Liminatación reglamentaria

Liminatación reglamentaria

El proselitismo que se basa excesivamente en ruidos, desplazamientos con marchas tumultuosas y caravanas fuera de época -mientras la mayoría de la gente se concentra en trabajo y estudio- tiene que estar restringido en el tiempo y con igual efecto para todos los partidos políticos, careciendo casi todos estos de recursos para actividades de esa magnitud que cuestan dinero. La Junta Central Electoral está claramente facultada para ello. Es justo y razonable que el activismo efectista y a campo raso, generalmente dirigido a las emociones y no al razonamiento de las personas de a pie, debe estar reglamentado sin que se pueda inferir por ello que implica menoscabos a la libertad de expresión.

En las democracias más formidablemente institucionalizadas los candidatos no tratan de convencer a los votantes en medio de tropeles sino llegando hasta sus conciencias con mejores formas de comunicar argumentos. Ningún aspirante a cargos electivos debería sentir que se le está prohibiendo viajar por todo el país para entrar en contacto con los más diversos conglomerados de campos y ciudades, bajo techo o en perímetros y plazas a cielo abierto. Sería una interpretación exagerada que no quedó implícita en la resolución del pleno de la Junta Central Electoral enfocada contra los despliegues y altisonancias de profusas propagandas fuera del período electoral que, con todas las de la ley, debe comenzar en una específica fecha.

Sin excusas para fallar

Para regocijo está en marcha en el país por inspirada iniciativa el primer «Programa de trasplantes renales para niños», expresión de capacidad para echar adelante cirugías de primer orden accesibles a la colectividad. No es justo entonces que en otro ámbito del ejercicio hospitalario haya carencias de lo elemental que pueden ser resueltas con poco esfuerzo y que solo existen porque falta voluntad y sentido del valor de las cosas para bien de la infancia más pobre.
Permítase invocar este contraste para protestar porque hace dos años que el hospital Robert Reid Cabral carece de «reactivos» que se emplean para diagnosticar enfermedades de alto riesgo contra las que frecuentemente debe actuarse con rapidez en niños. Con no más de tres mil dólares se resolvería por meses tan grave incapacidad de laboratorio.

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