Lo de Venezuela

Lo de Venezuela

Duele en el buen trato que le dispensaron a Juan Pablo Duarte, a los exiliados de Trujillo, especialmente a quienes nunca pasaron factura ni vinieron a buscar puestos después de la muerte del tirano, como el irreductible Arturo Napoleón Álvarez o el doctor Francisco (Pancho) Castellanos, en la solidaridad del comandante Chávez quien se quitó el pan de la boca con su petróleo, a Carlos Andrés Pérez por su irrenunciable vocación democrática que tantos triunfos nos facilitó.
También duele en el ilustre venezolano, Andrés Eloy Blanco quien escribió: Por mí, ni un solo lamento, ni un solo llanto por mí, no derramar ni las lágrimas que caben en un colibrí, o estos otros: Venezuela es un país más poblado en el cielo que en la tierra, que el hijo vil se le eterniza dentro y el hijo bueno se le muere fuera.
Duele Venezuela, en el libre vuelo de las notas divinas de las composiciones de Aldemaro Romero, Juan Vicente Torrealba, Chelique Sarabia, Brillo Frómeta y en los versos y estrofas convertidos en música de protesta por Los Guaraguaos, que poblaron de esperanza la segunda mitad del siglo XX.
Duele Venezuela, en la prosa limpia, profunda, versátil e inteligente de don Arturo Uslar Pietri, en los discursos contestarios de Alirio Ugarte Pelayo, del maestro Jóbito Villalba, de Gonzalo Barrios, de Ignacio Luis Arcaya., de los hermanos Gustavo y Eduardo Machado, líderes del Partido Comunista, de Rómulo Betancourt y Luis Beltrán Prieto Figueroa, de Juan Pablo Pérez Alfonso, creador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) para evitar que la sangría de la tierra se perdiera sin que sembraran el petróleo para que hubiera comida para todos, duele la Venezuela de los guerrilleros de los hermanos Petkof, de Pompeyo Márquez y de otros venezolanos distinguidos en uno y otro campo.
Duele Venezuela, porque el inicio del Comandante Hugo Chávez Frías, hubo una nueva visión del ejercicio de la política, pero tanto poder desvió hasta al Coronel y Venezuela, con su líder enfermo, comenzó a declinar, porque nada es eterno, porque la eternidad sólo la conoce y la decide el Señor.
Esa declinación de Venezuela se agudizó mientras todas las medidas revolucionarias no fueron capaces de producir suficiente maíz, para que el pueblo comiera sus ricos platos: hallacas, cachapas, habichuelas negras fritas y refritas.
En la danza de los millones regalaron y fiaron petróleo a precios de pagar mañana pero tampoco nosotros, por ejemplo, fuimos capaces de sembrar ese don, sino que lo tiranos para arriba.
El poder absoluto corrompe absolutamente, ahora que surge una voz importante, distinguida, sabia, inscrita en la tradición contestataria, el gobierno absoluto venezolano la tilda de loca y la quiere sacar de circulación. ¡Cuán bajo ha caído Venezuela!

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