“Dios se desnuda en la lluvia como una caricia innumerable”.
Juan Ortiz
Hace varios días que llueve incesantemente en la isla. Los ríos están desbordados. Las calles urbanas se han convertido en torrentes. El agua se presenta desafiante, como una madre regañona. La languidez indolente de la lluvia hace contraste con la vida que albergan sus gotas.
En la Biblia se habla mucho sobre la lluvia. Las Escrituras Hebreas y Griegas hacen más de cien referencias a ella. El simbolismo del agua tiene un claro carácter femenino. Al relacionarse con la luna, la madre y el líquido amniótico, las aguas nos recuerdan el origen en el que teníamos todo sin ningún esfuerzo.
La palabra lluvia viene del latín pluvĭa, y está asociada al significado “fluir”. Según los antiguos, el mundo es una superficie plana, rodeada de agua, y cubierta en su parte superior por una bóveda o techo transparente (el firmamento) que mantiene en su lugar “las aguas de arriba”. En ocasiones, las aguas de arriba bajan en forma de lluvia. A veces, para bendecirnos y otras para mostrarnos la grandeza del misterio.
Sin lluvia los árboles, los ríos y los seres humanos se tornarían secos, ásperos y estériles. Sin agua muere la vida. Al mismo tiempo, cuando la lluvia cae desmedida despierta memorias de dolor y miedo. Tal vez, recordamos las historias del diluvio cuando Dios renovó la creación a modo de borrón y cuenta nueva.
El capítulo 7 del génesis dice: “Ese día, desbordaron las fuentes del gran océano y se abrieron las compuertas del cielo. Y una fuerte lluvia cayó sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches”.
La literatura apocalíptica dice que la tarea de abrir las compuertas del cielo y distribuir, según la ocasión, rocío, lluvia, granizo o nevadas, corresponde a los ángeles de categoría inferior, los que están más cerca de la tierra y más lejos de Dios.
El poeta y compositor argentino de rock Luis Alberto Spinetta dijo: “Si la lluvia llega hasta aquí voy a limitarme a vivir. Mojaré mis alas como el árbol o el ángel o quizás muera de pena”. La lluvia tiene un sentido positivo o negativo según las circunstancias.
La lluvia buena que fecunda los campos y aporta el agua necesaria para sostener la vida de humanos y animales se recibe con alegría. En cambio, se teme a la tormenta y la inundación, que arrasan y destruyen.
El diccionario de símbolos de Rosa Gómez Aquino explica que la primera y más extendida de las significaciones simbólicas de la lluvia la vincula a la idea de fertilización y continuidad de la vida.
Al provenir del cielo, también es considerada por muchas culturas como un descenso de las influencias celestes y espirituales sobre el plano terrestre, o lo que es igual, una caída de lo superior sobre lo inferior. De ahí viene la relación entre lluvia y prosperidad.
Por razones distintas, en las últimas semanas he tenido que revisar la manera en que me vinculo con el dinero. La mayor señal fue mostrada este domingo, cuando en medio de los aguaceros torrenciales que precipitaban abundantes cantidades de agua, ¡mi cisterna estaba completamente seca!
Me tomó un tiempo comprender que debía revisarla para ver por qué no llegaba agua a la llave. Luego de llamar a una compañía y comprar un camión de agua, una amiga me escribió por messenger para preguntarme si me ocurría algo. Había pasado por el frente de la casa y había visto el movimiento. Le conté lo que me pasó diciéndole: ¿Viste? ¡Tanta lluvia y yo sin agua!
Al decir esto, relacioné el incidente con las reflexiones que he estado haciendo acerca de la prosperidad. En su libro “Prosperidad”, Charles Fillmore dice que Elías oró para que lloviera y no ocurrió nada. Siguió orando, pero cada vez que mandaba a su criado a verificar, le contestaba que había sol.Elías tuvo que enfocarse en su oración, hasta que el criado le dijo que habia una pequeña nube. Entonces, le dijo a todos que se prepararan para la lluvia.
¿No te parece una bella historia? Tal vez, la lluvia incesante es un mensaje divino para mostrarnos el modo en que teniéndolo todo en abundancia, sufrimos escasez. Mateo 5:45 dice: “…para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos”.
Dios nos mira a todos del mismo modo, sin distinción. Él está tan centrado en ti y en mí como en Jesús. Lo que hace la diferencia es que Jesús también estaba completamente enfocado en su Padre.
Fillmore dice que es necesaria una continuidad de esfuerzo (como hizo Elías) para conectar con la abundante prosperidad. Jesús llamó la atención de sus seguidores para hacerles notar que los lirios del campo eran vestidos aún mejor que Salomón en toda su Gloria. ¿Ves? No es necesario afanarse tanto para vivir con la exuberancia que nos muestra la naturaleza.
Este fin de semana me dió una gran lección. Elijo mantenerme enfocada en la oración y en el reconocimiento de que Dios es mi única fuente de provisión. Tal vez, la tarea sea renunciar al juicio y confiar, mientras esperamos el momento de ser vestidos de Gloria, igual que los lirios en los campos.
Comparto este ritual que se llama “lluvia de prosperidad”. Todas las noches y antes de dormir visualiza como un ángel te da una canasta con muchos regalos, frutas, hierbas, semillas, monedas y piedras preciosas. La canasta irradia gran luz que te envuelve. Observa como más ángeles de amor se acercan a ella depositando rayos de luz de diferentes colores. Entonces, haz una oración de agradecimiento por la abundancia financiera y la prosperidad que se han manifestado mágicamente para ti.
Feliz semana. Que la prosperidad sea tan abundante como estas lluvias.