Limitaciones de la lucha anticorrupción

Limitaciones de la lucha anticorrupción

JOSÉ  LUIS  ALEMÁN  S.J.
No es posible juzgar objetivamente el esfuerzo anticorrupción del nuevo Gobierno. A nivel verbal sí hemos vivido denuncias orales de prácticas corruptas de funcionarios de la pasada administración (Renove, CEA, Policía…) que han tenido eco en los medios de comunicación. Muchos dirán que hay más espuma que chocolate, que algunas denuncias han resultado  exageradas, que el proceso es político y por lo tanto tiene que evitar tensiones con un Congreso adverso, que no se han profundizado los procesos tocantes a las quiebras bancarias y que los nombramientos y despidos no emiten creíbles señales de una administración espartana. Acepto que en conjunto las apariencias  son unas buenas y otras menos buenas.

    Pero en realidad un examen en cierta profundidad de nuestra sociedad muestra  las enormes dificultades de una abierta campaña militante contra la corrupción que no tenga  orejeras de  cruzada inquisitorial. Hay que entender nuestra sociedad para saber lo lozana y arraigada que ha crecido la corrupción. 

      Sin embargo la sociedad dominicana es mucho mejor de lo que estas líneas presentan.  Históricamente buena parte de nuestros problemas se derivan de  dos características, una propia de la cultura latina: la afectividad familiar motivadora de nuestra conducta, otra de carácter más general: el origen violento  y rapiñador de los Estados, como enfatiza  James Stuart Mill al hablar de la Inglaterra del siglo XIX y ejemplifica el controvertido paso de Jueces a Reyes en el Israel del Antiguo Testamento. Digamos, pues, la culpa no es de España sino de los tiempos.

1. Algunas raíces de la corrupción dominicana 
Un magnífico estudio sobre la Democracia en América Latina del PNUD

y los resultados adelantados de la Encuesta Demos del Centro de Estudios Políticos y Sociales de la Madre y Maestra nos fuerzan a considerar en profundidad la madre, y los hijos, del conflicto permanente de la corrupción:  las componendas entre los poderes fácticos y los institucionales, incluyendo los interinstitucionales al interior del Gobierno.

    Hace meses escribí sobre la corrupción desde la perspectiva de los motivos-guía que configuran las relaciones interhumanas  del país. De tres tipos-las movidas por el interés de cada parte, las afectivas de tipo familia-amistad y las deontológicas que prescriben la vigencia de normas sociales sin aceptación de personas- son las afectivas las dominantes en muchos países. No son “normales” ni las propias de negocios, ni las apersónales que especificarían el carácter universal y no privilegiado entre ciudadanos y autoridades, sino las afectivas basadas en la amistad y la sangre para  ayudar y preferir a los de uno.

      Concluía entonces, y sigo pensando así, que este trato preferencial a los de uno (“primero los míos”) considera inmoral a quien no los ayuda si tiene el poder de hacerlo y cree poco en fiscales y juicios anticorrupción de otros gobiernos o de otros personeros de grupos opuestos  aunque del mismo partido, religión o clase. Por eso la movilización de la justicia debe comenzar, para ser creíble, por los funcionarios del gobierno de turno; hacerlo con funcionarios de otros partidos y gobiernos es interpretados por una parte no mínima de la población como “circo” o “politiquería”.

      Hace menos tiempo exponía en otro artículo el dominio que entre nosotros tiene la “corrupción eficiente”, pago de una suma con tal de que las “cosas funcionen bien” aunque sean malas para otros sectores de la sociedad (trato preferencial, sentencias favorables, aceptación de proyectos, obtención de servicios públicos, exoneraciones de impuestos y multas, nombramientos, inspecciones, libertad provisional, demandas contra bancos, adjudicación de compras y de obras públicas…).

     Hoy, guiados por el PNUD, exploro los problemas de corrupción, de falta de tratamiento igualitario y del manejo discrecional de recursos y empleos públicos derivados de la competencia entre poderes fácticos e interinstitucionales.

