Al realizar una limpieza de papeles en mi biblioteca, me reencontré con algunas fotos de uno de mis viajes a Lisboa, la hermosa capital de Portugal y es la razón de este “conversatorio” dominical. En uno de los congresos de la Sociedad Europea de Epilepsia, una comisión de neurólogos dirigentes del Club de la Epilepsia Dominicano, los doctores Diógenes Santos Viloria, Enrique Cantisano y un servidor, viajamos en la ocasión a la bella ciudad de los techos rojos (sus tejas). El congreso tuvo lugar en el local del Centro de Congresos de Lisboa, a orillas de río Tajo frente al imponente puente 25 de abril, el puente colgante más alto de Europa, con varios carriles para coches y trenes, con más de dos kilómetros sobre el Tajo.
Luego de arribar a Lisboa muy temprano un “fresco” domingo de otoño, llegamos al hotel “The Vintage”, una verdadera boutique de 5 estrellas a 300 metros de la animada avenida da Liberdade, bulevar que posee una elegancia verdaderamente señorial por sus aceras adornadas con mosaicos, kioscos, y atractivos bares muy “europeos”. Pasamos por “La Baixa”, el barrio más importante de Lisboa, donde están las plazas y las calles más simbólicas y aristócratas de la capital portuguesa. Desayunamos esa mañana en la azotea del hotel con una hermosa vista panorámica de toda la ciudad, iniciado de entrada con un “caldo verde” y luego una rica “Bacalhoada” (comen mucho bacalao). Con el domingo libre, hicimos el tour guiado por la ciudad, visitamos el monasterio de los Jerónimos de Belén, antiguo monasterio que conmemora el regreso de Vasco de Gama de la India construido en el siglo XVI. La torre de Belén es lo más representativo de la ciudad, en un islote en el río fue construida por Francisco Arruda, también el Palacio de Queluz. A toda ciudad que viajo visito su museo principal, en esa oportunidad fui al Museo Nacional de Arte Antiguo.
Luego de la primera jornada científica, en la noche fuimos invitados al Palacio del Río a un concierto de Fados, con la “Reina del Fado” la famosa Celeste Rodríguez. El fado es la expresión más conocida de la música portuguesa, con temas de melancolía y nostalgia. Esa noche en la solemnidad de la semioscuridad, ella en traje negro acompañada solo de la viola y de la guitarra portuguesa, fuimos testigos de escuchar una hermosísima voz, una excelsa noche de mágicos arpegios. Pasamos luego al restaurante “Terra De Montanha” donde degustamos de entrada el más exquisito vino de Oporto, el exclusivo “Vintage Port” (garantizan que puede durar 70 años en la botella sin dañarse), una suprema exquisitez para iniciar adecuadamente una elegante cena de gala. Esa noche, pedimos Caldeirada de Lulas a la Marsala y Salmón rosado a las finas hierbas provenzales, sobre una cama de rúgala, Setas salteadas y miniaturas de verduras con salsa de pimenta negra al coñac.
En la tercera noche fuimos a la “A Tasca do Chico”, con música mucho más alegre, donde hay una verdadera bohemia, muy cálida e informal. Ellos la consideran por su buen ambiente de taberna, como “la tasquinha do mundo”. En esa noche sibarita probamos sus famosas arepas de bacalao y los chorizos de Lamego asados (con el vino Tawny, Quinta Do Noval). Como el ser humano es dualidad de materia y espíritu, a instancia del Dr. Cantisano visitamos la Basílica del Santuario de la Virgen de Fátima, en la cima de la Cova da Liria, en la ciudad de Ourem. Volviendo a la hidalga y señorial Lisboa, en la visita al Monumento de los Descubrimientos, construído en el 1960 a la orilla del río Tajo para conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique el Navegante. Al cerrar mis ojos frente a la bahía disfrutando de las encantadoras danzarinas brisas marinas ensimismado, me imaginé “ver” llegar las antiguas goletas con los valientes marineros de esos siglos pasados, luego de ellos oír “las encantadoras” sirenas marinas, guiarse con las estrellas de la inmensidad y aguerridamente vencer los nubarrones y las violentas tormentas de la mar oceánica. La hermosa capital portuguesa está llena de un “candor” elegante, tiene un refinado glamour que refleja su época de un alisado esplendor de: reinados, palacios y conquistas (África, Brasil, etc.). En cada esquina de la ciudad vieja, asoma la mezcla de un pasado que tímidamente se une al futuro, en un voladero del presente.