Lo que en realidad pasa con el deporte nacional

Lo que en realidad pasa con el deporte nacional

El gran escritor y biógrafo austríaco Stefan Zweig (1881-1942), dijo con sobrada razón en uno de sus escritos que en asuntos de política y economía, la información lo es todo. Esta referencia es oportuna para comentar y analizar el contenido de un artículo del distinguido columnista y profesor Ramón Rodríguez, publicado en el prestigioso vespertino El Nacional de fecha 10 de marzo del presente año, bajo el título: “¿Qué pasa con el deporte?”
Al analizar los juicios de Rodríguez en el texto de marras, tenemos que reconocer nuestra perplejidad y sorpresa, pues quedamos convencidos que el mismo, por lo regular un articulista conceptuoso y con buena formación en asuntos políticos y socio-históricos-, denota carencia de información acerca de nuestra realidad y problemática deportiva sobre hechos que han marcado una nueva visión oficial en el sector con importantes realizaciones en los diversos niveles.
Decir que “la República Dominicana vive un desfase en términos deportivos, y que no existe una política deportiva de Estado y mucho menos un orden de prioridades que nos permita saber cuál será nuestra realidad deportiva dentro de diez años”, es desconocer que la actual gestión ha trabajado estrechamente con el nuevo sistema nacional de planificación en sus tres niveles: el global (o visión país), el sectorial y el institucional.
Parece no darse a entender cuando expresa que “la República Dominicana es de los pocos países del mundo que a pesar de hacer una inversión de dos mil millones de pesos en deporte, se maneja sin una ley que defina los roles del Ministerio de Deportes, el Comité Olímpico Dominicano y toda la pirámide olímpica.” No sé si el apreciado profesor sabe que esa partida es insuficiente para la creciente demanda del sistema deportivo doméstico. Pero que aún así, se ha podido realizar una provechosa faena y además cumplir con los grandes acontecimientos nacionales e internacionales, debido a una transparente administración, priorización de recursos y efectivas alianzas que han sumado significativos aportes de otros organismos estatales, las alcaldías y empresas privadas.
Los resultados de la acertada política pública en deporte en este cuatrienio se pueden comprobar con la formación y capacitación de más de 3,000 entrenadores y monitores. Otro logro sin precedentes en la misma dirección fue la creación por primera vez de la Escuela Nacional de Entrenadores.
Otro de los aciertos más sonados ha sido el rescate y remodelación de los principales complejos e instalaciones del país, que se encontraban en total abandono y estado de deterioro. Un hecho trascendente ha sido la organización de los Juegos Deportivos Universitarios con la integración de unas 40 academias de altos estudios, mediante la creación de la Comisión Nacional de Deporte Universitario, presidida por el Viceministro Marcos Díaz.
Un aspecto que no se debe obviar ha sido la transparencia en el manejo de los fondos públicos y las exigencias para el cumplimiento de las liquidaciones de los recursos financieros a las organizaciones deportivas no gubernamentales que son subvencionadas.
Consideramos incierto que las “debilidades del COD y de las federaciones hayan llevado al doctor Fernández Mirabal a emprender acciones que deben ser propias del COD. La Ley dice que la cartera oficial: “Es la entidad encargada de organizar, dirigir, regular y ejecutar todas las actividades deportivas y recreativas del país; no creo que a nadie se le ocurra desconocer tales prerrogativas, que son las mismas de un organismo similar en cualquier otra nación. Las funciones de los Comités Olímpicos Nacionales, según la Carta del COI, son fomentar y difundir los principios fundamentales del olimpismo y “procurar mantener relaciones armoniosas y de cooperación con los organismos gubernamentales correspondientes”. Distinguido amigo, debemos estar contestes con Stefan Sweig, en el sentido señalado más arriba, de que la información lo es todo, pues de lo contrario, podríamos equivocarnos e irnos por la tangente.

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