Limpieza interior

Limpieza interior

POR LEONOR MARÍA ASILIS
¡No tengan miedo! Fue una de las advertencias más usadas y contundentes de nuestro Papa Juan Pablo II en sus múltiples mensajes a la humanidad.

Vivimos en un mundo donde los temores y las desconfianzas buscan crecer en nuestros corazones.

Hay dos enemigos fatales contra la virtud de la esperanza: la desesperación, que considera imposible la salvación eterna y otro la presunción, que considera la salvación del alma, fruto exclusivo de sus propias fuerzas, sin ayuda de la gracia.

Para permitir el crecimiento de la esperanza en nosotros debemos tomar en cuenta que Dios es infinitamente bueno y misericordioso, pero también infinitamente justo. Está dispuesto a salvarnos, pero a condición de que cooperemos voluntariamente a su gracia.

San Agustín tiene una reflexión magistral sobre ésto: “Dios quien te hizo sin ti, no te salvará sin ti”.

Contra la desesperación y el desaliento debemos tener siempre en cuenta que la misericordia de Dios es incansable en perdonar al pecador arrepentido, y que si es cierto que por nosotros mismos nada podemos, con la gracia de Dios seremos capaces de todo. Seguimos en tiempo de cuaresma, especialmente propicio para acercarnos cada vez más a El, fuente plena de nuestra felicidad y de quien muchas veces nos alejamos con nuestras continuas ofensas.

Gracias  al sacramento de la penitencia, instituido por Jesus, cuando nos dice en su Palabra al referirse a sus discipulos con respecto a sus Apostoles: “Sólo que ustedes desaten, sera desatados”, podemos sentir su perdón, y robustecer nuestra vida interior, santificandonos y estimulando nuestra voluntad a un acto de amor o de arrepentimiento.

Es tiempo de revalorizar este sagrado sacramento.

Muchos alegan diciendo: “Yo no confieso mis pecados a ningún hombre igual a mí y que puede ser igual o peor que yo.”

Quienes así piensan, ignoran para su desgracia que quien perdona y actúa realmente en este sacramento es Jesucristo a través de ese sacerdote. No importa si dicho sacerdote sea santo o no, lo que importa es que por fe y por la investidura de su sacerdocio sabemos que es Jesús quien nos libera y ayuda con nuestras faltas.  Quien les escribe, les confiesa que una vez no entendía este misterio pero pedí luz en este aspecto y el Señor a través de un cursillo de cristiandad me afianzó en este conocimiento, y también interesada en el tema busqué un libro que les doy su nombre a continuación por si se animan: “La confesión frecuente”, de Benedikt Baur.

Termino citando una frase de este libro: La confesión frecuente no mira sólo hacia atrás, hacia lo que ha sido, hacia las faltas cometidas en el pasado; también mira hacia delante, hacia el porvenir.  Aspira también a construir, quiere efectuar un trabajo para el porvenir. Cabalmente, con su frecuencia, aspira al robustecimiento y nueva vida de la voluntad en su lucha por la verdadera virtud cristiana, por la pureza perfecta y la entrega total a Dios.

Leonor.asilis@verizon.net.do

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