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Una  radiografía a la muerte de Trujillo

<STRONG>LIBROS<BR></STRONG>Una  radiografía a la muerte de Trujillo

“Malfin픠 es el título del libro del  general retirado y laureado escritor José Miguel Soto Jiménez recién publicado por la Editora Corripio. Esta obra,  a pesar de que gira en torno a la figura de Rafael Leonidas Trujillo Molina, no es una biografía   convencional del tirano. No es un volumen más de los cientos que aquí se han escrito acerca de Trujillo. Es un estudio acabado y juicioso sobre la muerte del sátrapa  en donde se exponen las argucias políticas y los vicios personales de éste y de quienes  lo ajusticiaron.

¨ Malfiní ¨ de Soto Jiménez  es un viaje a los infiernos a través de la reconstrucción de la atmósfera de terror y de miedo que Trujillo forjó a lo largo de más de 30 años de  uso ilícito del poder. Más que un extraordinario ejercicio de gran profundidad narrativa, el libro de Soto Jiménez es un testimonio escalofriante sobre el ajusticiamiento del tirano perpetrado por gentes de su entorno pasada las  10 de la noche  del martes 30 de mayo de 1961 en la avenida George Washington y carretera de Santo Domingo  a San Cristóbal.

A pesar de que muchos pliegos relativos a la llamada Era de Trujillo se han perdido o destruido, en los diez años que empleó en escribir su obra, Soto Jiménez  pudo consultar decenas de documentos que aún quedan relativos al ajusticiamiento de Trujillo y a las personas comprometidas con ese hecho. El laureado escritor pudo contar con el testimonio de cientos de personas y emplear herramientas forenses y técnicas actualizadas de investigación. Hubo de trabajar a prisa. Estamos viviendo en la última década en que será posible recoger testimonios sobre los hechos y circunstancias que rodearon la muerte de  Trujillo.cianas. Aquellos jóvenes sanos, capaces, vitales y valientes que protagonizaron y que sobrevivieron a los hechos que dieron al traste con la dictadura de Trujillo son hoy personas  que cumplen con el destino que Dios a todos nos ha asignado. Hoy, apenas quedan con vida testigos que, a la sazón, ocuparon puestos importantes.

A pesar de haber trascurrido casi medio siglo de su muerte, todo lo que se refiere a Trujillo produce en los dominicanos un interés muy intenso, unas veces de repulsa y odio; otras, de respeto, y hasta de admiración. Es que no resulta fácil situarse en una actitud imparcial frente a él porque aún perduran emociones desequilibradas. ¿Cómo un hombre como Trujillo, criminal e ignorante, un nalgas afuera de San Cristóbal que sólo sabía de caballos, puercos y vacas, pudo ascender al poder y manejar un país tan levantisco como éste durante más de 30 años? ¿Cómo Trujillo pudo tener a su lado gente tan distinguida como Ramón Emilio Jiménez, los hermanos Max y Pedro Henríquez Ureña, Julio Ortega Freir, Manuel Arturo Peña Batlle y otros? ¿Por qué resulta tan indispensable el estudio de la Era de Trujillo para comprender al paísde hoy?

Trujillo le ocasionó dolores y trastornos a un número elevado de familias, y es responsable de la comisión de miles de asesinatos. También, benefició a otros tantos, proporcionándoles bienestar que alcanzan varias generaciones. Pero ello, no terminamos de sepultarlo. 

¿Cómo ajusticiaron a Trujillo? Valiéndose, entre otras técnicas de investigación,  de levantamientos  perimétricos;  y de análisis de contenido de materiales escritos, fotográficos, cinematográficos y televisivos, José Miguel Soto Jiménez nos presenta en su  obra un cuadro muy aproximado a la verdad de lo ocurrido la noche del 30 de mayo de 1961.

Los conjurados se organizaron en grupos para actuar en su respectiva área de competencia tan pronto recibieran información fidedigna  del día en que Trujillo viajaría a San Cristóbal. Los responsables de transmitir esa información al grupo que habría de ajusticiar al tirano fueron el teniente Amado García Guerrero del cuerpo de ayudante de Trujillo  y Miguel Ángel Báez Díaz, este último por tener acceso directo al grupo que acompañaba al sátrapa en sus frecuentes paseos nocturnos por el Malecón.

Tal y como lo relata el autor de Malfiní, Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadhalá, Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda Pimentel y Roberto Pastoriza Neret fueron quienes acometieron con éxito la eliminación física del tirano. Para ello se desplazaron en tres vehículos: un primer carro conducido por Antonio Imbert, acompañado por Antonio de la Maza, quien ocupaba el asiento derecho delantero, y por Salvador Estrella Sadhalá y el teniente Amado García Guerrero, quienes iban sentado detrás, y que, estacionado en las cercanías del teatro Agua y Luz, permanecían en acecho de que el auto de Trujillo pasara; un segundo vehículo, estacionado en dirección oeste-este  a cuatro kilómetros de la Feria Ganadera conducido por Huáscar Tejeda acompañado de Pedro Livio Cedeño; y un tercero, conducido por Roberto Pastoriza  que aparcó en el kilómetro 9 de la autopista en dirección a San Cristóbal.

El vehículo conducido por Antonio Imbert le daría caza al carro del tirano, en tanto que los dos restantes, a señal de cambio de luces provenientes  del primero, interceptarían el carro del tirano para obligarlo a detenerse. Tan pronto los ocupantes del primer carro avistaron el del déspota se inició la cacería. El vehículo conducido por Antonio Imbert Barrera se colocó paralelo al de Trujillo, a tiempo en que Antonio de la Maza y Amado García Guerrero dispararon sus armas. El disparo hecho por Antonio de la Maza con una escopeta recortada y cargada con cartuchos rellenos de bolas de rodamiento  dio en el blanco en la anatomía del tirano.

Tan pronto impactaron el carro de Trujillo, su chofer el capitán  Zacarías de la Cruz, frenó de golpe e intentó hacer un giro para retornar a la ciudad de Santo Domingo y así salvar a su jefe. O el vehículo no le respondió  o Zacarías decidió detenerse tan pronto advirtió que el Jefe mal herido había abierto la puerta trasera del carro. El automóvil manejado por Imbert rebasó el coche del tirano. Luego giró en U hasta colocarse a pocos metros de distancia de su objetivo, dando inicio a una balacera. Instantes después, un tercer carro entró en acción, el conducido por Huáscar Tejeda que vino desde  poco más allá de la Feria Ganadera donde estaba estacionado. El encuentro a tiros entre Trujillo, su chofer y los conjurados duró alrededor de 10 minutos. El sátrapa  resultó muerto en la acción, después de haber recibido  6 heridas de balas, dos de ellas mortales por necesidad y su chofer herido. De parte de los complotados, Antonio Imbert, Amado García Terrero y Pedro Livio Cedeño resultaron heridos, este último, de suma gravedad.

Fue a las cuatro de la tarde del miércoles 31 de mayo de 1961 cuando el gobierno dominicano difundió al país y al mundo a través de la Radio Televisora oficial  La Voz Dominicana la noticia de que  Rafael Leónidas Trujillo Molina había sido ajusticiado. Escribir sobre Trujillo, si no es la intención, al menos es una manera de rendirle homenaje al tirano. Los anti trujillistas condenarán a quien lo hace, y, de su parte, los trujillistas a ultranza no admitirán los improperios y las burlas que sobre su jefe se escriban. Así, el general Soto Jiménez,  se verá entre fuegos cruzados. Es el precio que el laureado intelectual habrá de pagar por escribir sin miedo y sin vacilaciones.

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