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El ferry poético de Alexis Gómez

<P><STRONG>Libros<BR></STRONG>El ferry poético de Alexis Gómez</P>

El ferry poético de Alexis Gómez Rosa no solamente es la historia de un viaje entre las islas para cantarle al amor, sino para rendirle homenaje a un sinnúmero de poetas cuyos versos o títulos de libros a medias resuenan como ecos lejanos.

El primero de esos homenajes literarios es a Marcio Veloz Maggiolo y su texto “Materia prima”, que Gómez Rosa lo celebra con su verso “Animal hecho de la materia prima/de la muerte” (p. 18) y a renglón seguido encontramos un verso que recorta el título de la definición de  la poesía por Antonio Machado: “Sobre tu cuerpo la noche/avanza mi palabra en el tiempo.” (Ibíd.) Si los dos textos no estuvieran uno a continuación de otro no hubiera razón para relacionarlos, pues en poesía las palabras son memoria de otras palabras y la relación que entablan es de significancia, proceso del sentido. Esto autoriza al crítico a buscar continuamente relaciones entre los componentes del texto: fonemas, morfemas, frases, oraciones, fragmentos, párrafos y, finalmente la totalidad de la obra. 

Más adelante encontramos más ecos de poetas, poemas y libros. Por ejemplo, en el poema “Paraíso interior” existe este eco de Franklin Mieses  Burgos,: “testimonios, fugas y desnudeces/de tu ilusión mejor.” (p. 23) Un segundo eco de Mieses Burgos más evidente, es decir que no exige un alto grado de simbolismo, se halla en el poema “Alquimia de enredo”, cuando Gómez Rosa escribe: “en un merengue torrencial/que nunca más se acabe”. (p. 26).

Diálogos de poema a poema, de poeta a poeta, con la literatura francesa es lo que entable Gómez Rosa con Paul Valéry en el texto “Adivinanza”: O como dices tú:/letras del cementerio/marino.” (p.30) O en “Video clip” hallamos esta referencia a Eliot: “quema en la terminal de una lengua/baldía, la heroica superficie/de admiración y gemidos.” (p. 31)

En el poema “Nocturno de Guarina el homenaje a Vallejo es titular: “en los azulejos del bar,/ron-caña y cerveza,/trilce luna.” (p. 33) al lado de un gerundio loco: “Frente a la nochel,/articulando mis pasos/por tu insomnio.”(Ibíd.) Gerundios mal colocados son los que califican partes de la oración que no son verbos y adverbios, o sea que un gerundio bien empleado siempre califica a un verbo o adverbio, pues el gerundio funciona como un adverbio. No señalaré los otros lugares donde se encuentra este vicio en el texto de Gómez Rosa. Al final del poemario encuentro un homenaje al título de una obra de Efraim Castillo: “alfa y omega/del polvo en sus confines” (p. 65). No discutiré si esto es consciente o inconsciente. El crítico lo único que tiene hacer es dar cuenta de que tal figura se encuentra en el texto y luego “Qué hago con ella?  Y un último homenaje a Mieses Burgos se encuentra en el poema “Clandestinos”: “En el trópico íntimo de una playa/nocturna, o en la ilusión de metrópolis” (p. 73)

Las figuras en un texto poético son perlas raras que deben quedar evidenciadas por el sentido nuevo que poseen, ya que como sentido es un conocimiento nuevo que muchas veces no poseemos el método de su elucidación, pero intuimos por los contextos que rodean a tales figuras que su semántica contradice la tradición.  Por ejemplo: “los amantes pierden la cabeza/en el ping pong de las cavilaciones” (p. 73). Usted no encontrará en la poesía dominicana una figura semejante. Hay que enfrentarla en el texto. Mediante los contextos mediado e inmediato. Sabemos lo que es ping pong, pero el sentido exacto de un ping pong que cavila es nuevo. Igualmente en el poema “(Variación única), me encuentro con esta figura inusitada: “Libres al caminar la mañana,/que iluminara/una tormenta de alondras.” (p. 3) Sabemos lo que es una bandada de pájaros, pero una “tormenta de alondras” es una figura cuyos sentidos estamos obligados a descubrir, a inventar, si se quiere. El fenómeno de la naturaleza unido al canto  hechicero del ave es algo extraordinario. Podemos tomar el sentido de “alondras” por los poetas mismos que dominan el canto, es decir la composición del poema. Dominan el ritmo, no la musicalidad del poema. O esta invención léxica que nos convida a descubrir: “¡Ay de ti mujer/si en tu sangre me anuda/el alma erranticista.” (p. 40)

Donde otro poeta  diría “el alma errante”, Gómez Rosa se inventa una palabra nueva: “erranticista”. ¿Deseo de cientificidad de la poesía?  Otra invitación a descubrir, en el poema “¡Viva la madre que te parió!, se funda en  una muletilla deportiva: “frente a la noche, un bosque a ley/de tinieblas, hecho todo de tinieblas.” (p.36). Existe ahí un sentido a punto de nacer o que el poeta visualiza como naciendo, espectáculo que se registra en la naturaleza cuando nos atrapa en la carretera ese tiempo intermedio entre el alba y el día y solo tenemos esa neblina difusa, propia  de los climas templados.

Gómez Rosa continúa reviviendo el decir sorprendente de la Poesía Sorprendida y de los grandes poetas que no cesan de sorprendernos con sus hallazgos, con sus figuras nuevas, no dichas anteriormente por otros poetas. Este proceso de la escritura es el que llena de gozo a quienes leen el poema donde se halla semejante figura nueva. Quienes siguen la tradición le llama goce estético. Otros, intermedios, como Barthes, le llaman placer del texto. Para la poética es simplemente placer de la lectura, pues a través de ella descubrimos los sentidos inéditos y el dominio de la escritura que posee el poeta. Y esto produce un placer inmenso. Y una conciencia singular: sabemos que con ese hallazgo o sentido nuevo de las figuras del poema no podemos hacer nada. Ni siquiera escribir otro poema, pues corremos el peligro de plagiar al creador de la figura primaria. Nos quedo solamente el placer de la lectura.

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