¡Líquidos del horror! Débil control a los focos infecciosos que se extienden por el agua

¡Líquidos del horror! Débil control a los focos infecciosos que se extienden por el agua

La «inocuidad» para lograr la preservación de la salud comunitaria cobra actualidad por estos días sabiéndose que el recurso agua del país no cesa de recibir agresiones contaminantes que provienen de un ambiente malherido por a) mala disposición de residuos que llegan a las reservas naturales constituidas por ríos y embalses, b) por usos sin higiene del fluido para fines domésticos y artesanales y c) explotaciones industriales escapadas de control en sus derivaciones.

La exposición a bacterias como la que genera el cólera detectado en el barrio La Zurza, apenas un rincón del Distrito Nacional, no circunscribe los peligros a ese lugar, pues solo el 46% de los hogares dominicanos tiene acceso al agua potable en su interior y en este mismo año los diagnósticos y proyecciones sobre la disponibilidad del líquido imprescindible resultan alarmantes en todo el territorio.

Las inversiones en obras hidráulicas y de preservación de inocuidad no han sido tan importantes en los últimos años como para cambiar el panorama que con anterioridad llevó al especialista y exconsultor oficial en la materia Gilberto Reinoso a afirmar categóricamente que en República Dominicana no existía un solo río libre de suciedad y que el 77% de todas las aguas fluye al mar sin ningún aprovechamiento.

Para entonces, en nivel crítico de abastecimiento se encontraban las provincias de Azua, San Juan, Baoruco, Pedernales, Valverde y Monte Cristi, entre otros lugares lejanos a los peores muladares: Ozama, Isabela y Yaque del Norte. Las corrientes fluviales son principales fuentes de los acueductos nacionales, generalmente forzados a costosos procesos para potabilizar el agua con rigor pero que entran en crisis con las riadas que dispersan infecciones intestinales entre los usuarios.

Cuatro de esas jurisdicciones corresponden al área de influencia del más accidentado proyecto de aprovechamiento de caudales para fines de consumos humanos e irrigación: la inconclusa presa de Monte Grande sobre el río Yaque del Sur; inversión tratada con desprecio y sin sentido de prioridad por sucesivos Gobiernos; irresponsabilidades que llevan hacia un considerable aumento del costo planificado; una forma de dar espalda a las urgencias de más de 400 mil habitantes a ser impactados.

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Lilas para un funeral

Las corrientes de los ríos Ozama e Isabela (hoy fértil hábitat del diarreico basilo Vibrio cholerae) revelan graves condiciones por estar pobladas por una planta que solo se reproduce en la degradación físico-química que determina que la vida de todo organismo esté condenada a perecer en lechos y riberas. Las lilas o «jacintos de agua» solo se multiplican en medios hídricos asfixiados por el intenso aporte de agentes contaminantes que provienen de desagües industriales y de asentamientos superpoblados y desconectados de sistemas de tratamiento. El cinturón fluvial de Santo Domingo no pasa de ser una súper cloaca de muchos kilómetros de extensión.

No obstante, el ambientalista y columnista habitual en las páginas de HOY, Eleuterio Martínez ha sostenido que lejos de ser un problema, este vegetal es la mejor solución al problema de la contaminación y aun más, lo considera el gran aporte de una «planta maravillosa» que en su desarrollo produce oxígeno libre en favor de los organismos que logren sobre vivir en tales condiciones; como si se tratara de un canto a la esperanza y no a la muerte de un recurso natural.

En un contexto más amplio, y a pesar de las bondades de las lilas, Martínez ha visto a la ciudad de Santo Domingo bajo la acechanza de un cáncer que en forma de contaminación se adueña de ambientes citadinos con un río Ozama bajo los efectos de una enfermedad degenerativa y un río Isabela «que no hay quien lo salve». Reclamaba, hace pocos años, que los teóricos del urbanismo vean a la urbe capitalina con una óptica más ecologista.

El también ecologista, miembro de la Academia de Ciencias, Luis Carvajal, considera al Ozama altamente contaminado por múltiples causas asignando relieve a que por la cuenca media del río que atraviesa el llano de Guabaticos se perciben circunstancias que enrarecen sus aguas al aproximarse a los núcleos poblacionales del Gran Santo Domingo. A su caudal llega en el trayecto una mayor cantidad de contaminantes. No percibe los vertidos de origen orgánico de los hogares como el mayor problema sino en los que derivan del complejo industrial de Herrera y de plantas fabriles cercanas al lecho.

Cólera y algo más

Desde terrenos secos del medio ambiente nacional pueden escurrirse agentes contaminantes hacia los caudales. Se confirma la hipótesis de que una diversidad de metales presentes en suelos y subsuelos, aun en pequeñas cantidades, pueden llegar nocivamente a los organismos humanos y de animales. De ellos se da a conocer una lista que incluye mercurio, plomo y cadmio y que mayormente pueden aparecer en residuos químicos de las industrias. La aplicación de plaguicidas en zonas agrícolas de las cuencas que llevan agua a las corrientes fluviales puede acercar toxicidades inimaginables a los consumidores.

Los agroquímicos están en la categoría de «Factores de contaminación ambiental importante» y llegan hasta las personas aunque no sean aplicados directamente a los alimentos que digieren. Sus usos en los cultivos aumenta la posibilidad de recibirlos. Vegetales, frutas, hortalizas, leche y derivados, aceites y productos de origen animal (carne y huevos) pueden ser los vehículos que transfieren a la población tóxicos de diferentes intensidades que tienden a acumularse en los organismos extendiendo el daño.

Resulta un enemigo de la salud pública la mezcla que aquí se da de residuos orgánicos con otros de origen mineral y que tiene lugar en vertederos en los que el destino final de la basura escapa a efectivos tratamientos que separen sus componentes para evitar su regreso desordenado a la naturaleza y rescatando una parte de ellos para el reciclaje y nuevos aprovechamientos.

Es por ello que las industrias químicas están catalogadas como una importante fuente de contaminación porque desechan cantidad de metales como el mercurio, que puede almacenarse en órganos de quienes consumen regularmente pescados y otros productos pesqueros. El cadmio, en particular, puede ir a parar al cuerpo humano cuando pilas eléctricas, plásticos y colorantes industriales forman parte de desechos que infiltran parte de su contenido al subsuelo del que se extrae agua para ingerir. Los países que no saben manejar correctamente sus residuos tampoco saben cuidar la salud comunitaria.

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