Llevar alivio a los pobres de Haití, a lomo de mulas

Llevar alivio a los pobres de Haití, a lomo de mulas

PUERTO PRINCIPE, Haití.- Sólo un gobierno tiene verdadero poder sobre la vida y la muerte en Haití hoy en día. No el gobierno haitiano, un grupo de designados provisionales sin recursos y sin poder; ni el gobierno estadounidense, cuyas fuerzas militares están retirándose después de una ocupación de tres meses, tras aterrizar horas después de la caída del Presidente Jean-Bertrand Aristide, el primer y único líder libremente elegido de Haití.

El verdadero gobierno de Haití es una confederación de hombres y mujeres sudorosos en camisetas, procedentes de Dakota del Sur, Estocolmo y un ciento de lugares más: la nación sin estado de los trabajadores de ayuda, que ondean muchas banderas pero prometen lealtad sólo a los pobres. Según una estimación improvisada pero conservadora, los trabajadores de ayuda contribuyen a mantener con vida a un millón de los ocho millones de habitantes de Haití; y eso era antes de la inundación que afectó a esta isla y arrastró tantas vidas.

El gobierno por parte de organizaciones no gubernamentales ha operado en muchos estados en quiebra o tambaleantes, desde Afganistán hasta Zimbabwe. (Esos grupos a menudo enfrentan el peligro: Médicos sin Fronteras suspendió operaciones en Afganistán el jueves después de que cinco de sus trabajadores fueron emboscados y asesinados.)

Aunque el gobierno estadounidense dona dinero y alimentos, y Naciones Unidas, una pálida sombra de un gobierno mundial, desempeña un papel crucial a través de sus muchas agencias, las grandes burocracias pasan un periodo difícil ayudando a pequeñas aldeas, imponiendo estrategias totales en lugares que necesitan ayuda para todo. La voluntad de Washington cambia con los vientos políticos; la cartera de Naciones Unidas cuenta con recursos escasos.

De manera que Haití está en manos de agencias de ayuda y grupos eclesiásticos que trabajan para aliviar el dolor de las inundaciones, la hambruna y las tonterías políticas. Las tropas de la ONU que van a reemplazar a los militares estadounidenses como fuerza de seguridad apenas han empezado a llegar. Las trpas no tienen helicópteros de transporte y cuentan con poco dinero, y proporcionar ayuda no es su prioridad. El gobierno provisional de Haití ha resultado incapaz de ayudar a su pueblo.

La inundación, para este fin de semana, había dejado 2,600 muertos (o presuntos muertos) en Haití, y al menos 700 más (muchos de ellos haitianos) al otro lado de la frontera en la República Dominicana. La localidad de Mapou fue duramente afectada. La inundación cobró la vida de 1,600 personas y dejó a casi 10 veces esa cantidad damnificados en Mapou y los caseríos aislados que lo rodean, aunque el número real quizá nunca se conozca. La semana pasada en Mapou, Prosper Baptiste, de 39 años, quien vivía en la pequeña aldea de Bois Tombe -Bosque Caído- dijo que perdió a 33 miembros de su familia extendida.

Mapou recibe el nombre de un árbol sagrado en la tradición vudú. Pero casi todos los árbiles en Haití han desaparecido, cortados para sacar el carbón vegetal vendidos por unos cuantos centavos el kilo. De manera que las fuertes lluvias se deslizaron por las colinas y los ríos se desbordaron, llevándose todo a su paso.

El domingo pasado, cinco días después de que la lluvia amainó, las agencias de ayuda vieron que el desastre era mucho peor de lo temido, aproximadamente tres o cuatro veces más malo, con entre 75,000 y 100,000 personas necesitadas de ayuda a largo plazo.

El 31 de mayo, las fuerzas armadas estadounidenses dejaron de usar sus pesados helicópteros Chinook, la única de esas naves en Haití, para transportar toneladas de alimentos de la ONU a las víctimas de la inundación. Un portavoz militar aquí dijo que las tripulaciones y los aparatos necesitaban descansar, y que las necesidades inmediatas de las víctimas habían sido satisfechas. Los soldados estadounidenses tenían órdenes de empezar a retirarse de Haití a partir del 1õ de junio, preparándose para entregar el país a los pacificadores encabezados por la ONU el 20 de junio.

