Lo que a menudo se calla

Lo que a menudo se calla

Los medios de comunicación en República Dominicana son extremadamente cautelosos para tratar cualquier tema relacionado con las Fuerzas Armadas. De la Policía Nacional se debate todo, incluso asuntos tan graves como los habituales intercambios de disparos que protagonizan los efectivos de esa institución. Pero cuando existen sospechas de que hay un conflicto entre los guardias, el silencio es ensordecedor.

Casi todas las informaciones son conocidas por el público cuando de otros se trata. Desde los enredos comerciales e inexplicables de la Secretaría de Educación hasta las incapacidades de Salud Pública, la corrupción en el transporte público, los contrabandos humanos por la frontera, los préstamos oscuros de la Oficina de Ingenieros Supervisores, la manipulación de los precios de los combustibles, el desmesurado endeudamiento público, la evidente estafa del Seguro Social, la dilapidación de recursos en todos los Poderes del Estado y los apagones que oscurecen los manejos de las empresas eléctricas. Y así, todo lo demás es debatido a la franca. Por el contrario, las crisis de los guardias se pierden en las gavetas de las redacciones o se diluyen en una sutil censura.

Gracias a ese comportamiento sólo llegamos a enterarnos de los conflictos castrenses cuando ya están convertidos en desastres sin solución. Sin querer queriendo, la opinión pública tiende a hacerse cómplice por omisión de ciertas crisis que, de haber tenido su ayuda, habrían sido resueltas sin llegar a extremos que siempre dejan residuos de inconformidad y enemistades personales. Parece perdurar todavía en el subconsciente de algunos el temor a la mentalidad de los guardias balagueristas, quienes interpretaban las palabras del Doctor y aplicaban como norma la irrefrenable violencia mortal contra los que osaban filtrar informaciones.

Pero no habría que preocuparse tanto por aquellos procederes políticos de tiempos ya pasados. Pocas posibilidades hay de que retorne esa práctica por más balaguerista que se haya declarado el gobierno actual. Lo que sí debía ser motivo de preocupación es que pudiera estar surgiendo un aparente relajamiento del interés para que los oficiales académicos ocupen los mandos de las Fuerzas Armadas. El momento podrá ser adecuado para, de nuevo, recordar el libro Balaguer y los Militares Dominicanos, escrito por el coronel ® estadounidense Brian J. Bosch el cual, en su página 34 dice textualmente: Balaguer tenía profunda desconfianza hacia un cuerpo de oficiales que tuviera identidad institucional y que pudiera funcionar autónomamente al margen de la Presidencia. Así, cuando Balaguer inició su primer período de gobierno posterior a la muerte de Trujillo, se embarcó en una clara política para desalentar el profesionalismo dentro de las Fuerzas Armadas.

La cita es oportuna porque dentro de la alta oficialidad militar podría estar teniendo lugar la sustitución de oficiales académicos de sus cargos usando rumores de prensa como fundamento, oficiales Generales enviados a desempeñar funciones en el extranjero que no se compadecen con sus altos rangos, campañas periodísticas orientadas a entorpecer designaciones en los altos mandos de la Secretaría de las Fuerzas Armadas en el próximo gobierno, y así sucesivamente.

Sin que la sociedad se dé cuenta, algunos jefes castrenses podrían estar perdiéndole el respeto al Diplomado de Estado Mayor (DEM) y tratando que deje de ser requisito sine qua non para ocupar altos cargos en la Dirección de los cuerpos armados. Esas tres letras aparecen siempre al lado de los nombres de los oficiales que estudiaron y trabajaron para obtenerlo como expresión del aspecto académico y de comando de quienes deben encabezar los institutos castrenses. Allí no cabe el carácter honorario del DEM como coartada de efecto retardado que permita desplazar a los que tienen probada capacidad para desempeñarse cabalmente en sus responsabilidades.

De ahí que el mejor consejo que podría dársele a los que manejan los nombramientos para otra etapa de gobierno de Leonel Fernández es que prefieran la calidad profesional y académica por encima del amiguismo, el partidismo, el clientelismo y todos los mismos que pudieran imaginarse. Porque lo que podría estar en juego es la integridad y la pulcritud de las Fuerzas Armadas, quizás, la única institución gubernamental que conserva algo de respeto entre la ciudadanía en momentos que se vislumbra una crisis de enormes proporciones para el país.

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