Cuando se habla de poesía dominicana de la segunda mitad del siglo XX hay que incluir el nombre de Alexis Gómez. Fundador de La Antorcha, un grupo de escritores también llamados de post-guerra, por haber surgido después de la Revuelta de abril de 1965.

Gómez fue una de esas pocas voces que asumió la trascendencia de una derrota que no se pudo ver clara sino una década después, cuando los dominicanos que habían luchado por la democracia y la constitucionalidad tomaron conciencia de que todo se había ido por la borda y que tenían que enfrentar la verdera guerra del día a día.

Desde entonces, sexo, trasiego, isla, Nueva York … han llenado sus libros todos distintos, productos del afán de compartir con los lectores su última verdad.

Poeta culto, desacralizante, con un manejo del lenguaje que se evidencia en el ritmo de su versificación y en la mezcla de términos que abarca desde el uso de palabras culteranas hasta el léxico urbano de los grupos marginales –incluyendo el spanglish- caracerísticas que quieren ocultar, que Alexis Gómez es un poeta sensible y romántico que se defiende a dentelladas con sus versos de una realidad cada vez más aniquilante.

Ferryboat de una noche invertebrada es su último libro de poemas.

Escrito, o terminado, en el 2006, después de leerlo me pareció que el título resultaba una gran metáfora de su vida, una vida en pleno movimiento, en un constante irse, cruzar al otro lado, con sus luces y sus sombras, con sus amores idealizantes que convierten a una prostituta en heroína de cuentos y novelas románticas.

Y es que Alexis no soporta el actual  deterioro de un amor hecho a base de trueques; llámense estupefacientes,  alcohol,  trabajo, oportunidad…Su corazón sangra ante  la mentira de un cuerpo que se entrega, y luego despierta con los ojos vacíos, 

Entonces, para evitar morirse de tristeza,   Alexis Gómez se convierte en  boca de furnia y alma de gorrión, se pone el traje agresivo de la palabra desnuda, contestataria, escandalosa, que milagrosamente se equilibra por el manejo de la musicalidad, trenzando distintos aspectos de una vida donde el sexo y la isla, el trasiego y la trampa, la sensación perenne de partida, de no pertenencia, edifican una existencia en que la angustia es la piedra de soporte.

Pero esto, que no es más que tema y motivo de su libro, no se queda ahí,  se transforma por el hombre-poeta que de manera madura comienza a disfrutar la melancolía de las olas y de  la luna, de la playa blanca o llena de desechos… y mediante estas viviencias cotidianas va abordando la  tristeza dulce del recuerdo de lo que  no volverá, consciente de que ya pertenece a un pasado que lo ha conformado hasta el día en  que lo amortajen con una sonrisa  lila y los dientes arroceros distendidos de felicidad.

Experimentador libérrimo, escritor de todas las fórmulas,  fusionador de aquellas que prefiere como el barroco español, los poetas dominicanos del 40, la Biblia,  Dereck Wallcot… Alexis Gómez ejerce una intención abarcadora y totalizante donde algo de la vida que le ha tocado puede atisbarse o sentirse.

Hablar de él de manera organizada, tratando de colocar por orden de prioridades su inteligencia, su amplia cultura, su fardo vivencial, su honestidad ante sí mismo, su  desfachatez llena de profundidades, sería una ofensa para él,  que nos ofrece sus sentimientos para que sean sentidos, pero sobre todo que ha utilizado siempre la poesía, para que sea su puente con la vida,

Alexis Gómez Rosas: gran.poeta de su época, gavillero de la palabra, sobreviviente del frío y de las sombras del Norte,  hijo esencial de la ciudad amurallada, donde al fin su voz de trueno ha podido encontrar la paz, sabe que la poesía es su infierno y su cielo, y amarrado a ella en un acto de permanente fidelidad, saca la cabeza, respira hondo y nos ofrece Ferryboat de una noche invertebrada: un gran libro, escrito por un gran poeta.