POR MARIEN A. CAPITAN
El emblemático liceo secundario Juan Pablo Duarte, que una vez fue una especie de buque insignia en la enseñanza secundaria oficial, está hoy en pésimas condiciones, con instalaciones sanitarias inservibles, infraestructura deteriorada y desprovisto de butacas y otros mobiliarios, lo que motiva que diariamente cuatro de sus cursos permanezcan cerrados.
Las precariedades son tales que ha habido que repartir la docencia entre los muchachos que caben.
Así, cada día dejan de asistir los estudiantes de uno de los primeros, uno de los segundos, uno de los terceros y uno de los cuartos. En total se trata de 200 muchachos que tienen uno o dos días libres a la semana, dependiendo de la rotación.
Al hablar acerca de la dimensión del problema, los maestros aseguraron que faltan al menos 600 butacas, pues a pesar de los turnos de docencia, muchos estudiantes tienen que tomar clases sentados en mesas o permaneciendo de pie.
«El tiempo así no rinde. Nosotros intentamos avanzar pero es difícil. Si tenemos que venir los sábados para reponer clases lo hacemos pero así no se puede trabajar», indicó María Madé.
Este, sin embargo, no es el único problema que tienen: también les faltan libros puesto que no les llegaron los suficientes. Esperan que lleguen, señalan los docentes, pero mientras tanto los alumnos los comparten.
Lo que nunca han sabido compartir son las butacas. Por ello decidieron turnar a los 1,100 estudiantes de la tanda matutina. En la vespertina, donde hay 1,200 esta práctica no se lleva a cabo por lo que muchos alumnos se quedan de pie. En la noche todo es más fácil: la matrícula sólo es de 650.
LA INFRAESTRUCTURA
Enclavado en plena avenida Duarte, este liceo dejó atrás la imagen nítida que mostraba cuando era apadrinado por Verizon: de aquella época sólo queda el recuerdo y un letrero en el que se anuncia la existencia de un laboratorio de informática del que no queda nada
Aunque visto desde fuera nadie puede imaginar lo que se vive dentro, en cuanto se comienzan a recorrer los pasillos la tristeza se adueña del visitante: los graffitis, las marcas negras de las filtraciones en las columnas, los techos descascarados, el sucio que ya se ha adherido a las paredes, la pintura desgarrada, las puertas rotas cuánto abandono en lugar que una vez fue ejemplo y templo de la enseñanza de toda una generación que se ha resaltado en todos los ámbitos de la vida nacional.
Pero amén de algún que otro suelo roto y de los inexistentes aros de la cancha de básquet que reclaman los estudiantes por aquello de que «sí al deporte, no a las drogas», más lúgubre resultan las instalaciones de los baños en estado calamitoso.
José Rivera, apunta que pronto será arreglado. Mientras, en los baños no hay agua ni lavamanos.
Pasando al asunto del director, su situación tampoco está clara: fue suspendido por cobrar RD$70 de inscripción. Este dinero sería usado para poder pagar el gasoil que consume la planta.
Pese a lo extraño de su situación, Rivera continúa asistiendo con normalidad al centro. Es que, al parecer, es difícil sacar a alguien que lleva 15 años dirigiendo el plantel y 27 laborando en el liceo.
A pesar de las 21 computadoras que tiene el laboratorio que fue instalado por Educación (el de Verizon ya no funciona) ninguna tiene Internet.
En otro orden, hay aulas cuyas ventanas han desaparecido para dejar un hueco en su lugar y otras donde la falta de luz es tal que da trabajo ver a la pizarra. Agujeros sobre las mesas que sirven de butacas, restos de mobiliario que deber usado a pesar de que sólo ofrece los hierros y un cementerio de butacas en el patio.