Livia Veloz, versos y testimonio de primera línea

Livia Veloz, versos y testimonio de primera línea

Elvira Lora

Para 1977, la maestra y poeta Livia Veloz, finalmente, publicaba sus memorias, una valiosa historiografía de las cuatro décadas de vindicaciones de nuestras pioneras del feminismo, del periodismo, para dotar de ciudadanía a las dominicanas, en la cual estuvo en primera línea: en la organización de encuentros culturales del Club Nosotras; también, como secretaria de actas de Acción Feminista Dominicana, en las mesas electorales del voto ensayo de 1934 (Petronila Angélica Gómez Brea reporta que encabezaba el segundo colegio electoral)… Y, cultivando versos junto a los estudios sociales.

En las páginas de “Historia del feminismo en la República Dominicana” (que el Archivo General de la Nación tiene ya en línea), se puede comprobar la certeza de la descripción que sobre ella hace el escritor Armando Cordero en el especial “Nuestras jóvenes poetisas” en la revista Fémina en 1928: “Contempladla… observad como así, en su estructurada mirada el pensamiento de Livia Veloz, gentil poetisa de la nueva generación, parece infiltrarse en el alma de lo ignoto”…

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Y, así es la sensación de releer a Livia Veloz para precisar la situación de nuestras madres y hermanas espirituales hace una centuria, en el alma se filtran aquellas experiencias vividas, se acentúan los compromisos de lograr concretar las agencias pendientes… Lo que más sucede es el derribo de las “metáforas del silencio” para comprender, ampliamente, los trascendentes aportes de las sufragistas, alimentado de esperanzas, tal como lo rima la poetisa en “Sombras que pasan” (1928):

Surge una esperanza, pues miro el oriente, los tintes precursores de ingente claridad; en las nocturnas almas de nuevo reverdece y explende el Sol (sic) radiante de la felicidad.

El optimista esperar de Livia Veloz tiene su origen en lo que sucedía en la década de 1920, de acuerdo a su relato histórico: “Hacia el año 1920 ya el panorama había cambiado totalmente. Ya la mujer estaba preparada (un grupo) para cursar estudios universitarios. Las escuelas comerciales lucían llenas de señoritas ansiosas para hacerse de una profesión honesta que les permitiera ganarse la vida. Más adelante, comenzaron a prestar sus servicios como mecanógrafas en distintos centros comerciales”.

Las que se atrevían a instruirse, entonces, desafían, lo que parecía un destino escrito en piedra: “Para la mujer solo había un camino, llegada a la mayoría de edad: el matrimonio. Y alcanzar el matrimonio también era una empresa difícil para la joven casadera”, precisa Veloz… Destino que ella también hace verso, en junio de 1928, bajo el título de “Restitución”:

Descenderé de nuevo y tu camino por la ley esencial de mi destino regaré con benéfica frescura.

En “Historia del feminismo en la República Dominicana” se puede constatar el sentido social del movimiento de mujeres génesis del país, puesto mientras algunas podían obtener un empleo, la mayoría de dominicanas “tejían y bordaban por paga; lavaban y planchaban la ropa ajena (…) trabajaban en los quehaceres domésticos”… Ellas, no disfrutaban de la instrucción, de la ilustración, que fue la primera vindicación que articuló a las sufragistas.

Pues, “solo recibían instrucción las que eran hijas de padres ricos (…) las niñas y mujeres del pueblo, clase pobre, iban escasamente”, por lo que fue necesario que “la instrucción tomara nuevos caminos para llegar al pueblo en labios de las nuevas maestras graduadas en los institutos, quienes a través de las “cátedras de urbanidad y moral y cívica forjaban el porvenir de la patria”.

Ardua fue la tarea de unir a las mujeres, y a los hombres, Veloz, relata la oposición a la puesta en práctica de las agencias feministas en la sociedad dominicana a comienzos de 1930, principalmente las acaloradas polémicas y burlas de los licenciados Julián Díaz Valdepares y R. Lugo Lovatón, y el profesor Félix María Pérez, quienes -según escribe- expresaban con descaro, y a veces con insultos gratuitos y groseros: “La mujer solamente para obedecer.

Ante aquellas disputas, y falsos supuestos, “fue necesario mucho hablar, mucho escribir hasta conseguir hacer conciencia en una parte del pueblo, pues otra permanecía sorda al reclamo del feminismo”, precisa Veloz la labor que aún se requiere.