Liderazgo en crisis

Liderazgo en crisis

Hubo una etapa en nuestro desarrollo histórico cuando se levantaron ciudadanos que actuaban motivados, inspirados y dirigidos sólo por el alto sentido del patriotismo y de ver su nación hacerse grande y majestuosa.

Así nació nuestra República. Esos grandes valores han sido sustituidos por individuos guiados  por una desbordante, alocada e insaciable ansia de beneficios egoístas y muy personales. Ocupar hoy una posición dentro de las estructuras del Estado ya no es cuestión de méritos, trabajo, honestidad, honradez, capacidad y admiración de los ciudadanos. Ahora todo tiene que ver con dinero, mañas, maldad, violencia, mentira, engaño y todo tipo de actuación insana.

Los cargos cuestan mucho. Quien desee ocupar una posición debe saber que se trata de una aventura para la cual se requiere de una cantidad inmensa de recursos económicos. Y hay que tener suficiente para soportar tanto el triunfo como la derrota. Parte de la responsabilidad recae en un segmento importante del pueblo que se acostumbró a responder cuando le compran la conciencia. Por eso las denuncias y preocupaciones sobre la posibilidad de incursión en este terreno de sectores tan peligrosos como el narcotráfico, que sí tiene mucho para invertir y resguardarse, luego, tras ese mismo poder comprado.

Incluso, hay gente que tras hacerse de dinero mediante  negocios cuestionables, hoy ha tenido «éxito» en eso de la política. La consecuencia maldita de todo esto es que el Estado está siendo ocupado y dirigido por individuos a quienes les importa muy poco, por no decir nada, la suerte del pueblo, el desarrollo, el avance y el establecimiento de los buenos valores. ¿Y qué le espera a una sociedad o a un país cuando sus mejores hombres no son los que realmente logran dirigir las estructuras de poder y todas sus instituciones?

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