Lo grande, lo pequeño y la supervisión

Lo grande, lo pequeño y la supervisión

Los dominicanos tenemos vocación por los grandes detalles, por la grandilocuencia y por las hipérboles. Nos gustan los Metros, los elevados, las grandes avenidas, los edificios escolares que se vean de lejos, los centros universitarios por doquiera y hasta los templos al estilo Medioevo. Antes decíamos que era el estilo de la dictadura que siempre buscaba perpetuarse en las piedras y en las grandes edificaciones.

Pero después de la dictadura, cuando empezó el aprendizaje de la democracia, seguimos más o menos igual. Pero ocurre que lo grande no funciona bien sin lo pequeño. Necesitamos cambiar de raíz esa práctica cultural. Cuando ocurrió la tragedia Inaipi-San Francisco de Macorís, todos pensamos que probablemente aquel niño de un año y 10 meses no estaba atendido de manera adecuada. Pero las autoridades del Instituto Nacional de Atención Integral a la Primera Infancia han dicho que no, que allí todo se hace bajo estricto protocolo y bajo supervisión. Aceptemos que así era. La tragedia permite pensar, sin embargo, que algo falló.

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El orden que necesita la sociedad dominicana, con urgencia, no será posible mientras los pequeños detalles no formen parte de nuestra cultura hogareña, de nuestra convivencia, de nuestro comportamiento laboral y de la totalidad de nuestra conducta cotidiana. Pero las autoridades deben marcar las pautas, hacerlas cumplir, léase bien, hacerlas cumplir, y poner los ejemplos. Necesitamos con urgencia, por ejemplo, que Salud Pública establezca y supervise los protocolos necesarios para esa miríada de entidades y negocios que pululan por doquier vendiendo alimentos, cuidando niños y ancianos, ofertando belleza, atendiendo enfermos, etcétera, sin ningún tipo de supervisión.