Lo de nunca acabar

Lo de nunca acabar

El de Heriberto es uno de los casos harto frecuentes de la cotidianidad dominicana: los viajes ilegales.

El criollo ha intentado  ocho ingresar como indocumentado a Puerto Rico y tantas veces apresado. Ahora le condenaron a diez meses de prisión en la Isla del Encanto.

No será primero ni último en recibir castigo por violación de las leyes migratorias y de seguridad de Borinquen. Las aventuras en frágiles yolas, para alcanzar el territorio puertorriqueño sin permiso, vienen de muy lejos.

Cruzar el peligroso canal de la Mona, desafiar el proceloso espacio marítimo, atravesando las 60 millas que separan a República Dominicana de la tierra de Luis Muñoz Marín, tiene que ser bastante rentable a los organizadores de esos viajes.

Y demasiado prometedor para aquellos que se embarcan en tan riesgoso “Pasaje de Ida”.

Pero, a decir verdad, no sé ¿qué buscarían los nuestros en un país con mayor índice de violencia que Quisqueya?

Sólo durante mayo se registraron en la isla  84 asesinatos – 20 durante una misma semana – y cuya Administración encara en estos momentos un déficit presupuestario que le obliga a poner en cesantía a  miles de empleados públicos.

Los hermanos puertorriqueños, es innegable, han tenido gestos de solidaridad, amistad y colaboración con el país por largos años. Pero dudo que aspiren a poblar la isla con indocumentados que, en el común de los casos, carecen de base académica.

Los esfuerzos realizados por autoridades de ambos territorios han sido insuficientes para frenar unos viajes que son, al parecer, lo de nunca acabar.  

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