Lo privado en la vida pública

Lo privado en la vida pública

Con apenas 28 años, Gabriela Zapata provocó un terremoto político en Bolivia debido a que su condición de compañera sentimental de Evo Morales creaba las condiciones para dirigir la red de empresas chinas beneficiarias del 80% de los contratos gubernamentales. El ex presidente brasileño Cardoso pasa la dura prueba de limpiar su reputada carrera de hombre público, porque armó un tinglado contractual enviando dinero mensual a la madre de su hijo, producto de una relación extra matrimonial.
Un genio de las finanzas como Dominique Strauss-Kahn descarriló la posibilidad de ganar la candidatura por el Partido Socialista Francés. Antes, debió renunciar a la jefatura del Fondo Monetario Internacional (FMI) acusado de pagar a prostitutas e intentar abusar sexualmente de una empleada de un hotel. Angélica Rivera, esposa del presidente Peña Nieto llenó las portadas de todos los medios al adquirir una casa de un empresario con múltiples contratos oficiales.
Antonio, el hijo menor de Fidel Castro se le captó en videos disfrutando la buena vida en el centro turístico de Bodrum, en Turquía. María Gabriela Chávez, la hija favorita del líder venezolano, es considerada una de las jóvenes con mayor capital económico en su país. En ambos casos, parecería ilógico que familiares de esos dirigentes exhibieran estilos de vida contradictorios con el discurso ideológico de sus padres.
Un gran dilema que alcanza los hombres y mujeres que ejercen la actividad pública es que transfieren a la ciudadanía el derecho de escrutar su conducta privada. Y eso no es justo. Aunque el terreno de las acciones privadas se deben circunscribir a la intimidad, no es menos cierto que los electores deben orientar sus preferencias alrededor del talento, capacidad y vocación de servicio. Ahora bien, a lo que no se tiene derecho es a utilizar los recursos públicos para privilegiar elementos íntimos. Lo otro es afán por asaltar aspectos propios de la chismografía.
En principio, ninguna nación selecciona su estructura institucional, tanto en el sector congresual, municipal y presidencial, fundamentados en elementos de la privacidad. Por el contrario, el auge de los grupos emergentes es sacar sus preferencias personales ante el ojo público para orquestar lealtades alrededor de agendas muy definidas. Y en honor a la verdad, esos nichos electorales construidos como resultado de prácticas discriminatorias cometen el error de concentrarse en aspectos que no le interesan al resto de los ciudadanos.
Cuando en una sociedad la clase política concentra su lucha sobre ámbitos privados demuestra los niveles de pobreza y falta de consistencia. Lo que resulta innegable es que, la insana intención de transitar los caminos privados en la gente que hace vida pública, es la de afectar su credibilidad, y al lograrlo, el daño político termina constituyéndose en una herramienta a utilizar contra todos. Y ahí está el riesgo.
La “peligrosidad” de la tesis doctoral de Manuel de Jesús Galíndez estaba en la denuncia de demostrar que la fecha de nacimiento de Ramfís Trujillo era anterior a la boda de María Martínez y el tirano. La ira del amo del momento, se tradujo en un secuestro en las calles de New York del afamado intelectual español. A Joaquín Balaguer el país le conoció airado y amenazante cuando se le cuestionaba sobre sus hijos y la vocación por amasar fortuna de una de sus hermanas.
Tengo la impresión de que en el tramo final de la campaña actual se intenta colocar en la carrera presidencial aspectos íntimos de los aspirantes con mayor potencialidad electoral. Y eso no es bueno. El pecado original lo estimularon sectores políticos que acusaron a Peña Gómez injustamente de narcotráfico y unificador de la isla.

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