Ciudad del Vaticano (EFE).- El Vaticano considera el libro y la película El Código da Vinci como una estrategia para difamar a la Iglesia y destacados eclesiásticos acusan a sus autores de ser los judas de ahora, ya que siguen vendiendo a Cristo no por 30 denarios, sino por miles de millones de dólares.
Esta fuerte denuncia la hizo el predicador de la Casa Pontificia, el franciscano Raniero Cantalamessa, quien ante el papa Benedicto XVI dijo que se habla mucho de la traición de Judas, pero que hoy hábiles manipuladores venden a Cristo como hace dos mil años, pero no al Sanedrín, sino a editores y libreros por miles de millones de dólares. Según el franciscano, nadie conseguirá frenar esta ola especulativa, ya que cuando se trata de Jesús y se le añade el morbo de que nunca fue crucificado, se casó con María Magdalena, tuvo hijos y se marchó a la India o a Francia todo es más rentable y proporciona más dinero.
Cantalamessa calificó a los autores de obras como El Código da Vinci de hábiles manipuladores de antiguas leyendas y de la literatura gnóstica y se quejó de que el problema también está en que personas que jamás se molestarían en leer un análisis serio sobre Jesús quedan fascinadas con cada nueva teoría que aparece.
Además del Predicador del Papa, en estos días también se han expresado altos cargos vaticanos sobre el polémico filme, entre ellos el arzobispo Angelo Amato, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Amato ve detrás de obras de ese tipo una estrategia de difamación hacia la Iglesia, ya que es la única que ha quedado en la defensa de valores como la vida y la familia y levanta su voz sobre ética sexual y bioética.
El número dos del dicasterio que vela por la pureza del catolicismo animó a los espectadores a no ver la película, alegando que es una presuntuosa distorsión de la realidad. Puso como ejemplo el que niegue la divinidad de Jesús y el que se afirme que la inventó el Concilio de Nicea en el año 325, ello es falsear la historia.
Amato, estrecho colaborador de Benedicto XVI, lamentó la indiferencia que se muestra ante las ofensas a la Iglesia, calumnias, ofensas y errores que si fuesen sido dirigidas hacia el Corán o la Shoah -dijo- habrían causado justamente una sublevación mundial, pero como es a los cristianos quedan impunes.
El cardenal español Julián Herranz, presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, pidió a la gente que se documente, ya que ante la mentira hay que reaccionar con la verdad, y frente a la desinformación con la información abundante.
El cardenal José Saraiva, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, ha dicho que todo lo que falsea la historia va condenado, y el purpurado Francis Arinze, prefecto de la Congregación para el Culto, ha sido más duro y animó a los cristianos a recurrir a la justicia.
Los cristianos no pueden permanecer con los brazos cruzados, existen medios legales para lograr que algunos respeten los derechos de los otros. Este es uno de los derechos humanos fundamentales, deben respetarnos, respetar nuestro credo religioso y respetar a nuestro fundador, dijo el nigeriano Arinze.
Herranz, no obstante, se mostró optimista y está seguro que al final la operación se revelará un bumerán y al igual que el cardenal vicario de Roma, Camillo Ruini, cree que la película representa una oportunidad a la Iglesia para contar la verdad y emprender una catequesis que ayude a distinguir entre realidad y fantasía.
El Opus Dei, la institución católica fundada por el español san Josemaría Escrivá de Balaguer y que sale mal parada en el libro y en la película, ya ha anunciado, por boca de su actual prelado, Javier Echevarría, que no boicoteará el filme.
Pocas horas antes del estreno, el portavoz del Opus Dei en Roma, Manuel Sánchez Hurtado, denunció que el grupo Sony ha mantenido las escenas de la novela que son falsas, injustas y ofensivas para los cristianos y que incluso multiplican su efecto injurioso por la potencia que tienen siempre las imágenes.
La Obra -que pretendió sin éxito que se eliminara toda referencia a ella, que aparece como una peligrosa secta en la novela de Dan Brown- destacó que los dirigentes de Sony han reiterado muchas veces su compromiso ético, pero que sus declaraciones son desmentidas por la penosa falta de respeto que supone la película para cientos de millones de cristianos.