Literatura
La narrativa de René R. Soriano, a propósito de solo de flauta  

Literatura<BR>La narrativa de René R. Soriano, a propósito de solo de flauta  

Solo de flauta (Alfaguara, 2013)de René Rodríguez Soriano remite a la lectura por placer. Al placer del texto que se ve, se toca y se oye. La mirada es la que se solaza en el diseño, la disposición tipográfica; en las descripciones, que una lengua bien formada plantea como creación. Se nota cómo la narrativa de Rodríguez Soriano se ha ido afincando como una de las más originales de Santo Domingo. El encuentro de la poesía con la prosa, la búsqueda de un mundo rural, citadino, cosmopolita está aquí como huella de un decir que se dice y se desdibuja en la palabra, en la poesía. Los textos son breves y menos breves, concluyentes, sorpresivos. En cada uno está la marca del autor, la mirada del otro, el diálogo con una misma otredad que son ellas o la misma (las miles de mujeres, la Lucía, la Beatriz, como la Julia y la Laura) unos narratarios que el lenguaje une, con presencias y ausencia. La música, como en El mal del tiempo o en Queda la música está siempre presente y marca los pasos de una estética del decir que crea una libido compartida en la complicidad de lo que se lee, se ve, se escucha y se toca.

Dueño de un mundo narrativo, un estilo propio y una constancia por más de tres décadas, René Rodríguez Soriano es un creador excepcional en el medio literario dominicano. Ha pasado de la poesía a la narrativa, retorna a la poesía y sigue siendo poeta y narrador de primera categoría. Desde finales del setenta se encuentra garabateando cuartillas como un bisoño, como si fuera un catecúmeno de la literatura. Pero ya no lo es. El tiempo ha pasado. Atrás quedaron los alardes juveniles de su generación. Caen las hojas en otoño, y sin embargo, no hay canas en su escritura. De ahí esa epifanía que abre al mundo del lector con sus obras. Esta es una rareza. Pues hay escritores que a uno le han encantado en la juventud, para luego decirnos que su lectura era un asunto coyuntural. Pero en el caso de Rodríguez Soriano no pasa lo mismo. Siempre hay algo nuevo: creativo, sorprendente en su prosa poética.      

Tal vez este sea uno de los cimientos de su arte. Es que su prosa va más allá de la comunicación. Ese elemento esencial al arte. Porque todo arte comunica. Pero el arte no se queda ahí. Es que cuando hablamos de comunicación pensamos en lo que se agota, en lo que satisface, sea al emisor o las querencias del receptor. Pero lo poético comunica, más allá del mensaje, su propio mensaje. Conforma a través del ritmo: un sentido propio que no puede agotarse, como moneda gastada, en una lectura. Será que lo poético está dirigido a la multiplicidad de lectores y a los variados mundos que conforman el universo del lector, que no puede ser encasillado en la coyuntura, en el momento, en la época, ni tan siquiera en las afinidades del autor y las contingencias del  tiempo.

Pienso que en esa arista hay que situar lo excepcional, lo raro, lo bizarro, de su poética. Es que su escritura se planta como construcción de un ritmo, que está fundado en la poesía. Narrar es para el autor construir un mundo poético. Su narración reside en el lenguaje, en la manera de construir ese mundo. Es la suya una estética que se instaura en lo novedoso que la poesía funda. No en lo que la narrativa dice. Pues más que un decir en los cuentos de Rodríguez Soriano hay un significar. Es un encapsular significados a través de las imágenes, de los personajes, y sobre todo, de la palabra.    

Esta poética está llena de una gallardía del significar. La palabra tiene un lugar en el decir, ella se instaura por encima de lo dicho. Crea su propia expresividad. Sin olvidar a Benedetto Croce, esa expresividad constituiría todo el arte, pero no es así, la expresividad la encontramos en el resultado en el mundo del lector. En la narrativa de René Rodríguez Soriano, la expresión es una materialidad que viene de la forma, de la palabra, del ritmo, de las disposiciones de los elementos narrativos; de la eclosión de lo nuevo en el giro poético. 

La galanura de su prosa nos hace pensar en una estética de lo sublime. Mientras otros trabajan lo soez, lo que pertenece al mundo de abajo, Rodríguez Soriano se ocupa de lo modélico, lo apolíneo. De ahí que sus narraciones conformen un mundo ideal; sus temas son universales: el amor, la pérdida del amor; la búsqueda del amor en un mundo maravilloso. Por eso sus cuentos están atravesados por la magia: la relación de lo real y lo cotidiano con lo fantástico. Para eso no tiene que cambiar los espacios; todo lo contrario, trabaja esa universalidad desde los espacios cotidianos e identificables por el lector.       

Como es Rodríguez Soriano un escritor consciente de su decir, la palabra informa una obra más allá de las ideologías y los proyectos que le han quitado el sueño a los escritores dominicanos anteriores. Ha sido un trabajador de la palabra, el mundo de la crisis dominicana de los ochenta cruza sus cuentos. Desde la añoranza del lar familiar y provinciano, como se puede notar en La radio y otros boleros (1996).  A todo esto se une el mundo en crisis, la publicidad, la clase media dominicana en el laberinto de un proyecto nacional apagado y encharcado en su fracaso; pero más allá encontramos la salida a otros espacios, otras ciudades; la narración maravillosa y lo que es central en su narrativa, la búsqueda del amor, como se echa de ver en Solo de flauta.  

Ese amor está íntimamente ligado a la belleza. De ahí que la expresión bizarra que se da en el giro poético de su prosa esté unido a lo sublime de la búsqueda del amor-belleza centrado en la mujer. La buscará ansiosamente por todos los espacios capitalinos, en los sueños, en mundos exóticos; la configurará como un ser superior, de ahí que la mujer-belleza tenga que ver con la concepción del amor cortés. Es la voz un caballero que busca esa amada que se encuentra por encima de lo cotidiano. Ella es la bizarría también, porque es la poesía anhelada. Ella es un ser exótico, fantástico; hecha de palabras. Por eso afirmo que lo que centra la narrativa de Rodríguez Soriano es la búsqueda de lo sublime a través de la mujer-belleza. Es aquí donde aparece el Santo Grial de su narrativa.        

Parece decirnos, entonces, que frente a un mundo en decadencia, de frente al derrumbe de los proyectos épicos que han particularizado el decir de la intelectualidad dominicana, lo que nos queda es el sueño, es la indagación en estas grandes ideas que nos fundan, como el amor y la belleza. Y esto está dado no solamente en lo que se refiere sino también en el decir. Por eso la relación entre decir y significar se encuentra unida formando una estética bizarra. Ese giro inesperado y fundacional de lo poético donde el mundo del lector queda sorprendido por la epifanía de lo nuevo.

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