POR MU-KIEN ADRIANA SANG
No podemos renunciar a la esperanza, en el nuevo año debemos aspirar y reclamar que prime, sobre todo en nuestros dirigentes, la humildad y la tolerancia; que quienes tienen el poder político y económico piensen que alguna vez pueden ser los equivocados; que los dirigentes políticos no experimenten tantas mutaciones en el ejercicio del poder y sus promesas se vuelvan ciertas; más decisiones y menos comisiones, estudios y seminarios; que el apelativo de moderno no sea argumento suficiente para la justificación de cualquier despropósito; que el empeño sea para reforzar las instituciones, no para debilitarlas; las alianzas entre los partidos para ejecutar un programa compartido; que los problemas del país no sean pospuestos sino resueltos y no claudicar con el silencio, o el abandono del país. Rafael Toribio, mensaje de navidad.
Antes de conocer a Rafael, mi esposo, sabía de sus cartas con sus reflexiones íntimas a propósito de la navidad. Escritas en su ininteligible letra, exponía y expone, sus inquietudes y preocupaciones personales y sociales. Los amigos, cuando ven que se acerca la navidad y su carta no llega, se la reclaman. Hay algunas personas que me han confesado que la coleccionan.
Desde que compartimos juntos los avatares de la vida, le pregunto siempre a principios de diciembre cuál será el tema de su carta de fin de año. Me sorprende el esmero con el que la prepara. Primero es la redacción del borrador, que es escrito y revisado varias veces, algunas de las cuales tengo el privilegio de leer y darle mi opinión. Después viene el proceso de la dedicatoria, para pasar a doblarla con una forma muy peculiar, para finalizar con la entrega. Existe en su computadora una larga lista de destinatarios, la cual es ampliada cada año, según se suman amigos o demandantes de sus reflexiones.
El mensaje de este año es muy hermoso. Un canto a la reflexión sobre los grandes temas del país. Comienza Rafael diciendo que la navidad es un tiempo de reflexión, evaluación y formulación de propósitos. A seguidas dice que su mensaje navideño de este año contiene felicitaciones, lamentos y aspiraciones.
¿Felicitarnos por qué? Rafael nos invita a felicitarnos porque sobrevivimos el descalabro económico de los últimos años. Felicitarnos también por no haber perdido la alegría en medio de pesadumbres y sufrimientos. Pero sobre todo, felicitarnos porque hemos mantenido la esperanza y las ilusiones frente a los esfuerzos por marchitarlas. Felicitarnos porque continuamos defendiendo la democracia, a pesar de las limitaciones y después de tantas frustraciones. Felicitarnos por llevar una vida honesta y decente frente a oportunidades para olvidarse de principios y valores; de haber conocido tantos lobos disfrazados de ovejas y tener tiempo y disposición todavía para la solidaridad y la ternura.
Pero, en sus reflexiones, Rafael indica que el 2005 nos trajo muchas razones para lamentarnos, como los desaciertos y comportamientos de nuestros dirigentes, la arrogancia y la prepotencia de los que detentan el poder, la enorme carga por el pago de una inmensa deuda privada convertida en pública, la escasa defensa del bien común frente a la presteza y virulencia de quienes defienden sus intereses particulares. La reiteración de diálogos cuyos acuerdos son luego desconocidos, la dificultad para que los culpables cumplan condena, la forma en que se utiliza la pobreza para ampliar y consolidar el clientelismo; la incapacidad manifiesta del Estado para resolver los problemas fundamentales del país; que aparezcan recursos para lo que las autoridades entienden como obras prioritarias, mientras no aparecen para la inversión social; la aprobación de reformas tributarias centradas en los ingresos y no en la calidad del gasto.
A pesar de que este año 2006 inicia su paso en un mundo profundamente convulsionado, violento, cruel e injusto, mantengo viva la esperanza, la utopía, de que los cambios llegarán y quizás podamos recuperar la humanidad perdida. Creo que es necesario seguir creyendo en Jesús, el profeta de lo imposible, para encontrar en él las fuerzas de seguir marchando por la vida y continuar luchando en la necesaria transformación del mundo. Qué así sea. Amén.