Lo de Lula

Lo de Lula

Cuando las élites tradicionales brasileñas entendían que había que cerrarle el paso al Partido de los Trabajadores (PT) se inventaron un candidato presidencial atractivo para las mujeres, joven y representante del status quo: Fernando Collor de Mello. Aunque ganó esas elecciones, su gestión concluyó con una acusación ante el congreso y su carrera política en el zafacón. En la actualidad, es Senador. No obstante, el precedente quedó establecido como patrón de aniquilamiento.
En ese proceso de posicionamiento del PT y entierro de sus potenciales competidores, el periodista Joao Santana jugó un rol de vital importancia denunciando la falta de ética en la clase política. Es ahí que nacen los vínculos del asesor y consultor con una parte importante de una estructura partidaria capaz de producir cuatro períodos de gobierno en su país y conseguir múltiples victorias presidenciales en toda América Latina.
Desde el momento en que el fenómeno de crecimiento económico tocó las puertas de Brasil, la expansión llegó a los bolsillos de un clan político que resistió años de dictadura y represión. El recambio los sedujo, y comunistas, liberales y dirigentes sindicales accedieron a los ministerios y a la toma de decisiones que sirvieron de catapulta y referente a emular en todo el mundo, como sinónimo de un presidente excepcional: Luiz Inácio Lula da Silva.
Los brasileños crecieron y su expansión encontró competidores que se transformaron en enemigos cuando sintieron que las reglas de financiamiento y búsqueda de nuevos mercados facilitaba prácticas reñidas por los parámetros de otras sociedades, pero burladas por una alianza entre políticos y sector privado que motorizaron el desarrollo de la economía carioca.
Es innegable que mucha gente del PT se corrompió. Ahora bien, el verdadero atributo de Sergio Moro y la justicia brasileña consiste en ponerle límites a comportamientos administrativos indecorosos que se reproducen con tanta facilidad en la mayoría de los circuitos de la clase política que generan la sensación de que no existen controles institucionales para frenar al club de filibusteros capaces de acumular riquezas inmensas como resultado de combinaciones y acuerdos con políticos amantes del dinero.
La operación Lava Jato penetra en las entrañas de ese mundo desconocido por un amplio espectro de ciudadanos que cumplen con sus responsabilidades diarias y perciben que sus estilos de vida y respectivas limitaciones no guardan relación con el boato y francachela del jet set de un continente lleno de desigualdades, pobreza e inequidad, y liderado por una clase política que utiliza los reclamos de los marginados como carnada para la obtención de privilegios irritantes y herramienta discursiva con potencialidad de hacer crecer sus fortunas personales.
Constituye una ingenuidad no presumir que la mano de los adversarios del líder del PT andan detrás del acoso y derribo que, con tonalidades de sometimientos judiciales, busca liquidarlo políticamente. Aún es propio recordar que tantas figuras vinculadas al éxito de los gobiernos de izquierda, hoy tocadas por procesos penales, debe guardar una relación directa con el inicio del declive de las administraciones de corte populista instauradas en el continente con posterioridad al ascenso de Hugo Chávez. Y ese tinglado no se construye al azar.

La verdadera lectura del proceso contra Lula de Silva nos traduce los desbordamientos de políticos excepcionales que sus debilidades privadas y afán por estructurar redes económicas desde el gobierno terminan siendo la materia prima de dificultades judiciales. En la cresta del gobierno no se entiende su carácter pasajero. Por eso, los errores y descarrilamiento de tantos años de historia y luchas derrotadas frente a la incapacidad de resistirse a las tentaciones del poder.

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