Ligia Amada, la sensatez y las extensiones de la UASD

Ligia Amada, la sensatez y las extensiones de la UASD

Al fin nos cae, recién pasada esta Semana Mayor, que tuvo sus inquietudes y dolores eclesiásticos -extemporáneos, por no tratarse sino del señalamiento de  males, pecados y perversidades con larga data de presencia apañada e impune-, al fin nos cae –repito- una fresca brisa de sensatez que no tiene nada que ver con la semana en que tradicionalmente se conmemora los terribles sufrimientos de Cristo. Es que esta Semana Santa, salvo excepciones, ha estado  “abbastanza male”,  como solía decir la inolvidable amiga Alba Acerboni de Martínez, ya partida de esta plano, italiana de Brescia, dominicanizada por amor, cuando le preguntaban ¿Cómo estás?

Así estamos en buen número de cosas: bastante mal, “abbastanza male”.

 Fortalecemos una modernidad que, como todo, tiene sus bondades y sus maldades. O sus maldades y sus bondades.

Se  pretende incrementar la educación. Extenderla, no mejorarla. La disposición, a descuidada vista apática, podría parecer buena y saludable. Pero no lo es, y nos lleva al término “sofista”, palabra que se deriva de la voz “sofía”, sabiduría.  Y al respecto Aristóteles dice: “La sofística es una sabiduría aparente, pero que no lo es”.

 El sofista parece filósofo, parece culto, sabio, ponderativo, pero no lo es. Platón decía que se trata de un ser  extrañísimo, cuyo ser consiste en no ser. Es que la sofística  se mueve en el ámbito de la retórica. Se trata de decir lo que puede convencer, se trata de “decir bien, de aparentar” (Julián Marías, La Sofística).

Por fortuna la Ministro  de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, Ligia Amada Melo, se opone a la construcción de nuevas extensiones de la Universidad  Autónoma de Santo Domingo. ¡Gracias a Dios!

¿Vamos a continuar creando “espacios” para la “no enseñanza”?

Los graduados de la sede principal de la UASD, en su mayoría, le parten a uno el  alma por la contundencia de su ignorancia. La cosa viene de lejos. A mediados de 1970, con motivo de la publicación de mi libro “Acción y Presencia del Mal”, se efectuó un acto en la Biblioteca Nacional en el cual expusieron ilustres personajes de nuestras letras y ciencias.

 Pedro Troncoso Sánchez, siempre generoso, propuso que una joven recién egresada con excelentes notas de la UASD ocupara el lugar “de los vejestorios” y opinara acerca de la obra. La joven, sin empacho, declaró que sólo había comprendido las tres últimas secciones del libro. ¡Eran tres artículos que nada tenían que ver con los temas tratados!

Hemos continuado navegando en ese Mar de Sargazos.

Recientemente me he enterado que para la obtención de ciertos empleos mínimos se requiere el título de Bachiller, que una vez fue importante y le costó problemas a mi padre cuando, adolescente, se opuso a incluir el calificativo de “Don” a la tarjeta personal de un caballero que insistía en que tenía tal derecho, puesto que era Bachiller. Hoy ¿qué significa ser Bachiller? Ser un preludio de ignorante.

Las preocupaciones activas de Ligia Amada Melo me consuelan.

Me florecen esperanzas. No más centros educativos.

Sino mejores, disciplinados, bien retribuidos y dignificados.

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