Una antología trilingue, o sea, en castellano, francés y creole reúne autores de República Dominicana y Haití en una entrega fraterna que propicia un acercamiento
República Dominicana y Haití comparten una porción de tierra rodeada de agua y no es cierto que sea indivisible. La dividen portones, guardianes y sobre todo, prejuicios. Ah, pero son tantas las cosas en común que nada pueden los obstáculos y llega el arte a recordarlas.
Esas trabas son combatidas con aportes como el libro Letras de isla/ Lettres de L´île/ Lét Zile A, una antología que contiene poesía, narrativa, drama, en castellano y los dos idiomas de Haití, el oficial, francés, y el materno o creole.
En este esfuerzo ponen su granito literario las dominicanas Chiqui Vicioso, Ibeth Guzmán, Ingrid Luciano, Lauristely Peña Solano y Michelle Ricardo y los haitianos Kettly Mars, Melisa Bérélus, Judith Michel, Ervenshy Jean-Louis, Coutecheve Lavoie y Jhak Valcourt.
La inciativa del proyecto cultural Anticanon empezó con diálogos entre escritoras de ambos países y Peña Solano, una de sus coordinadoras, explica la razón de estas conversaciones: la falta de comunicación, de material, más allá de lo que está en los libros y lo que dicen las noticias. Había, por tanto, necesidad de escuchar otras voces.
Cuenta que esa llama la encendió Mars durante una clase de literatura creativa. Entonces la motivación engendró un encuentro abierto a todo público, que evidenciara las realidades de aquí y de allá o sea de Quisqueya, la casa grande y común, la de todos.
De los aspectos semejantes, la gestora resalta por encima de cualquier otro las situaciones humanas, la violencia contra las mujeres, vestida de crímenes como la trata de personas, la prostitución. Dominicanas vendidas en Haití y viceversa, que superan las cuestiones políticas.
En los textos antologados, ese atropello es denominador persistente.
Peña Solano aporta un dato sobre la similitud de dificultades entre autores y autoras haitianos. “En el país las escritoras tenemos menos visibilidad que los escritores pero en Haití ambos enfrentan situaciones parecidas”. Por eso no limitaron la obra a creaciones de mujeres.
Deplora cómo el aumento de las deportaciones dio carta blanca, nicho a los grupos cargados de odio para fomentar sus ideas, al extremo tal de que la invitación a la puesta en circulación del libro fue casi secreta pero asombradas las integrantes del movimiento vieron que pese a esto, la asitencia sobrepasó la cantidad de invitados.
Tanta desinformación
Michlle Ricardo es otra de las coordinadoras de Anticanon y sobre los motivos de esta antología trilingue y de los diálogos previos insiste en una palabra larga y dañina: desinformación. Claro, ligada a otra de parecido tamaño y efecto, antihaitianismo.
Le molesta ese manejo que ofrece una visión distorsionada y que el tema haitiano sea usado incluso para entretener a la población cuando enfrenta asuntos candentes.
“Durante la discusión de la reforma fiscal aumentaron las noticias sobre deportaciones e ingreso de indocumentados y un motín en el vacacional de Haina con un despliegue increíble de fuerzas de seguridad”, sustenta.
Asegura que aquí el país vecino es una obsesión, elemento nuclear en la narrativa y que sin embargo, allá esta parte es solo una nación como otras.
Entusiasmada, centra su mirada en la oportunidad que dan las artes y la cultura de entregar productos que acerquen, que transformen, desde una perspectiva apegada a la verdad, que barra el odio.
“La propuesta es mostrarnos desde una óptica más humana, resaltar elementos en común, nuestra condición de isla. Esta es una casa compartida y hay que lidiar con eso y mirar al otro, porque hablar de media isla es eliminar la otra parte”, propone. .