¡Lo devolvieron!

¡Lo devolvieron!

A José Jordy Veras Rodríguez lo devolvieron del cielo. No existe otra explicación para tenerlo entre nosotros, luego del atentado del que fuera víctima. Uno de los balazos, el que afectó la yugular, debió ser fatal. Y no lo fue. Me alegro, pues, por él redivivo, y por su padre, Ramón Antonio Veras, conocido abogado residente en Santiago de los Caballeros. Y viejo amigo.

Dos atentados de las horas recientes claman, más que justicia, una revisión de las pautas existentes en relación con la seguridad ciudadana. El asalto de que fuese víctima el contralmirante de la Marina de Guerra Ramón Gustavo Betances Hernández, obliga al cuestionamiento. El intento de asesinato del joven Veras Rodríguez determina la necesidad de una reflexión tan profunda como exhaustiva respecto del derrotero de la sociedad dominicana. Aunque reconozco que vamos hacia delante –pues me veo en el mismo lugar de años ha- es preciso que la sociedad tenga brújula.

Al garete no encontraremos destino. Antes, durante y después de ambos atentados, el país ha contemplado muchos homicidios y muertes derivadas de riñas o accidentes. Los casos que concentran nuestra atención son especiales. Repaso lo que se sabe del contralmirante Betances Hernández como preámbulo a los disparos contra Veras Rodríguez. El militar se hallaba en un espacio abierto que a lo largo del día en que fue herido, lucía concurrido. Tengo absoluta certeza de cuanto afirmo, pues al promediar el día visitábamos, mi esposa Rossy y yo, la tumba de mis padres.

Aún así, con el pretexto de ofrecerle un servicio en el cementerio, el oficial general fue asaltado para despojarlo del arma, resultando herido además.

Contra Veras Rodríguez se actuó en un lugar abierto, el estacionamiento de una planta de televisión, en Santiago de los Caballeros.

Es probable que en el primer suceso no mediase premeditación aunque, a no dudarlo, prevaleció la alevosía. En el caso de Veras Rodríguez han debido acumularse la acechanza, la premeditación y la alevosía. De ahí que los santiaguenses se conmovieron hasta anonadarse.

Al contralmirante le fueron a ofrecer los servicios de limpieza de la tumba. Rechazada la oferta, quizá se quedaron merodeando. Y observaron que el hombre estaba armado. Sobrevino, sin duda, la idea de asaltarlo. A Veras Rodríguez en cambio, han ido a esperarlo a pocos pasos del lugar al que regularmente acude. Inicia el joven las maniobras para estacionarse, cuando los asesinos se le acercan. Dos disparos, para que sean mortales por necesidad.

El del pómulo, de lado a lado, sin duda se dirigió a la sien. Erró por centímetros el homicida. Afectó en cambio la yugular, vena importante, por donde debió desangrarse.

No se desangró sin embargo. El Señor Dios no lo tenía en lista para ese día. No está la gente, empero, para depender de la munificencia divina en casos como éste. La Tierra y cuantos la habitan fueron creados para vivir bajo un orden, que estamos echando a pique.

Conviene la revisión de nuestras maneras de ser, antes de que Él baje a cuestionarnos. Porque entonces asegurará que somos de dura cerviz y no seguirá devolviendo gente como lo hizo con Veras Rodríguez.  

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