Lo primero es lo primero

Lo primero es lo primero

ELISABETH DE PUIG
Al ciudadano de a pie no le importa si el coronel es actor o si el actor es coronel. Tampoco le cambia nada a su destino que el cirujano sea coronel o el coronel sea cirujano, lo que le podría quizás importar a algunos es que en ambos casos se cumpla la ley.

Estos alborotos indican que ya hemos entrado en el periodo de desasosiego de la campaña electoral. Sin embargo, con cada nuevo certamen parece aumentar el número de personas que rechazan los atropellos al sentido común, al buen gusto, a las leyes, a la moral y a la dignidad humana generados por las contiendas electorales “dominican style”.

¿Hasta cuándo las elecciones tienen que volverse un lamentable carnaval, donde a ritmo de merengue y de decibeles prohibidos por la ley, los bandereos y caravanas de los candidatos provocan un caos rechazado por una parte de la población? ¿Y para qué? Para hacernos comulgar en las mentiras, las promesas, los repartos de franelas, gorras, y otros fetiches, acompañados en este certamen de una lluvia de papeletas y de pollos vivos que la misma Junta Central Electoral no puede detener.

Sin embargo, todo esto tiene cada vez más rechazo. La gente está cansada de asistir a un teatro de actores malos que no creen en lo que dicen, que no se respetan y no respetan al pueblo.

Poco importa ya la genealogía de nuestros males. Pero de desencanto en desencanto deberíamos estar listos para entender que no hay magos, que el futuro no puede ser un jardín de rosas y que todos, de cualquier lado de la trinchera en que estemos, tenemos que contribuir y poner nuestro granito de arena para un cambio urgente. Tenemos que extender una mano amiga a la gente más desfavorecida, apoyar las empresas con verdadera responsabilidad social y a las ONGs responsables, y exigir programas a los señores candidatos,  no promesas…  Programas consensuados para que sean cumplidos y para erradicar la pobreza.


Y es que lo primero es lo primero. Hay hambre y hablo solamente por lo que conozco de la vida en las partes atrás de Villas Agrícolas, en la zona Norte, donde  trabajo como voluntaria con niños y niñas en situación de pobreza. En 2007, en muchos hogares ni pensar en las tres calientes anheladas hace tantos años por el profesor Juan Bosch. Hablo de familias que varios días por quincena no consiguen a veces ni una caliente por día. Acaso se le puede entonces  reprochar a un chico con la barriga vacía que haga de mula para llevar el sostén a su casa.

En los callejones y partes atrás hay hambre: las deficiencias alimentarías y nutricionales son pan cotidiano con todos sus daños colaterales… No solo las guerras del siglo XXI traen sus secuelas de daños colaterales. También tenemos niños y niñas con retardo irreparable en el crecimiento, bajo peso, daños irreversibles en las neuronas producto de la miseria, la ignorancia, de la violencia intrafamiliar y de la falta de servicios básicos.

Muchos de estos niños y niñas no pueden estudiar de manera adecuada y pierden un tiempo precioso en los bancos de una escuela pública que no está preparada para detectar sus problemas llevándolos a la repitencia, la sobre edad y la deserción, haciendo de esta juventud  presa más vulnerable a la corrupción y  la violencia.


La pobreza no es nueva pero a ésta ahora se le agregan componentes explosivos: la pérdida de valores, la violencia y el narcotráfico. Ahora que hemos entrado en la modernidad, en el mundo digital, que llevamos las computadoras al barrio, a la escuela, al pueblo, ahora que todos estamos interconectados y que todo se acelera, ya no se puede postergar la obligación de librar la batalla contra la pobreza.

No podemos seguir aceptando que mientras la República Dominicana es el país de América latina donde el “yipetismo” y las comunicaciones están al más alto nivel haya, a cinco minutos de nuestras casas, barriadas donde madres-niñas cada día más numerosas pasean el vacío de sus vidas sin futuro en los callejones fétidos y contaminados con bebés al hombro menos atractivos que las muñecas que apenas dejaron.


Los retos son impostergables y la situación apremiante. Se trata de una carrera contra el tiempo. La inserción en el mundo global exige de una mano de obra calificada. ¿Cómo luchar entonces contra tantas desigualdades sociales y la corrupción que frenan el desarrollo?

¿Cómo insertar todos los niños en un sistema escolar público inclusivo adaptado a las particularidades y dificultades reales de los niños y niñas? ¿Cómo fomentar la excelencia necesaria para estar a la altura de una sociedad global si no es luchando con la pobreza, modernizando el sistema educativo y asegurando una real cobertura social a lo más desfavorecidos? Lo primero es lo primero.

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