2. Poderes fácticos

El PNUD los define como grupos que no forman parte del ordenamiento político-institucional pero influyen en él de manera no autorizada. Los principales son: las empresas privadas solas o asociadas, los medios de comunicación, gobiernos e instituciones extranjeras, las iglesias, el gremialismo, los partidos políticos y los poderes ilegales del narcotráfico y del crimen organizado.

     Obviamente, con excepción de los poderes ilegales, la actividad de estos grupos  de poder es en sí  legítima y socialmente útil en cuanto se refiere a la defensa y propagación de sus idearios, actividades e intereses. Por eso la ley los reconoce y los gobiernos los apoyan pública y aun financieramente. Efectivamente: el principio de subsidiaridad fomenta el logro de metas para cuya obtención las asociaciones “inferiores” no-públicas muestran mayor eficacia social. “Solamente” cuando entran en el mercado de compra y venta de leyes, funcionarios, jueces, recaudadores de impuestos etc. se tornan en poderes fácticos contra los poderes públicos institucionalizados. Juicios universales contra la conveniencia y necesidad de estos grupos serían unilaterales e injustos.

    Hecha esta observación pasemos revista a algunas limitaciones que, según el PNUD, estos  poderes fácticos imponen a la sociedad democrática. Para ese fin he coleccionado un manojo de frases del Informe sobre la  Democracia en América Latina, 2004. Como se leerá constituyen la receta ideal para ganarse todos los enemigos posibles aun cuando en gran parte reflejan en mi opinión la realidad.

  1. Empresas: “el gran poder fáctico… es el poder económico privado integrado por grupos de presión que condicionan presidentes, legisladores, jueces y otros funcionarios gubernativos y de la administración pública. Nosotros tenemos una democracia… fundamentalmente vinculada a factores fácticos que terminan por oligarquizar la economía del país y cambiar el gobierno democrático por un gobierno plutocrático” (p. 165). “En países más pequeños como los de Centroamérica la presión que ejerce el sector privado-ligado a una estructura oligárquica del poder- sobre el presidente y la cooptación de altos funcionarios… permite a algunos de los consultados hablar de captura del Estado” (subrayado en el texto, p. 165)
  2. Los medios de comunicación son junto con el sector económico y financiero los principales grupos de poder. “Los medios tienen la capacidad de predisponer la opinión pública a favor o en contra de diferentes iniciativas y de erosionar la imagen de figuras públicas mediante la manipulación de noticias”… Lo nuevo es que si antes estaban subordinados a los partidos políticos, como resaltan Weber y Schumpeter, “actualmente muchos medios se han independizado de las estructuras partidarias y han pasado a formar parte de grupos económicos no subordinados al poder político y con intereses muy diversificados” (p. 162). “La prensa sofistica los mecanismos de engaño, pero, por otro lado opera como límite” (p. 165).
  3. Los factores extraterritoriales: “El visto bueno de los Estados Unidos ante los organismos internacionales es esencial. Sin una visión favorable del FMI, del BM y del BID, la economía del país colapsaría a corto plazo, por la situación de endeudamiento”. “La política económica no es manejada democráticamente… Hay una sola pauta para la región… el que quiere salirse de eso tiene que enfrentarse con que no puede hacerlo, o si lo hace, lo hace a su propio riesgo” (p. 166).
  4. Las iglesias. La iglesia (católica) tiene aún poder pero “la expansión de las iglesias evangélicas  está minando el poder de las católicas. “Los sectores más conservadores se fortalecieron… los que más avanzaron son algunos grupos pentecostales evangélicos que… tienen un discurso que atrae a las personas como solución a sus problemas y  que es extremadamente alienante desde el punto de vista de la conciencia democrática… La gente no necesita participar para construir la democracia, tiene que ir a rezar y Dios sabe lo que hace. Además, esas iglesias se están transformando en un poder económico extraordinario… En algunos casos se mencionan autoridades de la Iglesia católica, que en épocas de campaña electoral  expresan opiniones políticas en sus homilías. Ellos son los que… desde el púlpito, van a influir o insinuar por quién votar. Esto ha significado que la  Iglesia católica no ejerza sólo una función estrictamente pastoral sino que adicionalmente ejerza una influencia real en el proceso de la toma de decisiones políticas” (p. 166).
  5. El sindicalismo es factor de poder “por su capacidad de veto a través de presiones y movilizaciones, así como por su influencia en la construcción de la agenda pública relativa a temas laborales. Se menciona en especial a los sindicatos del sector público, resaltando su vinculación al poder político, al mismo tiempo que se alude a los del   sector privado como factor de poder decreciente” (p. 166).
  6. Los partidos políticos todavía son vistos como un medio de “resolver los problemas de la gente”. El estudio del PNUD vincula su falta de representatividad a “ausencia de democracia interna… lógica clientelar… olvido de plataformas… escisiones personalistas  y no ideológicas… vinculación a poderes fácticos y alianzas en las que se confunden las identidades políticas” (p. 163). Excelente caldo de cultivo para compra y venta de cargos y  de pactos interpartidos.

