Libro describe cómo Bush atizó guerra

Libro describe cómo Bush atizó guerra

WASHINGTON (EFE).- Las revelaciones incluidas en el libro «Plan de Ataque» del periodista Bob Woodward sobre la fijación del presidente George W. Bush con Irak, han añadido nueva controversia en torno a los motivos reales que condujeron a la invasión.

«Plan de Ataque», que saldrá a la venta esta semana, es un minucioso relato del año y medio vivido por el gobierno de Bush antes de la invasión e incluye el testimonio del presidente, con quien Woodward habló durante más de tres horas en diciembre pasado.

El relato arranca el 21 de noviembre de 2001, cuando las tropas de EEUU llevaban dos semanas en Afganistán para derrocar al gobierno talibán, día en el que Bush se reúne en privado con el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, y le pide «empezar a mirar» a Irak.

El presidente recuerda ordenar que «se analice qué haría falta (…) para derrocar a Sadam Husein, si se da el caso» y preguntar si el análisis para establecer los posibles vínculos de Bagdad con el 11-S se puede hacer «sin que sea terriblemente evidente».

Woodward, periodista que se hizo conocido a raíz de destapar el «caso Watergate» y que tiene la confianza del presidente, dice que Bush quiso mantener sus planes en secreto, porque estaba preocupado por las consecuencias que podían tener sus intenciones.

Según Woodward, evitó comentarlo incluso con su consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, o con el director de la CIA, George Tenet, porque creía que cualquier filtración habría causado «una enorme zozobra internacional y especulaciones en casa».

Un mes después, el 28 de diciembre, Bush mantuvo en su rancho de Crawford (Texas) la primera reunión sobre el nuevo plan de Irak con el entonces jefe del Mando Central, el general Tommy Franks, tras la cual dijo a la prensa que sólo habían hablado de Afganistán.

A partir de ahí, se dieron una serie de pasos que, según la descripción de Woodward, indican que en la mente y en el ánimo del presidente la marcha hacia la guerra era inevitable, al menos desde mediados de febrero de 2002, un año antes de la ocupación.

El 16 de febrero de ese año, recuerda, Bush firmó una orden para que la CIA ayudara al Pentágono en los planes para acabar con Sadam y, cinco meses después, agentes especiales llegaron al norte de Irak para reclutar confidentes e informantes, bautizados como ROCKSTARS.

Entre julio y agosto, aprobó una partida presupuestaria de 700 millones de dólares para «tareas de preparación» en el Golfo Pérsico, como la adecuación de aeropuertos, bases, oleoductos y arsenales para un despliegue militar masivo en el área.

Ese dinero, asegura el autor de «Plan de Ataque», se tomó sin conocimiento del Congreso de unos fondos adicionales que se habían aprobado para financiar la operación militar en Afganistán.

De esa época datan también los debate más encendidos en el seno de la administración, entre el secretario de Estado, Colin Powell, partidario de la diplomacia, y el vicepresidente, Dick Cheney, que consideraba una pérdida de tiempo que Bush fuera a acudir a la ONU un mes después, en septiembre, para plantear el problema de Irak.

En esta ocasión, según Woodward, el presidente se inclinó del lado de Powell debido, sobre todo, a la presión que le ejercía en el mismo sentido el primer ministro británico, Tony Blair, quien le instó a lograr una resolución de la ONU que legitimara la guerra.

Cuando el Consejo de Seguridad aprobó la resolución que autorizaba la reanudación de la misión de los inspectores, Bush no ocultó su impaciencia y en los primeros días de 2003 le dijo a Condoleezza Rice: «No estamos ganando. El tiempo no está de nuestro lado. Probablemente vamos a tener que ir a la guerra».

Woodward añade que, si la operación militar contra Bagdad no comenzó de inmediato fue de nuevo por Blair, ya que Bush temía que el respaldo a la invasión le pudiera costar el cargo.

Con la guerra decidida, el presidente dio la opción a su principal aliado de que sus tropas no entraran en combate, pero Blair le dijo: «He dicho que estoy contigo y lo estoy».

Curiosamente, la difusión de los primeros fragmentos del libro se produjo el mismo día que ambos dirigentes ofrecían una conferencia de prensa en Washington, en la que Bush aseguró que Irak no era una obsesión y que no se acuerda de lo ocurrido «hace tanto tiempo».

Publicaciones Relacionadas

Más leídas