Literatura. Política y modernidad en “Cien años de soledad”

Literatura. Política y modernidad en “Cien años de soledad”

«Cien años de soledad”configura un tiempo largo y, a la vez, rápido, período que se inicia con el maleficio que es la creencia en la concepción malsana de los Buendía, a causa de las relaciones incestuosas. Como consecuencia de ese temor, Aureliano Buendía asesina a Prudencio Aguilar. La historia se anima con el éxodo; el extravío, la búsqueda de una salida al mar. La fundación de la aldea de Macondo. El mundo era reciente. Era el inicio de la historia. De ahí la novela se relata en un conjunto de tiempos largos que se descomponen en épocas. Y estas, a su vez, en grandes acontecimientos en los que falta la cronología, por lo que el relato se emparenta más con el tiempo mítico que con el tiempo de la historia.

El éxodo, la fundación, la peste del insomnio, tiempo de abundancia y el tiempo de vacas flacas, las guerras, la paz de Neerlandia, la modernidad bananera, el diluvio, el calor y la decadencia de Macondo, muestran esa narración de tiempos largos donde un hecho busca ser situado antes o después de otro sin que sea fácil establecer el orden en que ocurrieron. La falta de cronología ayuda a crear el desordenamientojunto a los intrincados y repetitivos nombres y la confusión con los objetos.

Pero la novela como género no puede ser el gran panorama, sino el conjunto de historias personales que unen a unos hombres con una familia, una familia con un pueblo, un pueblo con una nación y un país a la humanidad. De ahí que la obra elabore un tiempo personal o un discurso biográfico: El relato de la familia Buendía; los temores de que los hijos nacieran con cola de cerdo; una vaga referencia a la historia de piratas en el Caribe; la aparición de los restos de un galeón o la referencia a la abuela de Úrsula cuando Francis Drake invadió Riohacha… todas esas referencias ligan a Macondo al mundo, pero especialmente al mundo Caribe. Por lo demás, y en un principio, será un pueblo perdido en la selva. Construido gracias a la inventiva de José Arcadio Buendía y solo visitado por un grupo de gitanos que impresionaban con los artilugios de la modernidad. Todo lo que fuera invento impresionaba a José Arcadio. Pero la modernidad sería el fin delpueblo. La relación del fundador de la familia con Melquíades, la alquimia y los saberes ocultos; su dedicación a la ciencia, fue interrumpida por la llegada de la política a ese cronotopo que es Macondo.

El pueblo apacible, alejado de lo moderno, fue visitado por la política. Y fue ahí cuando comenzaron las contradicciones. El alcalde natural fue sustituido por el alcalde político. Los colores pretendieron abigarrar las casas. José Arcadio hijo se fuga con los gitanos. Úrsula Amaranta sale a buscarlo y se queda perdida por cinco meses.

Hasta entonces Macondo había sido un lugar que propiciaba un deseo de modernidad. Las ferias, con la llegada de los gitanos y sus inventos, abrían una ventana al mundo lejano y los saberes desconocidos. Se hacían más fértiles la imaginación y las inventivas de los Buendía y su pasión por las ciencias ocultas. José Arcadio, atormentado por los recuerdos desde que Prudencio Aguilar se le apareciera en la casa luego de muerto, se propuso construir una máquina de la memoria. Sobre todo cuando había sufrido la peste del insomnio y el olvido. Pero lo que se anunciaba o está simplemente ligado al recuerdo, sino a su verdadero eje: el tiempo.

Su primer encuentro con Prudencio Aguilar en Macondo sus desvaríos de inventor, lo muestran con un interés de ubicarse en el tiempo. Le preguntó a Aureliano qué día es y éste le contestó martes. Pero para él seguían siendo lunes todos los días de la semana. Ya el jueves, que para él seguía siendo lunes, dijo “la máquina del tiempo se ha descompuesto…” (96). Pasó seis horas buscando algún cambio en las cosas. El tiempo se había parado y sólo le quedaba el recuerdo. Cuando se convenció el viernes de que seguía siendo lunes, comenzó a destruir todo lo que estaba a su alcance y terminó amarrado al castaño.

Parecería que las expresiones del fundador de la familia fueron premonitorias. El tiempo de la modernidad traería un desbalance en el tiempo Macondo; el tiempo mítico de tranquilidad y abandono será seguido por interminables guerras civiles entre liberales y conservadores. La modernidad política fue una gran composición en la que juegan sus fichas el autoritarismo, el despotismo y el personalismo. Todas las guerras en las que participó el Coronel Aureliano Buendía terminaron en un fracaso rotundo. Las conflagraciones pusieron a prueba, una vez más, la abnegación de la familia y la dedicación demencial a sus empresas. La guerra social, el intento de reformar o de crear un tiempo futuro estuvo siempre limitado por el pesimismo que su propia visión del destino le deparaba. En las treinta y dos guerras perdidas se encuentra la mayor demostración de que en el campo social nada podía cambiar. El tiempo aparece, entonces, signado por la fatalidad.

Posiblemente este fue el convencimiento del Coronel cuando se encontró con los delegados de su partido y les preguntó por las metas que esperaban alcanzar. La política era entonces un juego de poder y su fin último era el poder. Con ese convencimiento el Coronel intentó irse a la tumba, pero el destino lo llevó a morir encerrado en un cuarto fabricando pececitos de oro para cambiarlos por monedas de oro. Entonces, lo que se rompió como máquina del tiempo fue el tiempo progresivo, el que iría hacia adelante. Quedó el tiempo circular, el repetitivo.

Políticamente, Macondo podría ser leído como espejo de América Latina, donde las luchas políticas entre liberales y conservadores no han hecho más que imponer las fuerzas de las ideas ancestrales y de las modernas al servicio del personalismo. La política cubre todo. Ni tan siquiera un pueblo olvidado pudo quedar inmune a sus prácticas. Los innumerables fusilamientos muestran cual ha sido el valor que le hemos dado a la vida. Una vida desordenada, sólo cohesionada por la violencia y la represión.

Frente al pelotón de fusilamiento habría de recordar el coronel Aureliano Buendía “la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. La historia une en el frontis dos elementos: la “modernidad” de los inventos gitanos, el hielo, la modernidad política, el liberalismo y el pelotón de fusilamiento como la expresión de la negación de la vida y los valores democráticos; insuficiencia que el militarismo ha sabido sustituir en nombre de la nación y los intereses nacionales.

“Cien años de soledad” es, en suma, una obra sin utopía. Porque no tiene salida. La ideología-mundo griega, el tiempo griego la aprisiona. Este es un tiempo circular, repetitivo. En el origen se encuentran las claves para el desenlace final, el presente ya lleva inscrito una lectura del futuro, el hado dice lo que pasará. La condena a cien años es un determinismo.

Los Buendía están marcados, como los Aureliano, condenados a terminar su linaje, por su desenfreno, por sus instintos. Tendrán comercio carnal entre ellos y su descendencia tendrá cola de cerdo.

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