3.    Poderes ilegales

Esos grupos están relacionados con todo tipo de actividades ilícitas: tráfico  de drogas, contrabando, prostitución, juegos clandestinos, secuestros, robos, etc.

    “El narcotráfico tiene influencia, desde luego turbias, secretas, a través de la corrupción de las autoridades… compra todo, jueces, fronteras, policías, instituciones enteras… En el Congreso sigue habiendo gente pagada por el narcotráfico (que) llegó a corromper la cúpula de los partidos tradicionales” (p. 167). “Intenta controlar parte del aparato estatal y partes significativas del territorio… crea fuertes incentivos para el pasaje de la economía formal a la informal… tiene que ver con la corrupción: el “dinero sucio” tiene efectos desvastadores sobre el comportamiento de una parte de los dirigentes políticos y sobre el funcionamiento de las instituciones” (p. 161).

4.    Poderes políticos formales

“Más allá de sus atribuciones y restricciones constitucionales, los presidentes intentan mantener primacía sobre el Congreso y el Poder Judicial… Tiene(n) un poder que va mucho más allá de los muy fuertes poderes que les da la Constitución… Cuando un o tiene un liderazgo fuerte y gana arrasadoramente. no hay cosa alguna en que el Congreso controle al presidente” (p. 167). Estas opiniones, recalca el informe del PNUD, fueron emitidas por Presidentes.

     La Encuesta Demos 2004 es aún más precisa en lo que se refiere a la policía y  los tribunales: “una proporción más baja de usuarios… reconoció haber sido  sobornado en fiscalías (16%) y tribunales (20%) en contraste con el reporte ofrecido para el caso de la Policía Nacional (27%)” (p. 20 del Informe preliminar”. Peor aún: De acuerdo con la percepción de las personas entrevistadas apenas el 20% de los actores del sistema judicial dominicano son íntegros, mientras que el 80% son considerados corruptos” (p. 21).

Conclusión

Primero una nota de cautela. Recalcar la problemática en hondura de la corrupción conlleva el riesgo de ignorar lo bueno, probablemente superior a lo malo o defectuoso, de nuestra realidad y por lo tanto de cometer errores enormes. Todo escritor con un  mínimo de buena fe y de sentido de proporción debe avisar de este peligro. Hecha la observación recordemos la fórmula aristotélico-tomista sobre la obligación del comprador de examinar lo que compra: es a su riesgo, “Caveat emptor” reza el aforismo comercial.

    Segundo como la lucha contra la corrupción es tan ardua conviene empezar cuanto antes. Si la caoba tarda 60 años en convertirse en árbol plenamente maderable, empecemos antes a sembrarla.

    Por último:  seamos cautos al emitir juicios sobre conductas corruptas y sobre tolerancias aparentes.

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