Lilís, Sagaz dictador

Lilís, Sagaz dictador

GUSTAVO GUERRERO
Ceferina Chaves fue una ilustre matrona benévola y autoritaria en el contorno de Guayubín. Decidía con brío en las vastas llanuras bajo su pertenencia y albedrío. Y se le respetaba en sus dictámenes sin privilegio de apelación. No lo necesitaba. Sus sentencias eran justo en lo certero, en el punto medio de aquellos predios.

Tan amplia era su fama y su poder, que ni Ulises Heureaux, Lilís, con toda su garra de dictador y su omnímoda voluntad sin fronteras no se atrevió, nunca, a rechazar las determinaciones de esa ilustre matrona de la Línea Noroeste que se llamó Ceferina Chaves como la menciona José Martí en sus Apuntes de un Viaje a Santo Domingo (1895), o Severina Calderón como la designa el Vate Jiménez en importante carta donde relató la visita que hubo de hacer en 1886 en la ilustre casona de Guayacanes donde se encontraba refugiado Eugenio Deschamps, huyendo de las persecuciones de los esbirros de Heureaux que lo buscaban con órdenes severas de eliminarlo en cualquier lugar que lo encontraran.

Luego de iniciada una revuelta en la Línea, Lilís la dominó y limpió la comarca de enemigos. A muchos los apresó y a otros los fusiló. Muchos lograron escabullirse por la frontera hacia Haití. Entre los primeros se encontraba José María Jiménez, mejor conocido como el Vate Jiménez, debido a la espontaneidad creativa de sus versos satíricos.

Un grupo de jóvenes santiagueros hicieron franca oposición eleccionaria a Ulises Hereaux por las calles de su ciudad. Fueron acosados por los servidores del Dictador y se vieron obligados a huir hacia la Línea Noroeste a reunirse con las fuerzas comandadas por Benito Monción. Los derrotaron en Altamira, luego en Amina y Mao y finalmente en Sabaneta donde fue apresado el Vate Jiménez y llevado por Lilís a Guayacanes donde doña Ceferina Calderón la famosa línder de esos contornos.

Allí, el Vate Jiménez, para su sorpresa se encontró con Eugenio Deschamps quien había ido a buscar amparo en la madre de su futura esposa Balbina Chaves. El milagro del amor lo cubrió con sus alas.

Lilís respetó la decisión de doña Ceferina de respetar la integridad «física de Deschamps a pesar de que éste comentaba entre sus amigos -y el comentario llegó a oídos del Dictador- que Heureaux era un general de los Cintajos que no es más que un mono haciendo reír a las gentes por querer ceñir en su flaca cintura de gorila la noble espada de César, no sabiendo que de César a él había la misma distancia que de la caricatura a la estatua, que de la bestia al hombre». Más tarde estos mismos términos, más ampliados, se los escribió en carta abierta el 28 de octubre de 1893. Imagínense las ganas que tenía Lilís de apresar y fusilar sin contemplaciones a opositor tan tenaz y agresivo, pero estaba de por medio Doña Ceferina y su voluntad de conservar la vida de Deschamps había que respetarla, para bien de su política, como al efecto sucedió en aquella oportunidad.

El encuentro del Vate Jiménez con Eugenio Deschamps en la casa de Doña Ceferina Chávez es uno de los relatos más interesantes en la accidentada vida del Dictador Ulises Heureaux.

Al llegar Lilís con su prisionero donde Doña Ceferina Chaves «bajo la guardia e impero su conciliación y diplomacia», se sentaron a la mesa y cuando comían, Lilís le preguntó de sorpresa al Vate Jiménez: «Dígame, mi jefe, no podía usted reditarme unos versos muy bonitos que me dicen que pronunció en Santiago»?.

Deschamps clavó en el Vate Jiménez, su mirada de águila, como diciéndole: «Lárguesa ahora en su misma cara». Jiménez sacudido por una fuerza extraña, recitó y a medida y a medida que avanzaba era abrazado por el relámpago de la mirada de aquel hombre como si quisiera devorar al Vate;
Se acerca la fecha honrosa
de la lucha eleccionaria
en que se hace necesaria
de todos la unión hermosa
no aspiramos a otra cosa
en nuestra campaña abierta
que abrir con honor la puerta
de la libertad sagrada
por la recia planta hollada
despierta pueblo despierta…
Al terminar de recitar fue entonces cuando temblé de veras, por que Lilís le dijo fríamente: «Muy buenos y muchas gracias». Por supuesto la incertidumbre se clavó en el ánimo del Vate Jiménez y aquella noche no pudo dormir.

Pero Lilís contrariamente a lo que todo el mundo pensaba, actuó de manera inteligente inclinando aquel acontecimiento a su favor. Se llevó al Vate Jiménez a Santiago y allí mandó a buscar a su madre, a la cual, después de tratarla con fina cortesía, le entregó a su hijo al mismo tiempo que le decía: «Aquí está su muchacho, Doña, sáquele de la cabeza las alas de cucaracha que tiene, porque va por mal camino». Y nada más. Expectación pública, pero también tajante advertencia del dictador…

Publicaciones Relacionadas

Más leídas