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Festival de ideas nos  mira y nos piensa

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Tal parece que existe la convicción de que en el país la producción intelectual está pasando por una etapa de agotamiento, de un estancamiento preocupante que se evidencia en el cierre de espacios académicos e instituciones relacionadas con la investigación. Una mirada retrospectiva, desde la segunda mitad de la década de los sesenta hasta la primera mitad de la década de los ochenta, comparado con lo que hoy existe, preocupa.

Esa aventura intelectual dominicana (tomando prestada la frase a Andrés L. Mateo) parecería que sólo ha tenido en el esfuerzo de la diáspora en Estados Unidos y su determinación de pensar lo dominicano, el punto de inflexión entre el estancamiento perpetuo y el resurgimiento. Entre ambos, y en el territorio, sólo la imperturbable disposición de ánimo de  unos pocos intelectuales  impide que se pueda hablar de estancamiento en término absoluto.

Pero la producción intelectual de un país precisa de elevados niveles de articulación con lo social, económico y cultural, que la recrea y promueve, la determina y a su vez es determinada. Es la conocida dialéctica entre el  ser y la conciencia… del sujeto y el pensamiento.

Cuando en el 2009, a propósito del 146 aniversario de la Restauración, la Dirección de Información y Prensa de la Presidencia y el Archivo General de la Nación decidieron realizar lo que finalmente se denominó el Festival de las Ideas, imagino que partieron de un diagnóstico similar, pero con la diferencia de que el panorama pesimista les sirvió para lanzar esa iniciativa, la que visualizo como un grito, no lastimero, sino del optimismo de la voluntad que convoca a dar la pelea para revertir la situación.

Dejando ese vocabulario de gesta, la verdad es que la trascendencia de la puesta en circulación del libro Retrospectiva y perspectiva del pensamiento político dominicano,  que recoge estas ponencias, es un aporte significativo a la presente generación de dominicanos que ha perdido el rastro, ese hilo conductor que desde el pasado nos envía claves para la construcción de una sociedad a la que aspiramos. Al fin y al cabo, necesitamos dejar de mirar el pasado como aquello que no debimos ser y hacer y en cambio, ver el presente como la sempiterna condición del individuo en sociedad. Lo primero, nos conduce a la mismidad, la inacción y la derrota espiritual. Lo segundo, a volar alto y mirar lejos, como el guaraguao.

¿Por qué valoro la importancia de esta compilación de ponencias que componen el libro?  Porque me parece un gran acierto la elección que en materia de las ideas políticas era preciso empezar a debatir y quiénes serían los que abordarían cada uno, fue tarea no menos difícil. El resultado fue una serie de conferencias compendiadas, donde el poder de síntesis  deja claramente establecido que sus autores no son unos improvisados.

Esta última afirmación puede parecer innecesaria. Pero no lo es si consideramos el número creciente de expertos que sobre todo, en los medios de comunicación y en los centros académicos se presentan como tales,  pero sin la dedicación y el oficio que deberían avalarlos; con intervenciones efímeras y discontinuas con sus objetos de estudio, y que fatalmente, son hacedores de opinión y presionan la agenda pública.

Esta situación obliga a reflexionar las consecuencias del retraimiento de los intelectuales. Porque en el mundo de la vida, la sociedad dominicana no ha dejado de pensarse a sí, sino que lo está haciendo desde la miseria del pensamiento cuya mirada se queda en la epidermis.

Por eso, este libro es más que la suma de sus partes, es un viaje de ida y vuelta al pasado, cuyo compendio en divisiones capitulares revela que no se está frente a intelectuales proféticos cargando con la verdad autoproclamada, con la revelación y el recetario debajo del brazo, sino por el contrario, investigadores que intentan descifrar enigmas, claves, puntos ciegos en la historia de las ideas políticas con un propósito más modesto: contribuir a conocernos y comprendernos como nación.

Pero presentar una obra tan variada como esta no deja de ser una empresa exenta de dificultades al decidir cómo abordarla. El número de temas tratados y la diversidad de aristas y enfoques hacen inviable la pretensión de un juicio crítico a cada ponencia. De modo que situándome en lo que creo puede ser el interés primario de los lectores, me decidí por describir sucintamente los capítulos.

