Lo anodino en drama de Incháustegui C.

Lo anodino en drama de Incháustegui C.

De las tres obras dramáticas de Héctor Incháustegui Cabral, dos se orientan más al modo de Esquilo y Sófocles que al de Eurípides, lo cual posee su razón en el carácter más ligero y contemporizador de los dos primeros dramaturgos con el gran conflicto entre poder y religión que se produjo durante el proceso de vida de los tres grandes trágicos contemporáneos.

Los tres vivieron el fin del predominio marítimo de Atenas sobre el mundo conocido de entonces, pero al final de la vida de Esquilo, Sófocles y Eurípides este imperio se vino abajo en 406 con la derrota de Atenas a manos de Esparta. Pero ya antes las costumbres y los valores entraron en colapso, la corrupción lo dominaba todo, y “la crítica sofística –al decir de Carlos García Gual– ha hecho vacilar la fe en los dioses y ha abierto la creciente desconfianza en la religión tradicional. Estos dioses tan censurables desde el punto de vista ético, ¡cómo pueden ser dioses? Desde Jenófanes y Heráclito los filósofos habían esparcido sus críticas contra este flanco religioso. Pero el ataque de Eurípides, hecho desde la ‘parresía’ de la escena dionisíaca, tiene una especial virulencia. La razón crítica amenaza con destruir ese mundo.

Debido a esta crítica virulenta de Eurípides a su sociedad, se debió su fracaso en momentos en que la Atenas parecida al Santo Domingo de la era de Trujillo y a la democracia corrupta de hoy, solamente veneraba y valoraba a los más conservadores y cómplices de la situación, como eran los dramas más frívolos, racionales o cómicos de Esquilo, Sófocles y Aristófanes, los cuales colocaban la razón por encima de los sentimientos o pasiones. Y no es que Eurípides no valorara la razón, pero no hasta el grado de idolatría de Sócrates y los continuadores de hoy, sino que Eurípides basaba su propuesta literaria y teatral en el hecho de que la razón era menos fuerte en los grandes momentos de crisis de las pasiones de los seres humanos de la vida o los personajes de la ficción.

García Gual aporta como ejemplo de este razonamiento de Eurípides el hecho de que Medea, despechada esposa de Jasón, razona antes acerca del crimen que ha premeditado para matar a Creonte, rey de Corinto y a toda su familia, cuya hija  se ha casado con Jasón, así como el homicidio de los propios hijos de Medea.

Este punto de vista es distinto y radical al de los demás trágicos de la época y coloca a Eurípides en la cima de los dramaturgos griegos y lo convierte en el fundador del feminismo universal, pese al temporal eclipse de su valor literario en un momento de extrema descomposición social en Grecia, y en Atenas en particular: “Pero en Eurípides estas mujeres {las heroínas de Sófocles} pretenden defender no unos valores tradicionales, sino una dignidad personal femenina, un derecho a ser consideradas, ellas mujeres, tan humanas y capaces de sufrir y actuar como los hombres.” (Prólogo, p. 23 a las Tragedias de Eurípides). Entonces, después de esto, no es para que los dramaturgos o narradores y narradoras dominicanas vengan a reproducirnos estas ideologías.

 El punto conservador de Esquilo en el que Incháustegui Cabral acomete su primera obra, libre ya de las coyundas de la dictadura de su compadre Trujillo a quien sirvió fielmente, no explica, sino en nombre de una ideología ultraconservadora, la existencia del drama ”Prometeo”, escrito para una sociedad como la dominicana que en aquel año de 1964 (cuando se publica en Buenos Aires con el título genérico de “Miedo en un puñado de polvo”, junto a “Filoctetes”, basado en un tema de Sófocles e “Hipólito”, en uno de Eurípides), el gran banilejo quiso rendir tributo a los tres grandes trágicos, pero servía, lejos de su país como Embajador al servicio del Triunvirato dictatorial, como Eurípides sirvió en Macedonia al tirano Arquelao. ¿No suena esto a vidas paralelas de Plutarco?

En efecto, ¿qué paradoja tan grande cuando se constata en la vida que la ideología del autor no es la misma que la de la obra?

Pero este Prometeo, robador del fuego de los dioses del Olimpo, es decir, del Poder, para darlo a los hombres a fin de que se equiparen con los dioses, no tiene en el drama de Incháustegui Cabral ninguna fuerza. La prueba es que es un baldado que se rebela en contra del padre, pero no para robarle el fuego, sino para apoderarse de la empresa de relojes.

Es cierto que este es un símbolo del control del tiempo como control del poder, pero Prometeo muere en el intento, pues los conspiradores con que cuenta son el símbolo del pequeño burgués dominicano que es 99 por ciento traidor en política y no le tiene lealtad a nadie ni a nada, ni a veces a sí mismo, pues sus propios intereses a veces, por carencia de estrategia y de ignorancia, ni siquiera sabe defenderlos. No es una muerte trágica ni heroica la de este Prometeo criollo. Él y los demás personajes que conforman la obra: Don Pacífico, Estela Miguel, el Escultor, el Plomero, la Criada Vieja, las otras criadas, Power, las criadas jóvenes, son sujetos desvaídos, sin proyectos de vida, conformistas, sin grandes principios, sin estrategias, sin objetivos. Todos viven como si esperaran la muerte de un momento a otro, sin acometer ningún acto de grandeza. Viven de las palabrerías. Son palabreros, como nuestra pequeña burguesía.

Ni siquiera el padre de Prometeo tiene nombre. No hay propuesta literaria, salvo cuatro menciones a Pound, una a Píndaro. Los propósitos de los personajes sobre las mujeres son siempre antifeministas, anti-euripídeos (55). El personaje principal juega a la liberación del proletariado entre propósitos cristianos y marxistas para terminar como los estudiantes de Stirner, como filisteos. Miguel define (18. 48) a Prometeo como jugador a la revolución, pero todo es de salón. Los tres actos de la obra discurren en la sala de la rica vivienda de Prometeo. Éste tiene varios parlamentos de un deísmo que ni los griegos de la época de Eurípides se lo creyeron (79). Don Pacífico es calificado como una veleta (73).

Los versos blancos o sueltos están subordinados al oral del teatro trujillista, pues apenas han pasado cuatro años después del asesinato del dictador y el estilo declamatorio se observa a lo largo de la pieza. Hay versos malos como estos: (“Gel de hidróxido de aluminio/con trisilicato de magnesia”, (82, parlamento de Estela)  o este: “¿Qué ha pasado, si lo sabes?/ ¿Qué la junta ha decidido?” (71). Los tres actos están plagados de gerundios incorrectos: los que califican sustantivos, adjetivos o de posterioridad o gerundio simple con aspecto no durativo y el famoso “sus” que no siempre va en plural cuando el poseedor está en plural: “Es pecado saber lo que los dioses/guardan en sus mentes para luego.” (45).

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