Lo negativo contra lo positivo de los candidatos

Lo negativo contra lo positivo de los candidatos

Teófilo Quico Tabar

Si alguien pregunta acerca de si un candidato tiene o no posibilidades de éxito en un proceso electoral, en virtud de algunas situaciones que pudieran empañar su imagen, ya sea por lo que se escuche y lea en los medios, o producto de sondeos de opinión que reflejen determinados porcentajes de rechazos, habría que contestarle, que aunque es un aspecto sumamente importante, no se puede establecer de manera taxativa. Sobre todo tomando en cuenta el tiempo en que suceda. Porque aunque lo que se diga puede influir en la opinión pública, igualmente pudieran existir otros factores con un peso tal, que al colocarlos en una balanza, lo equilibren o lo inclinen positivamente.
Como en política no todo está escrito, constituye una aventura decir que tal o cual candidato no tiene posibilidades, en función de situaciones negativas que se le endilguen. Porque hay que tomar en cuenta el resto de los aspectos; o sea, el conjunto de factores, pues no solo se trata de particularidades.
Entre otros aspectos habría que tomar en cuenta: La inteligencia que demuestren los candidatos y sus estructuras partidarias para crear una imagen de triunfo unitario capaz de impulsarlos hacia el poder. Capacidad de implementar campañas convincentes. Hablar el lenguaje que la gente quiere escuchar. Crear entusiasmo popular, y la de que su situación va a mejorar. Pues si los logran, indudablemente les aumentarán las posibilidades de triunfo.
Porque si bien es cierto que las cualidades, condiciones o imagen positivas o negativas de los candidatos juegan un papel importantísimo y pueden ser determinantes para el triunfo o la derrota, enarbolando solamente lo negativo que pueda presentarse contra ellos, no es suficiente, porque habría que determinar, si el peso de lo negativo sobrepasa los aspectos positivos. Y sobre todo, si quien las ejecuta sabe utilizar sus potencialidades de manera correcta contra su rival.
Las guerras negativas o campañas sucias, no siempre dan resultados buenos. Quienes las inician deben tener mucho cuidado y bastante tacto para que no se conviertan en bumerán y les causen daños de rebote.
Por otro lado, una campaña basada fundamentalmente en los aspectos negativos del contrario, buscando efectos en los sectores no comprometidos, o sea, en los indecisos, que es el segmento en que mayormente podrían influenciar, habría que medir hasta que punto podría ello revertir las simpatías de uno hacia el otro. Porque dichos votos podrían inclinarse a otras fuerzas, y en vez de restare al contrario y sumarle a quien la realice, se neutralicen. Y la neutralización no necesariamente favorece al retador o a quien inicie dicha campaña negativa.
Por esas razones hay que tomar en cuenta los votos duros de los partidos y de los mismos candidatos, ya que no necesariamente las campañas negativas hacen cambiar los votos duros. Hay ocasiones en que, por el contrario, los reafirman. Sobre todo cuando producen reacciones que provocan contraataques neutralizantes. En tal virtud, habría que determinar cuántos votos pudieran ser influenciados, positiva o negativamente, antes de que se inicien los bombardeos. La historia es bien elocuente.

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