Un grupo de aproximadamente 60 limpiabotas conmemoraron ayer la llegada de la Navidad en la tradicional fiesta que les organiza la Fundación Dominicana de los Limpiabotas desde 1998 en el sector Villa Francisca del Distrito Nacional.
En un callejón de la calle Emeterio Sánchez se concentró el humilde espacio para alegrar a los niños y jóvenes que viven de lustrar zapatos en esa barriada y otros sectores de la capital del país.
Sigfrido Valdez, secretario general de la Fundación creada en 1997, dijo que el objetivo del encuentro es agradar a los muchachos que se dedican a este trabajo informal desde muy chicos, incluso, a los cinco años.
Valdez y su esposa, Mélida Altagracia Sánchez, presidenta de la Fundación, idearon este proyecto para ayudar a los limpiabotas.
Indicó que la tarea con los limpiabotas empieza por ayudarlos a conseguir su acta de nacimiento y a que estudien. Invitan a menores de edad que no incursionan este oficio para que se unan al compartir.
“Queríamos que nos declararan el 14 de abril de cada año Día de los Limpiabotas, porque fue el día que se creó la Fundación”, sostuvo. Manifestó que tienen un decreto a su favor, del que no dio más detalles. De la actividad que hacen en diciembre, enfatizó que busca orientarlos para que tengan fe y amor como los tratan desde la Fundación.
Un sacerdote de la Iglesia Nuestra Señora de Las Mercedes es quien acude a bendecir el encuentro y a orientar a los limpiabotas para que tengan deseos de superación, se alejen de los vicios como las drogas, y aprendan a vivir en armonía. La Fundación fue instalada en la casa de los gestores del proyecto, en el mismo lugar de la festividad. “Desde aquí, hacemos desfiles patrióticos, les ayudamos con cartas para que sean militares”. Puso de ejemplo que el exlimpiabotas Fernando Valdez (adoptado por él) es un cabo del Ejército Dominicano.
Varias empresas patrocinaron el almuerzo que se les distribuyó ayer y los útiles escolares que reciben en el año. Delvin Vásquez tiene 31 años. Se hizo limpiabotas a los ocho años y dice que perdió a su madre cuando tenía un año. Julio Méndez tiene 27 años, desde niño hace este oficio y vive a orillas del río Ozama.