y mujeres que en su conjunto pueden constituir o no una “clase”, en el sentido sociológico de la palabra, son parte importante de los cultivadores y trasmisores de la herencia cultural de una sociedad, constituyéndose los poetas, en los albaceas de una de las creaciones más excelsas del espíritu humano.

Podemos reconocer que esta escritora, aparte de ser una joven neuróloga de vuelos altos, es una dama de sutilezas, de sombras finas, de un embelesante erotismo de elevadas nubes. Al intelectual perceptible de hoy día, que tiene sensibilidad ante las bondades excelsas del amor, la pasión, aquel que venera a su ser amado y por tener la capacidad de traspasar el velo de expresar su sentir en bellas palabras armónicas, sin rimbombantes frases llenas de mediocridad y términos con procacidad.

De esas inmundicias que con mucha pena el hoy abanderado lenguaje prosaico actual que merece ser llevado al espacio de Procusto.

Ella es la fina poetisa, el ser sensible y delicado que por el contrario de lo primario, es capaz de bajar de su elevado pedestal, para hallar con lo refinado y tierno y poner en su espacio el verdadero uso de la palabra armónica, que con sus lindezas de combinaciones cargadas de elegante erotismo se convertirse ella en de búnker, una destructora de imágenes vulgares, una iconoclasta contra la penosa vulgaridad que hoy nos arropa, tal como lo ha hecho titánicamente nuestra talentosa Julia Álvarez.

Al leer la obra de la Dra. Velásquez me remonté gratamente con nostalgia a mis años de adolescente, admirador del prominente poeta mexicano cuando la obra de Octavio Paz y Pedro Zekeli nos brindaron una fineza donde el amor, la vehemencia de un mundo romántico y de deseo pasional, se trasmutan a través de un centellante brasero de fino cristal de Bacarat.

La doctora Velásquez logra en su poética el mismo encanto armonioso como lo hizo en su momento la inmensa Doña Hilma Contreras Castillo (1913-2006). En la página 23, en su poema Obsesión ella señala: “Tengo obsesión por ti, desmedida ansiedad por respirarte, por sentir tus derroches alimentando este obstinado amor.

Una inquietud perversa me devora, constriñe mis abismos, acelera mis ganas, me obliga a sucumbir a las ansias de besar tu sonrisa, y, tendida sobre tu pecho bravo, empezar otra vez”. Para muestra un botón, en hora buena, bienvenida Dra. Velásquez, al reducido mundo de los médicos que se atreven a escribir, gracia e inteligencia lo que piensan.

Velásquez logra el mismo encanto armonioso que Hilma Contreras

Fina poetisa, ser sensible y delicado capaz de bajar de su elevado pedestal

Una iconoclasta contra la penosa vulgaridad que hoy nos arropa

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