Lo clásico y lo extravagante se entremezclan en la Fashion Week de Milán

Lo clásico y lo extravagante se entremezclan en la Fashion Week de Milán

MILÁN.  Aunque es famosa por su clase y su sobriedad burguesa, Milán también sabe vestirse de fiesta, como lo demuestran los cuarenta desfiles de la Fashion Week, en la que podrán encontrarse de los estilos más clásicos a los más extravagantes.

Hasta el martes, las pasarelas milanesas verán desfilar las colecciones de prêt-à-porter masculino para la temporada otoño/invierno 2015-2016, en un ambiente que aún el amor por la moda y por el negocio. El estilo inscrito en el ADN de esta ciudad explota una vez más (Milán tiene cuatro semanas de la moda al año) y entra en efervescencia, superpoblándose con una fauna de apariencia provocadora y extramoderna.

Un ejército de conductores de limusinas, personal de seguridad y fotógrafos se encarga de señalar visualmente al milanés de a pie que un evento vibrante y exclusivo tiene lugar en su barrio en ese momento.

Poco después, todo se desvanece al mismo tiempo, tras la escasa decena de minutos que dura un desfile, y la hora larga que se prolonga todo el espectáculo, incluida la espera previa y los flashes posteriores.

La agenda de desfiles, muy apretada, impone histéricos movimientos de masas a cámara lenta e interminables atascos.
Sin ir más lejos, los accesos al desfile de Versace se colapsaron el sábado, amenazando con el caos. La pequeña calle de entrada quedó totalmente bloqueada por una increíble marabunta de fashionistas, grupos de turistas asiáticos ‘beat’ en busca de personal VIP, cientos de participantes en el evento, o decenas periodistas, que intentaban en vano salir de la multitud para enfilar a toda prisa hacia la siguiente cita.

– «Demolition Man» en el ring – Tras los desfiles de Donatella Versace o de Jil Sander, empezó el «verdadero espectáculo», tal y como advirtió con cierta malicia el encargado de prensa de Philipp Plein, un creador alemán de 36 años que no concibe la moda sin «show».

Tomando un teatro como escenario, el diseñador prescindió de la habitual pasarela y colocó un verdadero ring de boxeo en el centro del desfile. A continuación, dos boxeadores, «Demolition Man» y su hermano, un tipo fortachón lleno de tatuajes, se enfrentaron en un combate fingido pleno de detalles realistas.

Después de cada asalto, varios «entrenadores» se avalanzaban sobre ellos para dar consejos y curar heridas, mientras chicas ligeras de ropa se paseaban exhibiendo el número de round. Mientras, los modelos, vestidos con ropa ‘streetwear’ y accesorios deportivos, desfilaban en torno al ring.

Para quien aún tenga dudas, la colección se llama «Guerreros». Pero lo mejor fue sin duda la música: el invitado sorpresa resultó ser el rapero americano Snoop Dogg, que interpretó dos temas directamente desde el ring, haciendo las delicias de los jóvenes entre el público e incluso de los modelos, que olvidando el rígido papel que deben interpretar, no pueden evitar marcarse algún paso de baile.

El resto del tiempo, la banda sonora alternó tambores urbanos en directo y piezas de música clásica. Entre el público, la estrella incontestable fue la mediática Paris Hilton. Dolce & Gabana, pilares de la moda italiana, optaron por una oda al «amor familiar», poniendo en escena a modo de estatuas vivientes a miembros de cinco familias, que observaban inmóviles el desfile en una atmósfera preñada de «sicilianidad».

En esta ciudad menos conocida por los extranjeros que Roma o Florencia, hay multitud de lugares secretos donde mezclar el arte de la moda: de un viejo palacio de los deportes metamorfoseado en un frondoso bosque de pájaros cantores (Ermenegildo Zegna) a un simple y largo pasillo escondido en el histórico edificio de la Pinacoteca (elegido por el joven creador Andrea Pompilio). Queda por ver quien osará colonizar el majestuoso Duomo, monumento más emblemático de Milán.

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