Llega hoy a 101 años sin pensión

Llega hoy a 101 años sin pensión

Don Zoilo de Peña cumple hoy 101 años y parece un hombre hecho de mármol; diariamente lee la prensa y lleva una vida normal. Su orgullo es haber trabajado «duro» por más de setenta años, haber criado a sus cuatro hijos hasta verlos a todos convertidos en profesionales y gente de bien.

Su dolor, sin embargo, es que no le han dado lo que por derecho le corresponde: una pensión que se ganó después de haber trabajado durante más de medio siglo en la Marmolería Nacional.

Trabajó en la instalación de la Marmolería Nacional, en tiempos de la dictadura de Trujillo, y allí se mantuvo hasta que la industria fue traspasada al sector privado en mayo del 2000.

Hoy, a más de un siglo le queda fuerza suficiente para denunciar la injusticia y reclamar su derecho a una pensión digna.

«Me pensionaron y me la quitaron. Leonel (Fernández) me quitó mi pensión», dice con amargura y añade que en el actual gobierno de Hipólito Mejía ni siquiera se molestó en diligenciar que le dieran la pensión que por derecho le pertenece.

Pero ya se cansó y ahora, al cumplir 101 años, saca fuerzas para gritar que le otorguen su pensión.

«Yo lo que quiero es que me pensionen, porque yo me lo gané trabajando muchos años», expresa con energía.

Su hija Damarys Peña, médica, explica que su padre laboró hasta el año 1987 cuando fue puesto en pre pensión pero aún así iba frecuentemente a la empresa a dar asesoría cuando lo requerían. En esa condición se mantuvo hasta el ascenso al poder del presidente Fernández.

Indicó que con el traspaso de la Marmolería al sector privado en la gestión de Fernández, su padre «quedó en el aire» y en la Comisión de Reforma de la Empresa Pública (CREP) le dijeron a los viejitos que iban a conservar su pensión, «pero no, se la quitaron».

En mayo del 2000 a don Zoilo lo liquidaron, le dieron menos de RD$50 mil. Pero le quitaron la pensión.

Durante la gestión del gobierno de Hipólito Mejía se hicieron múltiples gestiones, pero todas han sido en vano.

«Eso llora ante la presencia de Dios», exclama indignado Don Zoilo alzando los brazos.

A LOS DOCE AÑOS

El tiempo no parece haberle hecho mella a quien teniendo apenas doce años comenzó a trabajar como obrero en su natal Samaná y se mantuvo activo durante más de siete décadas.

Con una lucidez que asombra a quien los escucha, don Zoilo recuerda que en «su casa», como le llama a Samaná, había una jabonería que abastecía gran parte de la demanda de la República.

Era la Jabonería Unida del Cibao. Recuerda que allí trabajaba un italiano llamado Nato Beretta, y también los Moya.

«Allí comencé pelando cocos, a la edad de 12 años. Cuando mi mamá (Francisca de Peña) se murió en el 1920, yo pelaba 1,500 cocos diarios con un machete» dice al tiempo que muestra una cicatriz en la mano izquierda fruto de un machetazo.

De pela cocos lo promovieron al departamento de mecánica, «allí trabajaba un hombre gordo que se llamaba Dimas Mercedes, y me pegué de él», para el 1924, cuando cerraron la fábrica, ya era el segundo hombre en el departamento.

Luego trabajó en la reparación de barcos, en ese entonces, dice, no existía la soldadura y se usaba la fragua, y allí se mantuvo durante un tiempo.

Tras la salida de las tropas norteamericanas del país y el triunfo electoral de Horacio Vásquez, en 1924, don Zoilo vino a la capital donde trabajó como técnico y mecánico en una fábrica.

Cuando instalaron la Marmolería Nacional lo llamaron a trabajar allí como técnico, pero cuando quiso salir porque tenía unas vaquitas en Samaná le dijeron «usted no se puede ir porque eso es de Trujillo y Trujillo lo necesita» y no le quedó más remedio que quedarse trabajando. Entonces fue a Samaná y se casó con Rosa De León quien procreó cuatro de sus hijos: Rosita, María Francisca, Damarys y Sila.

Con los ahorros que había hecho compró una mejora en Villa Juana, donde aún reside junto a una de sus hijas en la calle Francisco Villaespesa.

Pese a haber trabajado duro, apenas tiene una pensión de RD$1,600 del Instituto Dominicano de Seguros Sociales (IDSS) que sólo le alcanza para pagar la factura eléctrica y el agua.

No tuvo la suerte de haber llegado a ser gobernador del Banco Central para obtener una buena jubilación, pero su larga vida de trabajador, primero como pelador de cocos en la jabonería y luego como mecánico industrial en la Marmolería lo hacen merecedor de una pensión justa.

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