CARMEN MATOS
c.matos@hoy.com.do
Las condiciones en que los más de 1,300 alumnos del Liceo Hato Damas de esta comunidad de San Cristóbal reciben docencia no son tan sólo precarias y antipedagógicas, sino además un riesgo a su salud.
Aunque el centro fue fundado en el año 1984, aún no tiene plantel y utiliza las instalaciones de la escuela básica Hato Damas, así como una enramada que fue construida por miembros de la comunidad.
Por ello, en un mismo recinto de tan sólo 12 aulas, confluyen cuatro centros educativos que se reparten tandas matutina, vespertina y nocturna, y que han cobrado su tarifa en desmedro del edificio.
La escuela básica matutina y vespertina; el Liceo vespertino y la escuela para adultos en la noche, tienen a cientos de alumnos de todas las comunidades cercanas.
Así, la mayoría de persianas y puertas están destruidas y en cada jornada se acrecenta la cantidad de butacas, sillas y escritorios en mal estado que son movidos de un lado a otro por los alumnos y maestros.
Para labores de limpieza, sólo hay tres conserjes disponibles que pierden la batalla ante la basura que se amontona en todas partes.
Los baños son grandes charcos difíciles de usar.
Mala educación. Las lamentables condiciones del plantel pasan a un segundo plano al compararse con la forma en que se imparten las clases, que son constantemente frustradas por elementos tan sencillos como las condiciones del tiempo.
Ninguna de las aulas tiene el espacio pertinente pata que los profesores y estudiantes se desplacen con facilidad. Debido a la sobrepoblación, los educandos deben recibir clases donde les coja, aunque esto sea en las piernas de un compañero, en el piso o sencillamente de pie.
Todos los techos son de zinc, por lo que las aulas alcanzan altas temperaturas y tienen poca iluminación.
Los maestros. Los cursos que tienen menos estudiantes asignados sobrepasan los 70 y en los dos primeros de bachiller hay 92, lo que hace de la profesión docente no sólo un reto sino además un acto casi heroico.
No se puede asignar trabajos prácticos ni tareas, prácticamente venimos a cumplir el horario, dijo Víctor García quien imparte docencia en el centro desde hace 12 años y trabaja en uno de los cursos de la enramada con 92 estudiantes
Con cada llovizna, el agua penetra a su aula y la clase queda cancelada. Al otro lado de la enramada, la profesora Wendy Castillo, con voz ronca indicó que llega a casa exhausta todos los días, ya que el ambiente escolar en que labora y sus 92 alumnos exigen que se mantenga de pie y que vocifere.
Las frases
Víctor García
Cada maestro maneja cuatro cursos, por lo que tenemos que distraer a los niños del sol y calor, con canciones y juegos
Wendy Castillo
La realidad es muy distinta de todo lo que aprendimos en la universidad sobre la profesión docente.