Lo abominable no está en la homosexualidad

Lo abominable no está en la homosexualidad

Sus palabras fueron lapidarias.  Condenaba, sin darle vueltas al asunto, algo que es tan personal que no debería entrar en discusión: la sexualidad. Y es que, a menos que haya abuso o se ejerza contra los menores, ¿por qué ha de importarnos con quién se vaya a la cama cada cual?

Si los bacanales y desahogos carnales del ex nuncio  Józef Wesolowski  se hubiesen limitado a los que tuvo con el diácono Francisco Javier Occi Reyes, hoy la historia tuviera otro matiz. Dejando a un lado el sacrilegio a la Nunciatura, se trataría de haber violado el celibato y nada más. Sería, por tanto, un escándalo menor.

Lo terrible de este caso no es la homosexualidad de Wesolowski, sino su devoción por los menores. Es igual que el del padre Wojciech Gil, el párroco de Juncalito, cuyo caso aún se ha quedado en el aire.

En franca referencia a ellos, monseñor Pablo Cedano  dijo el martes pasado que la homosexualidad es un pecado abominable y condenado. Da igual que se trate de un sacerdote o alguien laico: cuando un hombre se acuesta con otro no es de Dios, aseguró Cedano.

Nunca he creído que la preferencia sexual nos aleje de Dios. Para Dios todos somos iguales, sin importar lo que hagamos con nuestro cuerpo. El pecado, a pesar de lo que cree Cedano, no está en la homosexualidad.

Pecado no es acostarse con quien uno decida. Peca quien pretende hacerlo con menores, da igual si es homosexual o heterosexual. La violación es pecado. El abuso también. Los asuntos de alcoba, si es entre adultos, no se pueden llamar pecado. Es, simplemente, una elección.

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