Lo nuevo contra lo viejo

Lo nuevo contra lo viejo

Constituye un elemento distintivo de la lucha política, enfrentar lo nuevo contra lo viejo. Dialéctico, en constante discrepancia y propio de ciclos que concluyen y liderazgos florecientes. Ahora bien, de tanto repetirse, podríamos incurrir en el error de reducir un debate sustancial y necesario en simple sustitución de rostros. Por eso, creer que se abren surcos diferentes sobre criterios generacionales representa una interpretación no del todo convincente.
La fatalidad del relevo se caracteriza por una combinación de dilatada presencia de actores fundamentales y retardos de exponentes a desplazarlos que, en muchos casos, preservan defectos de lo viejo y exhiben pocas de sus virtudes. En el ámbito empresarial, los cambios cargan en su vientre herramientas novedosas que obligan a las mentalidades análogas al ajuste porque la competencia y productividad no se sustentan en reglas incompatibles con la preparación. Por el contrario, la arena pública se conduce alrededor de combinaciones y entendimientos asociados a una lógica que, cada día, se aleja de los parámetros establecidos para el avance y desarrollo.
En el país ideal el ascenso debería matrimoniarse con el mérito. Por eso, los escalones invertidos han hecho del éxito local un fenómeno de imposible exportación. Y si en algún litoral, los dominicanos tenemos referentes que representan materia prima para el análisis es en el marco de la política. Aquí cualquier ciudadano con limitaciones evidentes cree posible articular aspiraciones de toda índole, y sin ningún tipo de rigurosidad, encuentra en los aparatos partidarios licencia para un “derecho” que en el terreno práctico expresa las falencias del sistema.
Andar impulsando el carro del relevo es lo correcto. Ahora bien, lo sustancioso estaría asociado a la edificación de reglas amparadas en las calidades para el reemplazo porque el que ausculta el panorama tiene la impresión de las cojeras de potenciales emergentes inducidos por resortes económicos que en sus esquemas de inversión saben que todo tiene fecha de expiración. Además, se insiste en el error, constantemente confundimos liderazgos con presupuestos y excedentes financieros que sólo habilitan aplausos y endosos en la medida que abultadas carteras estimulan lisonjas en capacidad de disolverse en el momento que el dinero se esfuma.
Es innegable que un nuevo ordenamiento del mercado electoral obliga hacia la estructuración de empatías generacionales que tienen códigos no entendidos por los exponentes del viejo orden. Ya no es posible instrumentalizar la relación con los frescos y atractivos actores de la sociedad, sin tomarlos en cuenta seriamente. Más allá de la fotografía oportunista, el factor decisivo en el plano de las contabilidades para la victoria requiere de ofertas creíbles y sentirse ser tomados en cuenta porque las reglas de lo público no pueden convocarles para el sufragio y rechazarles sus competencias a la hora de saltar al tren gubernamental.
En el horizonte social nuevos esquemas han ido sustituyendo las obsoletas modalidades de lucha. Ahora la calle, el reclamo e impugnaciones éticas no andan signadas por la carga ideológica de épocas superadas. No obstante, la calle sigue habilitada como espacio de redención y ajuste de cuentas. Faltan eslabones, procesos y sentencias. Pero avanzamos!

Podría reputarse de fatalidad imperdonable mal creer que el único escenario del relevo y enfrentamiento de lo nuevo contra lo viejo es en el terreno de las aspiraciones partidarias. Faltan muchos muros por derrumbar. De un lado y el otro: a los que debemos desplazar porque sus taras no pueden eternizarse, y los llamados a sustituirles, por lo dramático de extender en el tiempo las miserias del antiguo orden.
Un desastre, su larga duración.
Lo fatal, un pasado en copa nueva.