Arizona. Tan solo esta semana, Francisco Lindor dio una lección de bateo en televisión nacional, hizo modelaje para unas pautas publicitarias y la portada de una revista, e incluso le equiparon su uniforme con sensores eléctricos como sujeto de un experimento de ciencia deportiva.
No hay un jugador con más demanda en el campamento de pretemporada de Cleveland. Nada de qué sorprenderse.
Con tan solo 23 años de edad, el puertorriqueño se ha convertido en una estrella entre las estrellas, el rostro sonriente y el alma joven de los campeones de la Liga Americana. Aun cuando los aficionados del béisbol han quedado enganchados con él y pese a que el perfil del joven torpedero de los Indios se dispara con cada sensacional lance a guante volteado en lo profundo de su territorio, Lindor ha logrado mantener los pies en la tierra.
«Soy yo», dijo el jueves tras la práctica y durante un pequeño descanso en su apretada agenda.
Lindor ha sido tan solicitado durante el entrenamiento primaveral que el director de relaciones con la prensa de los Indios le envió un itinerario en el que se detallan sus múltiples obligaciones. El título del correo electrónico decía: «Próxima semana (¡¡OCUPADA!!)»