Retrospectiva y Perspectiva del Pensamiento Político Dominicano.

 Este primer capítulo, Retrospectiva y Perspectiva del Pensamiento Político Dominicano, comienza con el ensayo La Validación Intelectual de la Dictadura Trujillista. Andrés L. Mateo plantea lo que entiende son los elementos que singularizan la dictadura y en consecuencia, la distingue de sus homólogas en el continente. Asume que el trujillismo no fue una ideología en el sentido estricto, pero se legitimó a partir de un conjunto de mitos construidos como respuesta a la decepción del pasado.

Destaca el mito fundacional a partir de la reconstrucción de la ciudad de Santo Domingo luego del paso del ciclón San Zenón; el mito de confirmación que tuvo como punto de referencia la matanza de haitianos en 1937; el mito de la paz, con iniciativas en el sistema de instrucción y, finalmente, el mito de la independencia económica a partir del pago de la deuda externa.

Señala que el trujillismo se apoyó en una combinación inédita del arielismo con el hostosianismo, de los que se sirvió para cimentar la esencia discursiva del trujillismo: el nacionalismo.

La segunda entrega del capítulo es de Bernardo Vega, con el ensayo La Justificación Intelectual de la Dictadura. Si el autor que le precedió dejó sentados los temas clásicos que suelen considerarse como los componentes de la ideología trujillista, Bernardo tiene la virtud de ponerle fecha y nombre de los responsables. Demuestra el carácter coyuntural, discontinuo y hasta contradictorio con que la dictadura abordó  temas tales como el anti haitianismo,  el catolicismo, nazi fascismo, entre otros.

En  un empeño por ponerle carne a la teoría, descubre razones, protagonistas, papel jugado por los principales intelectuales al servicio del régimen, no como un corpus homogéneo e indiferenciado, sino ubicados en su tiempo; las coyunturas políticas y las ideas con que las enfrentaron.

Un aporte de incalculable valor es que desconstruye las bases de sustentación del antihaitianismo trujillista demostrando que en sus ejes principales: la peligrosidad del problema demográfico; la necesidad de un dictador dominicano; los efectos negativos de la migración haitiana sobre la religión y la hispanidad; la dominicanización de la frontera y el haitiano como holgazán, entre otros,  sencillamente, resultaron predicciones fallidas.

El tercer ensayo, Las raíces Ideológicas de la dictadura de Trujillo y su proceso de resurrección, a cargo de Franklin Franco, se asume que ciertamente el trujillismo elaboró un sistema armónico que le sirvió de orientación y guía ideológica pero que sus raíces  se encuentran antes de la dictadura, que resumió las ideas tradicionales de la oligarquía dominicana. Por tal razón se explica que la oposición de la oligarquía a Trujillo fue de corto tiempo, no así su integración.

Aunque asume que el aparato ideológico trujillista no permaneció estático y temas centrales se readecuaban y reconfiguraban en determinadas coyunturas. Pero, en el caso del culto a la personalidad y el providencialismo, fueron ideas que permanecieron como una constante del régimen.

En síntesis

Raíces ideólogicas del Régimen Trujillista

Franklin Franco  considera como puntos de partida del resurgimiento de la ideología trujillista: la consignas de culpabilidad de todos frente a la tiranía, en tiempo del Consejo de Estado, teniendo como protagonista principal a la cúpula de la Iglesia católica y  la consigna  de borrón y cuenta nueva, con la emergencia de Juan Bosch al poder en 1963. Una de sus consecuencias más notable fue la llegada de Joaquín Balaguer en 1966 y con él, el más prominente auspiciador del trujillismo después de Trujillo. Por supuesto, cada enunciado, el autor lo argumenta consistentemente.

Fundamentos del despotismo

Es una interesante mirada que da  Richard L. Turrists, de la Universidad de Michigan,   que se sitúa en una perspectiva distinta respecto a la explicación del apoyo del campesinado al régimen. El autor devela que la propaganda no puede ser tratada como causalidad principal y sí políticas agrarias concretas, concebidas por intelectuales y funcionarios de la talla de Rafael César Tolentino, Rafael Espaillat y Rafael Vidal.  sostiene que en esos intelectuales predominaba una idea del progreso que establecía la ruta hacia la modernidad, estimulando la expansión de una economía campesina mercantil.

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