Hace unos pocos días, enclaustrado en la intimidad del hogar, disfrutamos de una magnífica película, pasada en DVD, que trata de una histórica entrevista donde un exitoso agraciado publicista, David Frost, más cercano a las frivolidades de la vida “light” que a la sinuosa política de Estado, se le ocurre invitar a su programa al expresidente Richard Nixon, renunciante tras el sonado escándalo de Watergate, hecho sin precedente en los Estados Unidos de Norteamérica.
Confiado en su sagacidad y su experiencia y la posibilidad de librarse de ese estigma que le persigue y condena, acepta la propuesta del impetuoso joven imponiendo determinadas condiciones y estrategias que sus asesores recomiendan para salir triunfante, obtener jugosos ingresos nada despreciables y hasta la posibilidad de aspirar a una nueva reelección.
La película dirigida magistralmente por Ron Howard te atrapa del comienzo al final y atrapa a Nixon que queda sin defensa ante su interlocutor, convertido en rival le estruja los hechos imputados.
El expresidente Nixon ante la imposibilidad de rebatir lo inevitable se desploma, obligado a inclinar la cabeza, admitir frente a los canales de televisión y millones de personas que lo observan no solo sus errores, sus faltas graves, su comportamiento indigno de un Presidente de los Estados Unidos, que traiciona, engaña y olvida servirle a su pueblo, al bienestar de la nación.
La debacle sufrida por el Partido de Libración Dominicano en las recientes elecciones, tanto municipales como generales, del 5 de julio obliga a la dirigencia de ese partido a una revisión a fondo, a un cambio sustancial de su Comité Político responsable de las acciones dolosas de su gobierno, siendo el cambio requerido mucho más radical que lo prometido por el PRM, el Licdo.
Luis Abinader Corona, presidente electo por el pueblo y su equipo de gobierno, si quiere sobrevivir como partido creíble.
El presidente del PLD anuncia convocar para el día 4 de octubre su Noveno Congreso Ordinario “para escoger nuevas autoridades y evaluar su participación en las elecciones últimas, sin dejar de “reconocer las exitosas gestiones del presidente Medina.”
El y muchos otros altos dirigentes, alegres proclaman la transparencia del gobierno del PLD, un gobierno limpio, no corrupto y algunos llegan a afirmar que la renuncia del presidente Medina a su pretendida relección fue un acto espontáneo y voluntario, no presionado por la advertencia del Secretario de Estado Mike Pompeo (USA) menos por el grito del pueblo dominicano que con su voto ratificó su indeclinable decisión: No a la corrupción, no a la impunidad, “e pa fuera que van.”
El PLD, en la medida que se afianzaba en el poder más se alejaba y abandonaba los principios rectores y valores éticos y morales de su fundador, profesor Juan Bosch. Si quiere recuperar su anterior prestancia debe volver a sus raíces; para ello habrá que hacer una verdadera poda, no defendiendo lo indefendible, como pretenden sus altos dirigentes políticos encadenados, igual que Richard Nixon, a un pasado que no muere.