Llamado a la contemplación

Llamado a la contemplación

POR LEONOR ASILES
Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra,  mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres.

Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas;  y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.».( Lucas: 38 – 42)

En este relato de la vida de Jesús contado por San Lucas, vemos claro la invitación del Maestro a contemplarle.

Cuidado con pensar que la contemplación que Jesús nos indica es una acción pasiva. Por el contrario, es la actividad más fructífera que podamos hacer. Esto, por una razón muy sencilla: hemos sido creados para alabar a Dios. Y no hay otra acción que le glorifique más, que el contemplarle, admirarle y llenarnos de su presencia.

Jesús es el ícono del Padre. Quien ve al hijo, ve al Padre. Uno en un mismo Espíritu.

Esto fue lo que escogió María, la hermana de Marta. En efecto, la mejor parte. La que más nos llena y sacia porque nos infunde el espíritu divino. Y es precisamente, ese espíritu, el que luego nos moverá con gran ímpetu a servir a los hermanos. La enseñanza de este pasaje radica en que antes de dar, tenemos que tener, y para tener, es preciso recibir. Y para recibir, es preciso sentarse debajo de la fuente que es Cristo. Jesús es Cristo que quiere decir Salvador.  En la medida que nos llenamos de Cristo, nos hacemos uno con Él. Y al ser uno con Él, podemos salvar a otros al entregarle al hermano a  Jesús que mora en nosotros.

Es tiempo de que nos sentemos a los pies del Maestro. Aprender de Él para saber vivir que no es más que saber amar.

Y es que la vida contemplativa es vida interior, y la vida interior es sobre todo vida, es decir, algo muy activa y rica. De esa vida interior surge luego la actividad externa como le ha sucedido a tantos santos de nuestra Iglesia, incluso de nuestra época tal como la queridísima Madre Teresa de Calcuta, mujer de gran oración y vida sacramental en la eucaristía diaria.

Para terminar esta breve reflexión, fijémonos en un gran detalle: Jesús antes de hacer grandes obras y milagros, oraba. Antes de predicar a los hombres, oraba. Prioriza la oración antes de la acción. La acción sin oración es vacía. Por el contrario, cuando oramos, la cargamos del amor de Jesús y  con Él, nuestras acciones vivifican, derraman su amor divino. Amar como Jesús amó, obrar como Jesús obró es la clave. Ahí radica nuestra mejor opción.

Leonor.asilis@codetel.net.do

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