Lo político del Brexit

Lo político del Brexit

Cuando el 51.9% de los británicos decidieron abandonar la Unión Europea tradujeron en ejercicio ciudadano los vientos electorales que, desde siempre, encuentran simpatías en sociedades entusiasmadas por mesías con enorme capacidad de acaparar políticamente disgustos en el orden económico, social y migratorio. En esencia, desde 1973, cuando Reino Unido ingresa a la Comunidad Económica Europea hasta la convocatoria a una consulta popular pautada para junio 23, dos factores caracterizaron el proceso: la altísima presencia de migrantes llegados de Europa del Este utilizado como tema de campaña y un político que acaparó la inconformidad, Boris Jhonson.
David Cameron tiene en su favor un interesante proceso de recuperación económica. Un político singular que ha sido capaz de incrementar sus simpatías en medio de una recesión y un riguroso plan de austeridad. No obstante, la desconexión de su oponente y líder laborista, Jeremy Corbyn con la realidad social inglesa provocó la emergencia de fenómenos, tanto hacia lo interno del partido conservador como en el nacimiento de una expresión extremista, conocida como UKIP y encabezada por Nigel Farage.
Más allá de las cifras relacionadas con la victoria del Brexit, la nueva realidad inglesa tiene una fundamentación política que apunta hacia un cambio radical en la conducta electoral de sectores progresistas que observaron una inexplicable timidez en el Partido Laborista. Además, el liderazgo de esa organización no entendió que sus afanes por impugnar muchas de las recetas económicas defendidas por la Unión Europea terminarían dividiendo sus bases en dos bandos: académicos, jóvenes y profesionales urbanos respaldando el quedarse, y trabajadores y empleados, asumiéndose como víctimas de la globalización, apostando a salirse del acuerdo al que ingresaron desde 1992.
Para justificar los cambios en la conducta política y entender los porcentajes expresados en el Brexit resulta necesario recordar que 300,000 extranjeros llegaron a Inglaterra el año pasado. Se reputa que tres millones de ciudadanos nacidos fuera de ese país residen allí, y la mayoría de éstos tienen ascendencia rumana, búlgara, polaca o eslovaca. Y una ambientación tendente a estigmatizar flujos migratorios establecen las bases de discursos extremistas que se tornan populares, simpáticos y con una enorme capacidad para cambiar preferencias electorales históricas. Así se explican la “transformación” en el feudo laborista por excelencia, Doncaster: 69% favoreció el Brexit.
La verdadera peligrosidad de los resultados del Brexit no se pueden reducir a los aspectos económicos sino a la potencialidad política que podría conducir a Boris Johnson hacia el 10 de Downing Street, porque el ex alcalde londinense, en un acto de habilidad política, rompió con la postura de su partido alrededor del Brexit, aniquiló sus rivales internos, construyó amplios niveles de simpatías, perfilándose como el potencial relevo de David Cameron.
Aunque se proyecta una caída del 2% del PIB, sumado al acontecimiento económico de singular importancia debido a que el 14% del intercambio comercial de Inglaterra se desarrolla con la Unión Europea, dos años restan para adecuar el nuevo escenario financiero, migratorio y político. No obstante, han sido los aspectos políticos que prevalecieron y establecen un sendero que define las razones de los resultados del Brexit porque de imponerse la lógica financiera, los ojos de esa nación estuvieran sobre el arquitecto de la estabilidad de la actual administración, George Osborne.

El otro lado de la peligrosidad del Brexit se concentra alrededor de poner en riesgo la unidad de Reino Unido debido al comportamiento electoral del pueblo escocés e Irlanda del Norte.

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