Las agencias de ayuda, furiosas por la retirada estadounidense, empezaron a buscar aplanadoras para reparar las arrasadas carreteras hacia las aisladas aldeas y sus propios helicópteros. El costo, se enteraron, sería asombroso.

[b]La única frma de llegar a Mapou era a pie. [/b]

A las cuatro de la mañana del lunes, Tammie Willcuts, de 33 años, nativa de Sioux Falls, Dakota del Sur, que trabaja para Salvemos a los Niños y ha laborado en Afganistán, Irak y Sudán, despertó en una choza de adobe en la costa suroriental de Haití y se amarró las cintas de sus botas.

Con ella estaban sus colegas de Servicios de Ayuda Católicos, que traían comida, cacerolas, vasos y cucharas, y trabajadores de Visión Mundial, que transportaban ropa y cobertores. Habían llegado a la aldea pesquera de Anse-a-Boeuf la tarde del domingo en un destartalado bote de madera, después de escuchar que un sendero conducía de ahí a Mapou.

Ningún forastero había visitado al menos una decena de aldeas anegadas a lo largo del camino, donde decenas de miles de personas no habían recibido ayuda en la semana transcurrida desde la inundación. Willcuts y sus colegas serían los primeros en llegar a algunos de estos lugares, donde los muertos seguían sin ser contados pero según versiones de los aldeanos serían cientos.

Cómo los rumores corren en Haití es un misterio. Cuando Willcuts despertó el lunes vio «un corral de mular que la gente de Mapou había llevado a la costa», dijo en una entrevista. «Estaban ahí porque supieron que había llegado ayuda. De algún modo había llegado a Mapou la noticia de que estos bienes llegarían».

De manera que los aldeanos tomaron sus mulas y caminaron hasta la costa.

Willcuts se dirigió hacia el norte, a casi cinco horas de camino a pie, «con un calor infernal y sin fuente de agua fresca a lo largo del sendero», recordó.

«Había mulas que seguían el sendero desde Mapou», dijo. «Una de cada cuatro familias tenía una mula con ella. Y había una especie de estacionamiento de mulas en Anse-a-Boeuf. Cargaron las mulas como mejor pudieron y empezaron a regresar a casa».

En el camino hacia Mapou, los trabajadores de ayuda se enteraron de que las provisiones no alcanzarían para satisfacer las necesidades.

«Primero, está Cibao, que tiene unas 2,500 familias, quizá 12,500 personas», dijo Willcuts. «No habían recibido asistencia. Seguía habiendo áreas totalmente cubiertas de agua. Dijeron que no sabían cuántas personas habían muerto. No habían recibido ayuda, nada.

«Tomé los nombrs de otras nueve aldeas, donde vivían quizá 15,000 personas, que no habían recibido ayuda. Estas son personas extremadamente pobres que apenas se sostenían antes de la inundación».

Como la mayoría de las carreteras siguen en ruinas, y toneladas de alimentos, agua y medicinas están almacenadas en la capital, circuló la noticia del tren de mulas de Mapou. Las mulas de Haití tendrían que realizar el trabajo cuando ya no volaran los Chinooks.

Kieron Crawley de Preocupación Mundial, una organización de carida con sede en Dublin, Irlanda, dijo que planeaba transportar los suministros en camiones hacia la ciudad de Thiotte el viernes y usar mulas para llegar a «pequeñas localidades que se sitúan en un sendero de destrucción desde Mapou hasta la costa».

Yolette Etienne, coordinadora de Oxfam en Haití, dijo: «Podemos usar mulas para llegar a las personas más afectadas en el campo. Llevaremos en camiones agua hasta Fond Verrettes», la segunda localidad más duramente afectada en Haití, «y usaremos las mulas para llegar a las pequeñas aldeas».

[b]»Las mulas las proporcionará la gente», dijo. [/b]

En 1821, Percy Bysshe Shelley escribió que «los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo». En Haití hoy, los trabajadores de ayuda son los líderes no reconocidos de la nación.

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