Llamarse Stanley y luego ser Kubrick, para inventar Galaxias encendidas

Llamarse Stanley y luego ser Kubrick, para inventar Galaxias encendidas

In memoriam, Humberto Frías.

1.- EL GÉNESIS KUBRICK Y CON SU ESPÍRITU

Dios, que hasta prueba en contrario no tiene nada de pendejo (y cuando se hace el pendejo sencillamente mueren los que no deben morir, dejando a malandros y políticos corruptos de fundaciones, rebosantes de salud y maldad), decidió un día viajar a New York en el mes de julio hacia 1928, visita el nacimiento de Stanley, que luego será Kubrick, pasa por el rodaje de Muelles de New York (Dock of New York, Dir. J. Von Sternberg, 1928), se da una recia colocada con Josep Von Sternberg (allí no había DNCD aún), quien le explica lo bueno de hacer una película muda con una historia que transcurre en un día y en solo 3 escenarios: pensión de mala muerte, bar Cochambre y puerto brumoso: un marino en tierra ve a una chica tirarse al agua, etc., Dios le dice a Sternberg: “no más suicidio en el cine mudo por ahora, dentro de un año, un viernes, vendrá la gran depresión, ahorra emociones, Joseph, no seas necio y date otra chupadita…”

Hacia diciembre en su vagar, viaja a los trópicos, porque una estrella que lo guiaba a golpe de trompeta de carnaval chino de oriente, rumba y repique de bongós, le indicaba que otro genio bajo el sol de La Habana sin bostezo, estaba naciendo en 1928, Tomás Gutiérrez Alea, gloria del cine crítico de Cuba, a quien pocos han podido superar en visión y profundidad hasta el momento, porque Memorias del Sub-desarrollo (1968) hasta que el mundo se acabe y venga otra humanidad asombrada y feliz, será Memoria for ever and ever, siempre y para siempre.

Entonces dios descansó y desde su parnaso, aburrido de nuevo, añoraba los colocones con Sternberg, su brillante socio judío vienés de Hollywood.

2.- KUBRICK ODISEO MESÍAS, SÍMBOLOS DE LA PAGANIDAD DELIRANTE…

En aquel mundo paralelo, Stanley pronto Kubrick, nacería aunque antes, primero fue la luna, luego el mar, entonces le tocó al cielo, millones de estrellas brillosas esperaban su turno, antes de ir a morir a un desfiladero oscuro de osamentas siderales, suaves como el algodón porque esperaban un posible mesías, de nombre Stanley luego Kubrick que algún día de odiseas en milenios deseados, la pondrían en el cine a viajar entre pasiones y filosofías, entre historia de humanidades y angustias netas de existencias y miedos explicables, la finitud adivinada entre viajes espaciales, lo desconocido como ilusión perdida entre cosmos que viajan como buscando un eje de luz copérnica, que en el cielo un rastro antiguo dejó.

Convertir el espacio en una odisea, tendría algo de helénico, hazaña homérica de mapa difuso o escondido, capítulo de visualidades como si fuera entre imágenes y pupilas pegadas al aliento de un espejo, un viaje para todos nosotros, cautivos de pantallas y asientos, cautivos de inquietud, porque desde nuestros asientos en la sala oscura, sufrimos una trasmutación (Stanley lo sospechaba y muy hondo), compulsiva que nos obligaba con dulzura y miedo a iniciar el viaje con Stanley.

Mientras la obra de Richard Strauss suena en sus inicios majestuosa, los cuerpos se desplazan como pequeños cohetes humanos en la cabina encerrada, en la cápsula posible de una imaginación, apenas 1968, que demostraría que para los creadores cuando tienen un imaginario fuerte, la fastuosidad nunca sería un pecado mayor, sería en todo caso, la mejor muestra de un arrojo creativo voraz, abarcador, alucinante sin barreras posibles, como debiese ser en el fondo la apuesta de todo gran cineasta.

Si nacieras llamándote Stanley y luego te preparas para ser Kubrick, un rayón verde (Eric Rohmer qué), iluminaría tu cerebro activo, que desnudo montado en una escalera de vidrio reflejaría la famosa oración de que donde sobra el talento, no hay frontera de ideas posibles, no hay improvisación desviada que pierde el tino y la ruta de la obra grande que trasciende, quisiera referirme a otras obras de Kubrick, aquel que nació llamándose Stanley, sonaría a Stone, pétreo de toda petredad, persistente en la sala rojiza de unir telas de celuloide, rebuscador de los tuétanos de los montajes, solo comparable a Resnais, otro que nació llamándose Alain con furor de lenguaje como explosión de ideas, que nacen para un nuevo signo de caligrafía fílmica aventajada.

Hago lo imposible para referirme a otras películas que amo de Stanley, que para siempre sería nuestro Kubrick, enigmático y atrevido, retador de imágenes impresas con el estilo de fondo de un genio, apenas con mirada extraviada y mal humor en el plató, donde las películas nacen entre trastos y polvos, ropa húmeda de extras mal pagados, cuya triste sonrisa a lo Hollywood es una mueca sin brillo ni esperanzas.

Vale destacar que nuestro Stanley odiaba la guerra y que todas las veces que la abordó lo hizo desde un ángulo y visión espectacular, pero siniestro, donde no hay amparo ni clemencia para las relaciones humanas en sus estados más simples.

(Path Of Glory, Senderos de Gloria, 1957; Dr Strangelove o como aprendí amar la bomba, 1964; Barry Lyndon, 1975 y Full Metal Jacket, 1987)

Quisiera hablar de otras películas, pido excusas de corazón, pero no puedo, porque estoy viendo el inicio de 2001 Odisea al Espacio (1968) y no puedo parar, porque entre los descubrimientos que he hecho en los últimos años de tanto verla, es que en esa Odisea del 2001, vaticinada desde 1968, algunas claves ocultistas del mito Osiriano –que viene de Osiris, dios egipcio de la resurrección, nombre original Asir también Usir, en clave helénica Osiris, castellanizado en nuestros días– estaban ante nosotros desde el inicio de la película en la que hay una propuesta del inicio del mundo, tomando el sol como divinidad. William Cooper (*) dedicó a esta tesis de la paganidad mítica de 2001 Odisea al Espacio, mucho tiempo y entusiasmo y lo cierto es que como propuesta interpretativa, nos obliga a ver la película con otros ojos, según él, bajo el prisma del ocultismo de la antigua religión de Babilonia, hace milenios.

¿Alucinación de Cooper?… ¿Carga simbólica adelantada para el tiempo en que se estrenó la película que en su belleza sugiere ideas sobre el origen de la raza humana?…

Confieso que aún con una sólida distancia crítica, los desvariados y alucinados inocentones me fascinan, y que si bien la primera vez que vi esta obra era apenas un dirigente del Cine Club Estudiantil, díscolo y de cabellos alborotados (con permiso de Andrés Luciano Mateo: “Oh mi dios”) siempre intuí, entonces con menos lecturas que ahora, que detrás de la película, en su cuerpo ideológico habían elementos ocultistas implícitos, rodeados de misterios para iniciados en religiones aún de cultos secretos.

El monolito no era dios, era una deidad del conocimiento, Caín, Caín, dónde está tu hermano y el objeto conocido, el hueso descubierto como instrumento de fuerza y cuerpo del delito, vuela por los aires, vemos el cielo azul y la transición hacia la nave espacial y otra historia de la humanidad se abre. (CFE).

 

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