Desde el día que vio la luz de la vida en el municipio de Castillo, provincia Duarte, al Nordeste de la República Dominicana, la existencia de Joselyn Joaquín de Jenkins estuvo marcada por el dolor. Su infancia definida por la violencia doméstica a manos de su padre, un tormento que la obligó a crecer entre el miedo y el desaliento. A los 13 años, la expulsaron de su hogar, dejándola a su suerte. Encontró refugio en casa de sus abuelos, pero la violencia la persiguió… Un familiar la abusó sexualmente, un cruel episodio que marcó su destino.
En su búsqueda por la estabilidad, Joselyn se unió en pareja con un militar dominicano, siendo apenas una adolescente, con quien procreó su primer hijo. Sin embargo, la relación resultó ser otra trampa, esta vez recibió la violencia doméstica de manera directa.
Varios años de maltrato la llevaron a tomar decisiones muy radicales incluso atentar contra su vida, hasta que finalmente encontró las fuerzas para abandonarlo e intentar una nueva vida.
Puede leer: Pondrán en circulación libro “Redimida”
“La última vez que me golpeó me fracturó ambos brazos, me dejó casi muerta. Al separarme tuve que dejar a mi hijo, porque no tenía donde vivir, ni recursos económicos para mantenerlo”, recuerda Jocelyn. Agrega que un militar de alto rango le pidió no denunciar su agresor para que no “afectara su carrera” en la milicia dominicana.
Dolor se esconde tras el amor
El ‘gusanito del amo’ llamó nuevamente a su puerta. Esta vez de la mano de un puertorriqueño que le hizo creer en un futuro mejor más allá de los mares. Junto a él emigró a la vecina isla , pero la promesa de una vida mejor se rompió rápidamente. Lejos de su casa, su familia y su cultura, en su nuevo hogar, Joselyn volvió a enfrentarse a la violencia de género, esta vez enmascarada de insultos y humillaciones.
Con el corazón roto, y en búsqueda de un mejor futuro, decidió trasladarse desde la isla del encanto a Miami, Florida, buscando una oportunidad para encauzar su vida. Pero, el destino aún le tenía duras pruebas.
En la celebrada ‘ Ciudad del Sol’, se rodeó de un grupo de amigos que la introdujeron en el consumo de ‘drogas duras’. Lo que comenzó como una oportunidad para “encajar” en un círculo se volvió un laberinto. La cocaína se volvió su compañera, y en su caída, se vinculó sentimentalmente con un traficante que la introdujo al mundo del narcotráfico.
“Este señor me contó a lo que se dedicaba y a la vez me invita a mudarme con él, con la condición de que lo ayude en su “trabajo” y yo acepté”. El desenlace fue inevitable: la cárcel. Entre rejas, enfrentó las consecuencias de sus decisiones y las huellas de su pasado. Fue allí, en la soledad tras las rejas, donde comienza el proceso de redención.
“Conocí una pareja de pastores que me ayudaron a salir de prisión y me mostraron el camino de la fe. Pero el proceso de Dios en mi vida no fue tan fácil, el Señor tuvo que procesar muy bien y por muchos años”, advierte entre lágrimas y risas.
Y es que posteriormente fue condenada a 15 años de cárcel en Miami y la condición para salir de prisión tras cumplir la mitad de la pena fue aceptar la deportación a la República Dominicana.
De vuelta
Una vez en suelo dominicano cuenta Joselyn que rápidamente se las ingenió para lograr regresar a Estados Unidos. Esta vez de manera ilegal.
En este nuevo viaje conoció un joyero de la Florida con quien se casó, tuvo su segundo hijo y pensó que finalmente estaba frente a la estabilidad que tanto había perseguido.
Este no reguló su situación migratoria. “Fui a una prisión federal por 46 meses y posteriormente me deportaron, sin mi hijo y sin nada, tuve que empezar de cero aquí”, recuerda.
Tras la deportación el esposo de entonces logró divorciarse de ella y quedarse con la custodia de su hijo.
El renacer
Una vez en este país, se ve en la obligación de comenzar de cero.
“Trabajé en un call center, gracias al idioma inglés y además porque es el único lugar que empleaba a personas deportadas, pero además empecé a visitar la iglesia y ahí empieza mí camino a la redención”, asegura.
Ya estando congregada, en el año 2013 se gradúo en el Instituto Bíblico y conoció a su actual esposo, el canadiense Donald Jenkins.
“Ese fue otro proceso… Los sistemas no creen en la regeneración de las personas, por mis antecedentes mi proceso para irme con mi esposo a Canadá duró cinco años, pero lo logramos”, dice en entusiasmo.
Ya en Canadá , encontró la paz y con 50 años de edad, pudo ingresar a estudiar la secundaria y posteriormente en el 2018 se formó como Trabajadora de Apoyo Comunitario.
En la actualidad, Joselyn Joaquín es una evangelizadora con entrenamiento en prevención de violencia, guerra espiritual y consejera espiritual que usa su propia historia como instrumento de sanación para ayudar a otras mujeres.
Recientemente, puso a circular su libro “Redimida”, una obra en la que desnuda su historia con valentía. Fue publicado en el país por la editorial Santuario y la Red Nacional de Clubes de Lectura de República Dominicana.