Licencias que valgan la pena

Licencias que valgan la pena

El esfuerzo por controlar la circulación de vehículos de motor e imponer respeto a la ley en todo lo que tiene que ver con ese renglón no ha incluido la cabal conversión de las licencias para conductores en un documento de garantías en el cumplimiento de requisitos. La conducción debe estar siempre a cargo de personas que han pasado pruebas sobre conocimiento de las normas que importan, previo entrenamiento preventivo y de educación cívica elemental con certificación de salud física y emocional y buena conducta. El organismo central de reglamentación del tránsito y transporte debe de estar consciente de que sin rigor en las teorías y sin rigor en la aplicación de las normas, el país no saldrá de la interminable racha de accidentes con saldos de muertes, heridos y daños a la propiedad que mantiene en las mentes de muchos habitantes y visitantes la fuerte impresión de que existe poca seguridad para desplazarse por calles y carreteras.

País en el que graves hechos pueden ocurrir a causa de máquinas pesadas y ligeras a cargo de individuos autorizados sin que ningún organismo demuestre que se ocupó de establecer estrictamente si estaban aptos para ello. No puede afirmarse en absoluto que entre las miles de autorizaciones expedidas al año no estén flagrantemente metidas las incompetencias y vacíos de criterios de muchos que después quedan en los vórtices de las tragedias.

Un rol básico para Senasa

El Seguro Nacional de Salud es estatal y por definición un ente para los fines primordiales de protección al ciudadano sin que medie el afán de lucro que es inevitable en el ámbito privado. Como herramienta para causas de interés social así establecida por el Poder, puede y debe ser de máxima utilidad. Un parámetro para el mercado de seguros de salud en el que año por año las otras administradoras reportan porcentajes de beneficios que envidian muchas empresas de otros géneros.

Reservarle a Senasa el ámbito laboral de la Administración Pública es legítimo y resta cargas a las otras aseguradoras cubriendo el inmenso sector subsidiado. Sin Senasa no se podría aspirar mucho a la justiciera universalidad del sistema asistencial; con ruegos de que la política no dañe las cosas como suele ocurrir.

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