En estos días muchos analistas han advertido la posibilidad de que República Dominicana se convierta en un narcoestado. Sin embargo, es importante señalar que no sólo se trata de la infiltración de la actividad criminal por la vía del soborno y la corrupción, sino que en el narcoestado el crimen organizado es gobierno y por tanto manda, hace y deshace.
En las últimas semanas, narcotraficantes confesos, condenados y deportados, son el centro de la agenda nacional. A base de acusaciones a líderes y reputaciones del país han logrado llamar la atención pública. No han estado solos en esta misión. Han contado con figuras segundas y movimientos que promueven las posibilidades de que estos narcos aspiren a algún cargo electivo y de representación.
Estas acciones no le hacen bien a la clase política dominicana, sino que, por el contrario, la prostituyen más y agravan la crisis de credibilidad de nuestro sistema partidario.
Así pasó en Colombia con la historia del asesinado capo Pablo Escobar, quien logró hacer agenda nacional y congresual con acciones de clientelismo y asistencial, muy parecidas a las realizadas por Quirino Ernesto Paulino Castillo y confesadas por los simpatizantes de «El Don», en Elías Piña.
Por casos como estos, llama a preocupación el que se acepte, de modo tan ligero, y se promuevan este tipo de personas. Este hecho es una muestra de cuan degradada está nuestra sociedad. Además, manda un mensaje claro, y para mí errado, a las próximas generaciones de que en este tipo de acciones se logra el éxito.
No es sólo que Quirino regrese como si nada a reclamar fortunas hechas con acciones vinculadas al crimen, sino que se convierta en un referente para ostentar un posible puesto en el Congreso Nacional de la República, como ha estado promoviendo un movimiento.
Me pregunto entonces: ¿Qué pasa con la vida de los jóvenes víctimas del consumo y la venta de drogas? ¿Qué pasa con la miseria implantada en su entorno? Sus dádivas no pueden ser aplaudidas en un Estado de Derecho porque ese daño es irreversible para nuestra sociedad.
¿Dónde está la condena dominicana a sus acciones? Los intereses de otras naciones ya fueron satisfechos, pero, ¿ Y los nuestros como Estado soberano? El daño que Quirino hizo, por ejemplo, a nuestras Fuerzas Armadas con sus actos, ¿Quién la sanciona? El caso Quirino ya ha llegado a proporciones inaceptables.